CAPÍTULO 2

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Mire mis dedos largos y delgados, mis manos me temblaban y se habían puesto tan blancas como la nieve que cae en diciembre. ¿Cómo se suponía que íbamos a afrontar esto?

Accidente de moto...

Accidente.  

Lo dudaba. Las cosas, por lo menos en nuestra familia no suceden 'por accidente'. ¿Que había pasado?¿Qué habían hecho esta vez? Ni idea. Y tampoco pienso saber el porque. Solo quería saber si estaba bien, eso era todo lo que me importaba. 

- Levanta, nos vamos.

Obedecí ante la orden de Nichole. Estaba cabreado, lo sentía. Sus hombros subían y bajaban al ritmo acelerado de su respiración. Pocas veces le vi soltar lágrima, esta, era una de ellas. Vale, entonces me tenía que preocupar bastante. La primera vez en mis diecisiete años de vida que le vi llorar, fue cuando nos enteramos de que el abuelo, que en paz descanse, murió. No salió de su habitación por días y cuando bajo a probar bocado de algo, le vimos que tenía los ojos tan hinchados y rojos, que duplicaba el tamaño normal de ellos. Yo no lo pase tan mal. Tenía cerca de cuatro añitos y no entendía el sentido de la palabra morir por ese entonces. Poco a poco, me fui dando cuenta, de que en las cenas familiares, faltaba el abuelito. Entonces lo supe, en mi cumpleaños número cinco, lo entendí todo. Al igual que yo cumplía años, él también lo hacía. Ahí, mientras me cantaban el cumpleaños feliz, me pregunte que límite tenemos las personas. ¿Teníamos límite de edad? ¿Era como en los vídeo juegos que jugaban mis hermanos, que había segundas, terceras, cuartas vidas? Yo misma me respondí a esas preguntas. Si el abuelito tuviera segunda oportunidad ya estaría aquí, cantándome y comiéndose antes de tiempo mi tarta. ¿Es que ya había agotados sus vidas de reserva, o tan solo mueres una vez? Aguante mis lágrimas hasta que me fui a la cama, y ahí lo solté todo. Lloré toda la noche, a consecuencia del insomnio. Llore y pedí a los angelitos que cuidase a mi abuelito. 

Árboles y edificios pasaban a través de la ventana del copiloto a la velocidad de la luz, que ni me dejaban detallarlos. Veía a personas borrosas y sombras distorsionadas a causa también de la poca luz que quedaba fuera. La noche estaba al caer, casi podía ver la luna llena completa. Apoyé la cabeza en la ventana, y mire hacía arriba buscando alguna estrella. Pero no había ninguna. Era un pueblo pequeño, pero a pesar de ello, demasiada luz y electricidad que no dejaba vez las hermosas estrellas brillantes. Agradecí a mis padres haberse mudado a una casa un poco apartada del mogollón de casas y edificios que constituían Menteurs en Oldswolds-Vally. Un pueblecito pequeño, pero lleno personas, buenas, malas, escorias y angelitos. Había de todo, personas que se drogaban, que pasaban mercancía en los institutos, en las calles, y personas ricas, populares y... normales. Y yo no me consideraba de ningún lado, aunque estaba más inclinada por la parte de ricachones. Como cualquier otro pueblo, estaba dividido en dos zonas: La mala y la buena; la pobre y la rica; la de los delincuentes y la que tiene futuro. Así eran las cosas, nunca supe cuando se hizo esa división o si siempre fue así. Pero nosotros teníamos el poder en ambas. 

Eramos una familia rara y disfuncional, demasiados trapos sucios para vivir en la zona 'buena' y demasiado dinero para vivir en la zona 'mala', por eso vivíamos a las afueras de Menteur. No teníamos vecinos más cerca de 100 metros. Eran pocas las casas que vivían a las afuera del pueblucho. Una de esas familias, era la familia Palmo, también bastante poderosa y bueno...rica. El señor Tomás Palmo y mi padre eran amigos desde que yo tengo memoria, y empresario al igual que mi él. Mi padre llevaba el centro de energía eléctrica que abastecía Menteur y alrededores. Mi familia había fundado esta empresa muchos años atrás, pero en otras zonas del país. Mi abuelo fue el que decidió salirse de la ciudad en la que se crió y fundar su propio centro de las misma compañía familiar pero en otra parte. Mi familia por ende, llevamos viviendo aquí 64 años más o menos, ya que mi padre decidió seguir con el legado familiar, y el mismo destino nos tocará a nosotros. 

Dedos cruzados.#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora