-¡YeonSang!- Gritó mi mejor amigo.
Me giré con una sonrisa en la cara, al recordar todos los momentos vividos con él. Y de repente, todo se volvió oscuro.
Me desperté de ese sueño que me había consumido durante todo el vuelo que tenía por destino Corea del Sur.
Después de dos largos años volvía a ese lugar. Seúl, la ciudad dónde me crié. La ciudad dónde pude tener una bonita infancia al lado de mi madre y mi abuelo. La ciudad dónde también los perdí.
Sabiendo que nadie me esperaba en casa decidí volver para cambiarlo todo otra vez. Esta vez no escaparía de mis miedos, de la soledad, ni de las consecuencias de mis actos.
-Esta vez lo haré bien.- dije en un susurro, mirando por la ventanilla del avión.
Al bajar del avión pedí un taxi dirección a mi nuevo apartamento, en el centro de la ciudad. Ese mismo día debía ir a firmar los papeles de la inscripción a la Universidad y también los papeles de la venta de la casa de mi difunto abuelo.
Al llegar al apartamento, me fui directamente a la habitación para dejar las maletas y acomodar la ropa en el armario.
Nunca había sido una chica ordenada, pero eso cambió cuándo me marché a Canada con unos parientes lejanos de mi madre. Allí me volví otra persona diferente.Una vez lo dejé todo ordenado, me fui de la casa para empezar el camino hacia la Universidad. Por el camino vi un café y decidí entrar.
Me senté en una mesa apartada en una esquina. Mientras miraba mi teléfono apareció el camarero para tomarme el pedido.
-Disculpe señorita, que desearía tomar.- Dijo el chico de aproximadamente mi edad, con una estatura muy alta y de complexión fuerte.
-Un cappuccino, si es possible .- Le respondí con una sonrisa amable y mirándolo a los ojos.
A lo que él se ruborizó un poco de las mejillas y asintió, dejándome sola en la mesa.
Al cabo de unos minutos alguien llamó a mi teléfono. Un número desconocido.
-¿Diga?- Respondí a la llamada.
-Hola, YeonSang- Argumentó la persona desde el otro lado del dispositivo móvil. Dejándome sorprendida al reconocer esa voz.