Especial navideño.
Cada una de las pequeñas memorias obtenidas en nuestra vida nos regalaran en un futuro una modesta pero significativa muestra de recuerdos dignos de atesorar. Dentro de las festividades navideñas podrás archivar nuevas historias r...
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Quizás una de las cosas más preocupantes para Levy era la llegada del mes más festivo del año –o al menos uno de los más festivos– por el sencillo motivo de ver a Lucy decaída una vez más. Habían pasado tres años, ¿o eran cuatro?, en realidad eso no importaba mucho en ese momento, porque precisamente su mejor amiga se encontraba en ese estado pensativo completamente desconectada del mundo real. Y eso solo podía significar una cosa, y deberse a una cosa.
Lucy era el tipo de chica carismática y sociable, desde que le conoció hace ya varios años –desde la primaria exactamente– siempre le había visto rodeada de amigos y con una sonrisa en el rostro, y a pesar de la numerosa fila de pretendientes Lucy jamás salió formalmente con un chico hasta que le conoció a él.
Penúltimo año de universidad, fiesta navideña alocada en casa de Erza –con disfraz incluido– y Lucy había terminado enrollada con un chico luego del juego del árbol navideño (que consistía principalmente en desvestir el árbol llevándote el adorno elegido con la promesa de traerlo nuevamente al año siguiente, confirmando la asistencia a la celebración). La sorpresa fue enorme no solo para ella, si no que para todo el grupo porque el susodicho misterioso resultó ser el hermano menor de su profesor Dragneel, Natsu Dragneel.
La relación avanzó de manera sorprendentemente rápida, al menos para el ritmo que llevaba Lucy con sus relaciones informales anteriores. Incluso ella estuvo tentada de advertirle a la rubia que tuviera cuidado con el chico, que no le conocía demasiado bien y además podía tener una forma de vida distinta por vivir tanto tiempo en el extranjero –en Japón con su padre, porque su madre vivía en Londres con su hermano mayor–. Pero el bonito brillo en los ojos de Lucy cada vez que veía a su chico, o cuando simplemente hablaba de él era... deslumbrante. Lucy Heartfilia era oficialmente una chica enamorada (e idiotizada, además). Por lo tanto ni ella ni las demás se atrevieron a interferir y se mantuvieron al margen, observando de cerca en caso de peligro.
Y ahora estaban allí, terminando la jornada laboral de un viernes –el último de noviembre– y a puertas de comenzar diciembre, con la rubia perdida en sus pensamientos y la oficina revolucionada en conversaciones sobre decoraciones, obsequios y fiestas navideñas. Lo típico de esa fecha. Lo tabú para Lucy.
—Lucy —llamó Levy deteniéndose a su lado —. ¿Estás aquí Lu? —insistió pasando esta vez una mano frente a la mirada perdida de su amiga. Pero la rubia no reacciono y continuó en silencio. Soltó un suspiro agotada y comenzó a golpearle el hombro con palmadas suaves. Ante el movimiento la rubia pareció volver en sí y la miró confundida.
