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Me estaba resbalando, el agua de la ducha caía por mi cara, estaba caliente, ya no soportaba el calor, me estaba empezando a marear y tenía la sensación de que me iba a desmayar.

Mis mejillas estaban rojas y el agua barría el sudor de mi cuerpo.

Tus manos me agarraban de la cintura evitando que yo me cayera.

Me apoyé en el cristal de la ducha pegando la cara para sentir algo de frío y recobrar el sentido.

Me estaba perdiendo entre mis gemidos sin darme cuenta de lo mucho que alzaba la voz.
Me mordí el dedo al darme cuenta de que estaba perdiendo el control.

Notaba como me bajaba la regla mientras me penetrabas y sabía que el día 28 me preocuparía por no haber usado protección.

Pero ya era demasiado tarde y nunca había sentido el placer real que provocaba el roce de tu piel contra la mía.
Quería que te corrieras dentro y que nuestros flujos se mezclasen.

No sabía si aguantaría mucho más el vapor no me dejaba respirar y mis gemidos hacían que perdiera el aire que apenas podía conservar en mis pulmones.

Me agarraste del mentón separándome la cabeza del cristal que por el rato que llevaba apoyándome ya estaba caliente.

Llevaste mi cara hacia la tuya, me empezaste a besar mientras me alzabas.

Me agarré a tu cuello y tu sujetaste mis piernas, que no llegaban al suelo, entre tus caderas mientras me penetrabas.

Tuvimos que separar nuestras bocas para recobrar el aliento, ya no podía callar mi gemidos.

Pegaste mi espalda contra las baldosas frías de la ducha y me hiciste estremecer del frío que contrastaba con el calor de tu cuerpo.

Ya no podía aguantar más solté las manos de tu cuello y me corrí.
Te detuviste y apoyé mi cabeza en tu hombro. Todavía seguías cogiéndome.

Te pedí susurrándote al oído que acabaras tu trabajo y segundos después te corriste en mi interior.

Nos quedamos unos minutos sentados en el plato de la ducha, estábamos demasiado cansados para ducharnos, secarnos y todo aquello que uno hace antes de irse a dormir.

Nos tumbamos en la cama mojados y nos tapamos con las sábanas gruesas de la cama, que había puesto nuevas mi madre esa misma mañana.

A la mañana siguiente nos despertamos entre las sábanas húmedas y muertos de frío.
Seguidamente nos duchamos y nos secamos debidamente.

Tu me pusiste crema en el cuerpo, me hidrataste los labios con cacao y me secaste el pelo con el secador cuidándote de no enredarme el pelo.

Incluso me preparaste unas bragas con una compresa por que sabías que estaba en mis días.

Nos pusimos nuestro chándal de andar por casa y en agradecimiento a como me cuidaste por la mañana te preparé el desayuno.
Unas tostadas y unas fresas a las que rocié un poco de azúcar por encima.

Nos hacíamos miradas mientras recordábamos lo que había pasado esa noche.

Mi madre entró en la cocina y notó en el ambiente que estábamos demasiado positivos y aunque suene muy ñoño felices y enamorados.

Obviamente preguntó lo que sucedía por que ella sabe que los dos somos personas bastante frías y distantes.

Entonces fue cuando me entró aquel miedillo de saber si se había percatado de lo sucedido aquella noche.

Pero para nuestra suerte mi padrastro ronca muy alto y nuestras habitaciones estaba bastante alejadas por tanto ellos ni se percataron.

Nos pidieron a ver si queríamos ir a comer con ellos al puerto de Alcudia pero nosotros teníamos que arreglar unas cuantas cositas de la habitación y nos negamos a ir.
Por que bueno todo lo que sube baja, y después de lo de anoche mi lado de la cama parecía una escena de Tarantino.

Metimos las sábanas a lavar y seguidamente a la secadora, encogieron un poco. Pero a penas unos centímetros, digamos q el edredón entraba más justo.

Mi habitación, ahora nuestra habitación estaba pegada a la cocina.
Justo al entrar por la puerta veías la cama, de matrimonio con sábanas blancas, un cabezal de piel blanco y mesitas de noche a cada lado de la cama con sus respectivas lamparitas.

En tu lado, el derecho, había una foto mía junto a la de tu familia. Una botellita de agua y tu reloj que solo te lo ponías antes de salir.

En mi lado de la cama por supuesto no faltaba una foto nuestra, una velita y la caja del aparato q tenía q ponerme por las noches para dormir.

Seguido a la puerta se encontraba mi mesa de escritorio, a la izquierda, contaba con un ordenador de mesa mac, una impresora y unos lapiceros en los q la mayoría de bolis no escribían.
Después de mi mesa venía una puerta corredera semitransparente que daba al baño.
El baño era sencillo un lavabo con uno de esos espejos q se abren el wáter y una de esas duchas enormes de cristal transparente.

A la derecha de la puerta de entrada al cuarto también se encontraban cuatro armarios empotrados, tres míos y uno tuyo.

Y allí prácticamente vivíamos, como animales de cueva.
Nos traíamos la comida de la cocina y comíamos allí.
El lugar de ir al salón a ver la tele mirábamos netflix en la habitación.

Nunca acabé de entender como es que mi madre permitía que vivieras con nosotros, si te digo la verdad a mi padre le horrorizaba la idea.
Y como mi madre me veía feliz supongo q te dejaba vivir conmigo.

Me acuerdo que el primer mes que viviste en mi casa te hacían dormir en el vestidor de mi madre con una cama plegable.
Como la puerta estaba enfrente de la mía siempre te colabas en mi cama y por la mañana te volvías al camastro ese.
Algunas veces era al revés, yo iba allí a dormir contigo y en verdad me encantaba, por q como la cama era individual teníamos que dormir muy pegados. Aunque pasásemos mucho calor.

Al final mi madre se acabó enterando que que dormíamos juntos y como no pudo evitar que lo hiciéramos te dejó mudarte a mi cuarto.

Aunque cuando viene mi hermanastra, que suele ser un fin de semana cada mes, tu tienes que volver allí. Debido a que es una de esas pijas q prefiere dormir en una cama buena a estar en un camastro.
Encima duerme en mi lado.

Después de haber hecho la cama con las sábanas recién lavadas pensamos como aprovechar el último día que nos quedaba juntos.
Tu te ibas a visitar a tu familia y yo como tenía que acudir a clase no podía acompañarte.

Pensamos seriamente en follar de nuevo pero no éramos una de esas parejas ninfómanas.

Así q para aprovechar el resto de día que quedaba encargamos pizza para comer y vimos películas por el ordenador.

Nos pasamos toda la tarde abrazados ya que pasaría un mes hasta que te pudiera volver a tocar.

Tu taxi te vino a buscar a las ocho y te dejé marchar con una sonrisa y un chupetón en el cuello de recuerdo.
Te he de confesar que al cerrar la puerta de mi casa cuando ya no podías verme se me escaparon varias lágrimas. Y estoy casi segura de que a ti también.
No quería que te preocuparas por mi y que disfrutaras del tiempo que tenías para estar con tu familia.

Me prometiste que llamarías nada mas llegar.
Y así cumpliste al día siguiente nada más aterrizar me llamaste y es que joder tan solo habían pasado veinticuatro horas y ya te echaba en falta.

Man & WomanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora