JIMIN

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El incesante tono del celular fue el que lo despertó.

Tenía la cabeza apoyada sobre la mesita de la sala de su amigo Han Young-soo. El cuello le dolía horrores y se preguntó cómo había terminado de aquella manera. Su mente era un caos, acompañada de la bruma de la resaca por haber bebido demasiado la noche pasada. Alcohol. Sí, era eso. Recordó de pronto que no había podido negarse a tomar un par de tragos con Young-soo después de que saliera del trabajo, pero ¿habían bebido tanto?

Masajeó un suavemente la parte trasera de su cuello y soltó un gemido de pura satisfacción al sentir sus dedos presionar la zona tensionada. Odiaba beber de aquella manera. No se incorporó de inmediato, a pesar de que el celular no dejaba de sonar tan fastidiosamente. ¡Sentía que su cabeza iba a explotar, por todos los cielos! Al tercer tono de cinco llamadas seguidas, su buzón de voz se llenó, puesto que el aparato había dejado de sonar del todo.

Menos mal...

Latas de cerveza estaban esparcidas por todas partes: encima de la mesa le rodeaban un par de ellas; en la alfombra gris de la sala y en el sofá de tres piezas de Young-soo. Y hablando de su amigo...

Jimin se levantó con un pequeño espasmo en la columna vertebral. Genial, aparte del cuello, estaba jodido de la espalda. ¡Benditos veintisiete! Con una mueca logró recargarse en el sofá mullido y buscó con la mirada a su amigo.

Nada. No estaba ahí.

Con un esfuerzo sobre humano alcanzó su teléfono, que estaba en una esquina del sofá gris revesito de gamuza suave y lo desbloqueó. En la pantalla aparecía un nombre: Yun Dak-ho, quien era, para la desgracia de Jimin, su actual pareja. Decidió que lo que fuera que quisiera Dak-ho podría esperar. Debía esperar, mejor dicho.

- ¡Young-soo! - gritó, pero parecía que su amigo se había esfumado de la faz de la tierra. - Maldito imbécil - murmuró para sí.

Cuando se puso en pie el mundo bajo él giró y se retorció horriblemente. Para resguardar su integridad se dejó caer de culo en el sofá, que al contacto le alivió solo un poco el dolor de espalda. Debía de dejar de beber de esa manera si no quería padecer lumbago a tan corta edad.

Recargó la cabeza contra el respaldo para ver si se aliviaba la presión que sentía en el cuello y así fue. Cerró los ojos en un gesto de placer que no tenía nada que ver con lo sexual.

Mmmh, sí. Justo así se quedaría.

Pero su minuto de calma fue interrumpido por el sonido de la puerta de entrada al abrirse y cerrarse con fuerza. Por el pasillo que daba al lugar en donde Jimin estaba, apareció Young-soo, con unas bolsas que desprendían un delicioso olor a comida calentita.

- Despierta holgazán, he traído la cura a todos tus males. - La voz divertida de su amigo hizo que Jimin abriera los ojos. Bueno, también el hecho de que le apetecía comer algo lo más pronto posible.

- ¿Haejangguk? - preguntó, refiriéndose a la sopa tradicional para curar la resaca.

- Sí. Y aparte he traído bocadillos hotteok que tanto te gustan - se acercó al centro de la sala y comenzó a empujar las latas vacías hacia todas partes, sin importarle que unas cuantas chorrearan cerveza sobre la alfombra. ¡Hugh! -. Es la forma de agradecerte por acompañarme a beber anoche. La verdad es que no estaba seguro de que aceptaras, pero cuando abriste la décima cerveza... - dijo echándole una mirada que a Jimin le pareció desagradablemente graciosa.

- Debo seguir los consejos de mi madre y dejar de seguirte a todas partes. - Young-soo hizo un bonito puchero sacando el labio inferior. Jimin casi le lanza el celular. Casi. - En fin, hay comida que es lo importante.

Something In The RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora