Yue, la bruja cinéfila

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Eran plenas doce del medio día, cuando una figura menuda, ataviada en gruesos y coloridos ropajes desfilaba campante bajo los cruentos rayos del sol.

Cascabeles, se llamaba; juglar y portavoz de la Regencia en el Reino Naranja, y tenía una misión que cumplir.

Caminando a paso certero se desvió de las típicas callejuelas adoquinadas hacia los senderos del bosque, rumbo a la cabaña embrujada.

Ahí, en medio del verdoso campo, una casa de madera y tejas rojizas se alzaba en todo su derruido esplendor. Los cristales estaban tintados y las cortinas cerradas, la chimenea estaba apagada y la puerta; aunque cerrada, no tenía algún seguro o barrera mágica que protegiera la vivienda de visitantes indeseados; y no es que él lo fuera, obviamente.

Giró el picaporte, y dio un paso al frente. Como de costumbre todo se hallaría sumido en la oscuridad, exceptuando ese rincón en la sala, donde un artilugio; demasiado moderno para su gusto, profería estrambóticos ruidos y despuntaba cegadoras luces, que de no ser por las gigantescas gafas que empleaba su dueña, hace mucho la hubieran cegado.

—¡Yue! —gritó el bardo, sobresaltando a la chica rubia que del susto había volteado sobre el piso un cuenco de palomitas que tranquilamente estaba engullendo—. Han pasado tres días desde la ultima vez que la regente te vio. ¡72 horas en las que apuesto estabas viendo el mismo maratón estúpido de Star Wars!

—¡Blasfemias! ¡Hereje! —chilló la joven bruja poniéndose en pie—. Ha salido una peli nueva, Cascabeles. Cada vez que sale una nueva hay que ver primero las anteriores, para no alterar el orden cronológico de las mismas —explicó, como si esto fuera algo obvio.

—Me da igual, la última vez estuviste una semana afuera, Yue. ¡Una semana completa! —le recriminó—. ¿Tienes idea de lo preocupados que estábamos todos? Yliegi estabas llorando. ¡Llorando a moco tendido!

—¡Es que él murió, Cascabeles! —chilló con voz rota—. ¡Murió, y ni siquiera mi magia pudo salvarle de un cruel destino!

—Por ultima vez, Yue... ¡Tony Stark no estaba vivo para empezar! Era un personaje, un per-so-na-je —replicó fastidiado—. Y ahora vístete. Hay trabajo que hacer.

—¿Trabajo... para mi?

—Si, no preguntes por qué, pero los regentes piensan que te servirá para "integrarte" en el reino. Así que venga, prepárate. Tenemos mucho que hacer esta tarde.

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Tanda abierta próximamente, estamos en entrega de premios por ahora

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