Muerte: Después de ahora

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El bastón del señor golpeaba rítmicamente contra el asfalto. La oscuridad engullía su sombra. Los faroles titilaban y se apagaban cuando él pasaba, con su pulcro traje negro recién planchado. Sin embargo, no era él el responsable de aquel extraño suceso. Era aquella sombra que se ergía tras su espalda, la que seguía cada paso que el hombre daba, cada vez más cerca. Él era quien extinguía las luces parpadeantes de esa noche misteriosa, abrazando con su manto oscuro las lámparas de la calle. Repentinamente, el hombre se quedó parado. Dió media vuelta, quedando cara a cara con la sombra.
- Has tardado mi querida muerte. Pensé que llegarías antes.
- No es mi culpa- habló la sombra con voz tenebrosa- la medicina a mejorado en estos tiempos. Los doctores, con su tal ciencia, que creen que pueden vencerme. Pero sólo lograron retrasarme. Soy inevitable.
- Eso ya lo sé - habló el hombre cansado - Intenté decirles, pero no me escucharon. Nunca escuchan, no te aceptan.
- Raza de hombres ignorantes - escupió la muerte furioso - ¿No saben que su miedo es infantil e inútil? ¿Que yo llego cuando es necesario y nada puede cambiarlo?
- Ya basta de charla - el hombre golpeó con su bastón el suelo de piedra - Tu llegada ya se retrasó demasiado. Llévame, estoy listo.
- Ese es el problema- dijo la muerte con una rabia peligrosa en su voz - Ustedes nunca están listos.

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