2 | el karma

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— ¿donde se fue tu hermano? — la anciana se detiene a su lado y ve lo que está haciendo su nieta — oye, oye, estás preparando demasiada comida — su abuela la golpea en la frente con su cuchara se madera a lo que ella protesta.

— deje ya de golpearme, Ceciliana, soy una adulta — protesta mirándola con el ceño fruncido.

La mujer la mira y levanta la cuchara dispuesta a golpearla de nuevo — oigan a esta mocosa, ni siquiera sabes bien como limpiarte el culo después de ir al baño y ya te crees capaz de enfrentarme. ¡a tu edad ya era una mujer responsable! ¿cuándo planeas casarte o piensas pasarte toda la vida aquí?

— a mi edad usted no tenía nada con qué entretenerse así que se las pasaba de calenturienta con el abuelo, ya tenía como cuatro carajitos, doña — replica a sabiendas de que la anciana querría golpearla, pero antes de que pueda hacerlo la chica rodea el fogón, manteniendo su distancia.

— te voy a pegar la cuchara en esa boca floja — amenaza rodeando el fogón, pero Rin también lo hace.

— ¡está bien, está bien, me rindo! — grita con diversión a la vez que levanta sus manos llenas de harina. — si me perdonas te diré algo muy importante.

Ceciliana entrecierra sus arrugados ojos — no intentes engañarme.

— no te engaño, estoy preparando cena de más porque va a venir alguien.

La mujer se detiene para mirarla con una de sus delgadas cejas enarcada — ¿quién?

Rin esboza una sonrisa diabólica y mira a la pared de madera donde Ceciliana tiene enganchados sus calderos, pensando en cobrarse todas las que le ha hecho su idiota hermano.

El golpe que recibe en su frente la hace salir de su ensoñación. Protesta llevando sus manos allí, causando que su rostro se ensucie de harina — deja de mirar la pared como loca y habla, no crees suspenso que no me gusta.

Cansada la chica se detiene un segundo para apoyarse de sus rodillas e intenta recuperar el aliento. Sus piernas le duelen de tanto caminar y siente como si estuviera caminando sobre clavos pues está descalza ya que no puede usar sus zapatos de tacón y el caminar descalza sobre la maleza no es tan divertido como se pensaría.

— ¿por qué te detienes? — pregunta el hombre deteniéndose para mirarla mientras se lleva una menta a la boca.

Ella le sonríe, tomándose su tiempo para respirar — ¿sabes algo? No me considero una persona inteligente, soy la más estúpida de mi familia de hecho.

Él levanta sus pulgares en su dirección — el primer paso al éxito es aceptarlo.

Ella asiente y toma una profunda bocanada de aire — tampoco soy muy creyente, de hecho discuto la mayor parte del tiempo con lo que sea que nos haya dado la vida, pero de lo único que sí estoy segura es que, tarde o temprano a todos nos llega el momento de pagar por nuestras acciones — sonríe mientras se incorpora — ya sea en esta vida o en la otra todos pagaremos y créeme que el karma es una perra, Ren.

— ajá ¿y?

— me has traído desde la carretera hasta aquí caminando y descalza entre toda la maleza cuando podías darme perfectamente un lugar sobre Ambrosio y no sé cuánto tiempo ha pasado o cuantos kilómetros hemos recorrido, pero no me ofreciste ni siquiera por cortesía un espacio o al menos turnearnos para ir sobre él, pero está bien — ella levanta ambas manos en su dirección — no tengo problema con caminar, solo digo que, cuando llegue mi turno, voy a disfrutar pisotearte como no tienes idea.

Él se queda mirándola por un par de segundos para luego empezar a reírse en su cara — oye, rara, nunca en tu vida podrás pisotearme así que deja de imaginar cosas en esa cabezota que tienes.

atrapen a la noviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora