"...Hoy te contaré una historia. La historia del hombre que fui y del que soy.
Mientras doy vueltas entre estas 4 paredes, esperando mi sentencia.
Sabía que era peligroso, que su caída, también sería mi perdición, pero, fue imposible evitarlo. Sus o...
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—Karim, lo que pides es una locura. No vas a divorciarte de las treinta mujeres.
El moreno frunció sus labios, molesto. Los abogados de la familia le daban una mirada que vagaba entre el asombro y la incredulidad.
—¿Por qué haría eso, señor Lahsen? —indagó uno de los más jóvenes.
—No estoy pudiendo cumplir con mis deberes maritales.
Los cinco hombres se acomodaron en sus sillas y trataron de que la vergüenza de la conversación no llegara a sus caras.
—¿Desde cuándo?
—Unos tres meses aproximadamente.
—Karim, esto no es sencillo. Tú tienes acuerdos. De hecho, has tomado varias mujeres de una misma familia.
—Voy a hacer todo para proteger su bienestar. El sustento económico está asegurado y responderé por mis hijos. No obstante, me siento incapaz de seguir comportándome como un marido de ellas.
—¿Ha pensado que tal vez si viera a un médico esto se solucionaría?
Karim sonrió y negó con la cabeza. Claro, el problema de la disfunción eréctil fue lo primero que sobrevoló.
—Confíen en mí, lo que tengo no se solucionará con un médico o pastillas. Necesito que lleven adelante este proceso. Lo voy a dejar en sus manos.
Los hombres asintieron y se pusieron de pie para dejar la sala de conferencias.
La conversación que había tenido con Zaid luego de llamarlo y reconciliarse con él todavía resonaba en su cabeza.
«Si consigues que ellas convaliden tus dichos, un juez puede librarte de esto más allá de la sharía. Demuéstrales que eres incapaz de ser un esposo para ellas. Asegura su bienestar económico antes de que entren en pánico, y ellas serán felices. Karim, ellas no se casaron contigo porque te amaban, lo hicieron porque sus familias lo ordenaron, del mismo modo que tú querías hacer con Yamina. Tendrán dinero y serán libres de esa pseudoesclavitud en las que están inmersas, y tú por fin podrás ser quién eres realmente».
Agarró el celular y buscó el número de Hayden. Había intentado marcar cientos de veces desde que se marchó.
—Tres meses y dos días...
Cerró los ojos para frenar el maldito contador automático que tenía en su cabeza.
Llevaba noventa y dos días sin escuchar su voz, sin tocarlo.
Faltaba poco. Nadie sospechaba de su plan, excepto Jair, a quien le había prometido tanto dinero que le había resultado imposible negarse. Se reencontraría con su amor sin importar todo lo que tuviera que atravesar.
***
Yamina abrió los ventanales amplios del hogar que compartía con Hayden. El olor a mar era tan energizante, un pequeño elixir que la llenaba de vitalidad. Comenzó a preparar el desayuno, el cual llevó a Hayden, quien continuaba en su cama. La chica se sentía impotente, sin entender cómo manejar la situación, como si Hayden cayera en un abismo cada vez más profundo.
