"...Hoy te contaré una historia. La historia del hombre que fui y del que soy.
Mientras doy vueltas entre estas 4 paredes, esperando mi sentencia.
Sabía que era peligroso, que su caída, también sería mi perdición, pero, fue imposible evitarlo. Sus o...
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Dos días después, Karim creía que estaba viviendo en una realidad alternativa. Jamás creyó en eso, pero era la única explicación lógica en todo esto. Había perdido su fortuna, su lugar como jefe de su familia, su derecho a volver a pisar la tierra de sus ancestros, la que lo había visto nacer. Era una injusticia. Lo único que agradecía era haber dejado los acuerdos económicos con sus esposas firmados antes de la llegada de la tormenta.
Estaba vivo gracias a Hayden. De no haber sido por él, su vida continuaría siendo un infierno mayor al que vivía. Ahí era donde estribaba la ironía: encontrar felicidad en la desgracia.
No había hablado con él, pero Martin Driesen, quien había seguido todo el proceso, le dijo que se quedara tranquilo, que él le avisaría.
Se despidió de sus hijos, no sin antes infundirles valor para luchar por sus creencias, por lo correcto.
—Vamos a visitarte estés donde estés. Somos tu familia —comentó una de sus esposas.
A la única que no había visto de nuevo era a Jair. Tampoco era que tenía mucho interés en despedirse de ella. Al menos de sus hijos pudo hacerlo.
Tenía más de treinta años y siempre había estado en lo más alto. Era como si a un ángel lo hubieran lanzado a la tierra junto a los mortales y no supiera de qué forma se adaptaría.
El avión comenzó a moverse sobre la pista. Eso era todo. Su metamorfosis estaba a punto de comenzar.
Catorce horas de vuelo y dos horas de turbulencias, que lo habían puesto más nervioso de lo que ya estaba.
«Lo extrañaremos, señor».
Una de las criadas más jóvenes se había animado a hablar.
Karim había asentido y le había dado las gracias.
La realidad era que él extrañaría todo de su vida. Su existencia económica había sido demasiado buena hasta el momento.
Era famoso. Todo el mundo hablaba de él, incluso las azafatas se habían sacado fotos. Rio avergonzado. A su familia le gustaba mantener el perfil bajo, bueno, así había sido hasta su padre y antes de que decidiera casarse con treinta mujeres. Quería dejar su cerebro en blanco al menos unos minutos, pero la maraña de emociones e ideas volvían con la fuerza de un tornado sobre su cabeza. Fue entonces que Hayden cubrió nuevamente todo.
Su cuerpo se estremeció y estuvo a punto de dar un gemido de éxtasis al pensar en él.
¿Cuánto había pasado? Su parte baja se contraía de anticipación.
Lo amaría.
Lo dejaría al borde del colapso.
—¿Algo para comer? —La aeromoza se acercó amable.
Estuvo a punto de pedirle un Hayden Phillips en bandeja.
—No, gracias, solo agua.
La chica frunció el ceño, preocupada.
—¿Sabe? No es mi problema, pero se vería mejor para su novio si comiera un poco. Luce cansado.
Cierto, todo el mundo sabía a qué iba a Sudáfrica, cómo se enredaría con su novio, los fuegos artificiales, etcétera.
—Está bien. —Asintió algo avergonzado, más por presión que por otra cosa.
