𝚝𝚑𝚎 𝚕𝚒𝚐𝚑𝚝𝚑𝚘𝚞𝚜𝚎._

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El Equinoccio de Primavera y la Temporada de las Flores de Cerezo
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Estaba tan quieto que podría imaginarse el suave sonido de los pétalos aterrizando en el cemento con mansedumbre y el rocío disipándose en las ráfagas de aire frío, llevando los pétalos lejos, yendo a volar el gris cielo, como cubierto por un velo...

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Estaba tan quieto que podría imaginarse el suave sonido de los pétalos aterrizando en el cemento con mansedumbre y el rocío disipándose en las ráfagas de aire frío, llevando los pétalos lejos, yendo a volar el gris cielo, como cubierto por un velo; haciéndolo sentir como si fuese siempre la tarde, como si respirase humo. Era así de quieto, en la bóveda que lo alojaba, ni su respiración rompiendo el silencio.

El balanceo de una mano llamó la atención de su vista, hasta el momento adherida a la ventana como si no existiese nada más que debiese ser observado. Girándose, descifró las vocales que describieron sus labios, apenas oyendo la voz que llamó su nombre, y ajustó los botones tras su oreja a favor de oírlo apropiadamente, encontrando en el acto que los pétalos y los rocíos carecían de ruido, opacado por el ruido de cosas que hace no mucho descubría que emitían sonido.

—¿Se queda?

Jeno miró en derredor, a la pizarra verde tras el hombre, tachonada de borrones del polvo blanco de los restos de la tiza, el borrador en la mano del hombre. Jeno movió ligeramente la cabeza en forma de asentimiento, sin poder evitar aturdirse por la cantidad de ruido indeseado que viajaba con el puro aire, con ese humo.


Lee Jeno, el profesor escribió, arrastrando la tiza con dos dedos de la mano izquierda, llevándose el costado de su mano restos de la tiza. Luego el hombre se gira, levantando el dedo vagamente a alguno de los estudiantes, Jeno sigue la punta de su índice con la mirada. Y cuando voltea, no existe más ruido que el de la tiza rasguñando el pizarrón, y el nombre que acompaña al suyo es Na Jaemin. Ya era usual que solo dos personas se quedaran; todos tenían miedo, incluso el profesor, cuya mano ni siquiera temblaba mientras escribía, aunque estuviese rebosante de impaciencia por irse.


15:29, un minuto para el toque de la campana. Jeno pulsó un botón, y las voces y las historias que contaban se envanecieron hasta que no pudo oírlas más. La campana fue un zumbido cuando las agujas se alinearon en el seis, a lo que el hombre canoso guardó la tiza, y se asomó por la ventana para sacudir el borrador contra el marco, partículas de polvo cayendo inadvertidamente sobre las plantas que se marchitaban sobre el alféizar. Después de eso el hombre se fue, uniéndose sus pasos a la estampida de estudiantes. Para ese momento Jeno aún no se levantaba, en cambio, su compañero de clases sacó una botella de agua de su bolso y se acercó a la ventana, vertiendo delicadamente el agua sobre la tierra que contenía el tallo de las azaleas. Jaemin notó un evidente contraste entre la planta que regaba y el árbol de jade en la maceta rojiza, a un lado, cual si esta última mantuviese su vida inmutable, como si le robase su vida a la otra por su propio beneficio.




Quiescent Trill ◞ nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora