𝚝𝚑𝚎 𝚝𝚛𝚒𝚕𝚕 𝚘𝚏 𝚋𝚒𝚛𝚍𝚜._

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La primera vez en que Jeno descubrió que podía susurrar, estaba junto a Donghyuck, hace un año, hablando sobre las velas de su cumpleaños, y mientras soplaba, deseó:

"Voy a conseguir una novia, y besarla en el faro, con un arcoíris detrás".


Donghyuck rió, y cuando la sorpresa del descubrimiento tomó forma en la expresión de Jeno, rió más fuerte. Y le explicó que sí, que así se susurraba; y Jeno no sabía que sería lo único que haría un año más tarde —y eso era una pena, porque cuando aprendió a hacerlo, le fascinaba gritar—.

Y él tampoco sabía en ese entonces que Donghyuck no estaría allí más.

Cada vez que lo piensa, hay un miedo incipiente que le oprime el pecho: si acaso la voz que había escuchado siempre venir de Donghyuck era de verdad su voz, si no estaba distorsionada por los auriculares, o por sus oídos ineptos.


El recuerdo se desvaneció con un suspiro, mientras Jeno se apoyaba en el antepecho. Esos no eran momentos ya, eran solo recuerdos, y cuando los revivía con avaricia, seguían siéndolo; un momento capturado en una fotografía, en las lejanías de un tiempo acabado; escenas que reproducía su cabeza, como una película, pero no eran reales ya.

Era extraño pensar que se había ido, que no estaba ya, y que nunca volvería a estar aquí. Y el paraguas que usó y las carcajadas que burbujeaban de su garganta y la gente que aún lloraba por él, y él mismo que aún lloraba por Donghyuck, y por Yoonoh, y por su propia vida.


E incluso de no haber sido aquella su voz, debió haberla atesorado más. Los acordes de su risa, los de su canto y los de la voz que usaba todos los días.



Un dedo se hundió suavemente en su mejilla, viniendo de la izquierda, por lo que Jeno se giró. Allí estaba Jaemin, brillante y hermoso, ofreciéndole una fotografía, había además una especie de ofrecimiento en sus ojos. Y cuando el pelinegro la sostuvo, como si se tratase de una joya plaqueada de oro, sonrió, como si no estuviese a punto de llorar segundos antes.


Era el faro, inmóvil, cuasi emergiendo de las olas detenidas, como si se les hubiese puesto pausa. Y el arcoíris estaba permanentemente capturado allí, como si los días estuviesen despejados siempre. Las olas parecían recogerse, reuniendo fuerzas para impulsarse con más intensidad que de no haber sido detenidas, cual si, de dejar de observarlas, recobrarían vida; y el arcoíris podría marcharse en cualquier momento, desvaneciéndose en la palidez del cielo.



Quiescent Trill ◞ nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora