Capítulo 6

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Deka siente que sus nervios estallarían, el día anterior no hizo la tarea de matemáticas; con suerte, Ruby sí la hizo y se la estaba pasando

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Deka siente que sus nervios estallarían, el día anterior no hizo la tarea de matemáticas; con suerte, Ruby sí la hizo y se la estaba pasando. No quiere ser reprendida por su profesor, quiere una sana vida en la que no perteneciera a la dirección, ni a la citación de representante.

Espera que su profesor no se de cuenta de que lo había copiado de alguien más, no quería causarle molestias a Ruby. Para variar, hace tanto frio que su nariz se tornó de un color rojizo, no ha traído suéter, los de lana que le da su abuela son acogedores; soba sus manos, también aplaudía, por esta acción, muchos de los que pasaban se le quedaban mirando.

Su amiga anda parlanchina ese día, hablando de su tío, sus primas que la van a visitar, etcétera; en realidad, no le está poniendo mucha atención a lo que dice, está concentrada en los números que le hacen doler la cabeza. No es la primera vez que se siente así, y mentiría si dijera que nunca antes se ha sentido tan nerviosa en su vida, una de las desventajas de ser una persona distraída, es ponerse al día con los asuntos que ocurrían —u ocurrieron— a su alrededor.

Después de matarse tanto y de casi abollar sus dedos y ser una perfecta pieza de lego con su bolígrafo, el profesor no dio clases, se le surgió un inconveniente; muchos de sus compañeros respiraron aliviados y corearon de felicidad, hasta Ruby, que ha hecho la tarea. Deka está enojada, sus dedos fueron torturados por nada, su cabeza le duele, no sabe si es por el clima o por los números, tal vez ambos.

—Oye, Deka, ¿quieres de mi merienda? —Ruby le tendió un sándwich de atún, ella siempre trae dos cuando su madre le prepara.

—Sí —respondió con desgana.

—¿Qué te pasa?, ¿estás enferma? —Tocó su mejilla varias veces.

—Me duele la cabeza, siento que en cualquier momento, estallará.

—Vamos a la enfermería.

Con suerte, la vieja y amable enfermera, pudo darle una pastilla para el dolor de cabeza, e hizo que casi todo el receso estuviese acostada en aquella camilla. Menos mal que la enfermería no está fría como en otras veces, es pequeña, pero muy útil.

Cuando terminó el descanso, volvió a retomar las clases con normalidad, a pesar que se está distrayendo con la extraña ardilla que tiene su maestro de deportes, menos mal que no se metió en problemas por eso.

Cuando volvía casa, junto con Ruby y su tío, Deka se fijó en algo que le pareció extraño, la  criatura de un hombre, se le hace monstruosa, camina clavando las garras en el suelo con hostilidad, tiene dientes tan grandes que no puede cerrar bien l...

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Cuando volvía casa, junto con Ruby y su tío, Deka se fijó en algo que le pareció extraño, la criatura de un hombre, se le hace monstruosa, camina clavando las garras en el suelo con hostilidad, tiene dientes tan grandes que no puede cerrar bien la boca, su mirada aterradora se fija en ella y en Ruby, como si quisiera tragárselas, esos ojos negros irradian maldad. Tragó. Ese animal le da miedo, pero no sabe si el dueño es peor o más aterrador.

Al llegar a casa, se encontró con una grata sorpresa, su primo Owen vino de visita. De todos sus primos, Owen es su favorito, trabaja como un gran camarógrafo, está estudiando mucho sobre cinematografía. Su querido primo es regordete, decía que su madre le había consentido mucho con la comida, tiene un cabello alborotado y una risa contagiosa.

—Pequeña ratoncita, escuché que tienes una cámara, ¿la puedo ver? 

Deka había asentido con una emoción al galope. Su cámara aún está guardada en una de sus gavetas, con suerte, su primo podría enseñarle cómo se usa.

Manejar una cámara no es tan sencillo, eso es lo que le ha explicado su primo. Cuando vio la cámara, silbó del asombro, un silbido que le ha dado risa.

—No está mal, no es tan complicada como mis cámaras, la que uso es una Canon 6D Mark 2, con varios lentes de enfoque. ¿La puedo encender? —Deka asintió—. Veamos qué tenemos aquí —murmuró. Presionó el botón para encender y apuntó el centro de mesa—. No está mal, mira. —Ella miró la pantalla de la cámara—. Si quieres que te salga bien, no debes mover la cámara, porque si la sacudes un poco—. Movió ligeramente la cámara, como si le hubiese temblado la mano—. Se pone borrosa, ¿ves?

—Es genial. Enséñame. 

Owen le entregó la cámara.

—Apunta la canasta de frutas —Siguió sus instrucciones—. Ahora presiona el botón de arriba —Al hacerlo, lo que había tomado, desapareció—. Hunde este botón que está aquí, te mostrará la foto que tomaste.

—Salió borrosa —dijo decepcionada.

—Es un avance, sigue practicando. Presiona el botón que está aquí para que te salgan las opciones, aparecerá la de borrar.

—Gracias.

—Hija —llamó su madre—. Tu maestro quiere que asistas a clase ahora. —Una de las cosas de ser el quinto elegido, es que no tenía que decírselo a su familia.

—¿Entonces es verdad que estás tomando clases particulares?, pensé que la tía Emireth estaba gastándome una broma.

—Créeme, no estoy bromeando.

—Mamá, ¿y mis zapatos rojos? No los encuentro, esta mañana no los vi.

—Se están secando, usa los del colegio, esos se te ven bien. —Miró a Owen con una sonrisa casi forzosa—. Jagger vendrá pronto, ¿lo esperarás mientras llevo mi hija a sus clases?

—Por mí no hay problema, no me iré sin despedirme del tío Jagger. —Sacó un par de mentas de su bolsillo—. ¿Quieres unas, ratoncita? Así no marearás a tu profesor cuando abras la boca.

—¡Ey!

—¡Ey!

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El Bosque de ArenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora