Los villancicos suenan de fondo ambientando la noche, todos con sus platos al frente listos para cenar.
Mi marido a mi izquierda y del otro lado nuestra hija recien graduada de Abogado. Al lado de mi marido, nuestro hijo, con su novia e hijo. Con 52 años ya soy abuelo y no puedo ser mas feliz.
Al frente tengo a mi mamá, que vive con nosotros desde la muerte de mi padre. Todos juntos en una mesa redonda que nos brinda intimidad.
La imagen de mi familia reunida me llena de emociones, siento como la vista se me vuelve borrosa debido a las lagrimas que se me acumulan.
Antes de empezar a llorar, pestañeo, tomo mi copa y me levanto.
—Creo que diré unas palabras
Mi esposo toma mi mano libre mientras sonríe, todos me ven y empiezo mi discurso:
—Recuerdo mi terror hace 25 años atrás, con dos niños en los brazos preguntándome si haría un buen trabajo, tenía miedo de no estar a la altura. Por suerte su padre no perdió la cordura y supo tranquilizarme —aprieto su mano mientras lo pronuncio —juntos logramos criarlos, uno apoyándose del otro.
—Dos papás... siempre tuvimos la preocupación de si tendrían problemas al crecer sin una figura materna, pero creo que no fue así.
"Cuando llegaron a la adolescencia y nos dimos cuenta que son heterosexuales entre en pánico "!no sabre educarlos, no tengo la mismas experiencias que ellos tendrán¡" pero resultó que sabía mas de lo que suponía, sus abuelos— dije mirando a mi madre —me criaron como heterosexual, así que solo seguí su ejemplo. Me hubiera gustado que me fueran dicho las cosas que necesitaba saber, pero no los culpo, hicieron lo que pudieron con sus conocimientos que luego me fueron muy útiles.
Todos se pusieron de pie y nos abrazamos. En ese momento solo podía pensar en que tengo una familia, estamos juntos y nos queremos. Nada mas importaba.
Me separe un poco y continúe.
—Tantas veces me dijeron que nada buena saldría de esto, que no era natural, que mis hijos serían incompetentes e inadaptados, vivir todos estos años con trabas en el trabajo, problemas en la escuela que nos llevó a mudarnos casi anualmente.
"Permití que las palabras de la gente me afectarán, los inconvenientes me desmotivaran pero una fuerza me llevaba a luchar todos los días: el amor por mis hijos. Por ustedes.
"El amor que siento por ustedes dos me hacía hacer cosas que en otras sircustancias no fuera hecho.
A cada uno le corrían lágrimas por la mejillas sin dejar sus sonrisas. Una situación que en otro momento me parecería demasiado cursi.
Mi marido y yo formamos una familia. Dos hombres lograron cría a sus hijos, prepararlos para la vida.
—Si estos es un pecado, pues bendito sea este mal, por que nada malo puedo encontrar en el amor que siento por ti —digo y beso a mi esposo —y en la familia que hoy formamos.
—Bueno basta de cursilerias, comamos.