sweet (adrinino)

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—Oh, joder, ahí... ¡Ah-!

Las piernas de Adrien ya no podían sostenerse solas, estaban totalmente debilitadas, todo gracias al placer, apenas enganchadas se mantenían, por la espalda de su compañero.

—¡N-no! Nino, ¡Nino no vayas más despacio!

Sabía que lo hacía sólo para probarlo, para molestarlo.
Siempre lo hacía.

El nombrado río y bajó su rostro hasta que se perdió en el cuello de Adrien, lo mordió suavemente, también succionó, saboreándolo. Él gimió más fuerte, como si no hubiese nuevo amanecer, como si lo único que importase fuera ese momento.

Nino siguió despacio, entrando y saliendo de su amigo con cuidado.
Adrien estaba al borde de las lágrimas, a veces no soportaba el trato tan dulce del moreno, que con sus ojos miel lo miraba, más allá de comérselo, desnudaba su mente y lo dejaba vulnerable y a su merced.

La manera en la que el placer sexual se combinaba con dolor sentimental no era la mejor de las mezclas.
Adrien podía perfectamente sentir el miembro ajeno golpear contra su próstata, pero era lento, hasta tortuoso.

Nino enredó sus dedos con los del rubio. Y Adrien lo sujetó con fuerza, dejando escapar una lágrima, que corrió por su mejilla hasta morir en la almohada barata de la cama de su amigo.

...

Las dos de la tarde, un horario peculiar para despertar y hacerse el desayuno.
Pero ahí estaba Nino, totalmente fresco después de una larga sesión de sexo intenso con Adrien, quien ahora dormía tranquilo en su cama, sin querer enterarse del mundo hasta en una hora.

En cambio Nino tenía hambre, y pasó a la cocina a ver qué podía hacer.

Así, luego de preparar un café negro y un par de tostadas, el chico se sentó solo en la mesa, y antes de todo, observó el anillo que llevaba en el dedo anular; era el anillo de gato que Adrien siempre llevaba, él se lo había puesto en medio de la segunda ronda.

—Te amo Adrien... En serio lo hago, pero tú no me crees. –murmuró, besando el anillo.