MARIONETAS

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El tacón de sus zapatos resonó con peligrosa cercanía, tenía una dirección fija, el armario. Con la adrenalina a millón, mi hermana y yo nos encomendamos a todas las deidades habidas y por haber.

¿Saldríamos airosas de esto?

Viéndolo desde el punto en que se viere, estábamos acorraladas. No había donde esconderse, ni a dónde huir. Solo era cuestión de tiempo para que ella abriera la puerta y nos encontrara a las dos fisgoneando en la privacidad de su habitación, oyendo cosas, que, en teoría no deberíamos escuchar.

Pilar se acercó a mi lado y me sujetó la mano con fuerza.

Ambas contábamos aquellos segundos que prolongaban nuestra agonía de forma maliciosa. Mi corazón latió con tanta fuerza que mi respiración comenzó a entrecortarse y pequeñas puntadas intermitentes cincelaban mi pecho. Mi hermana soltó un par de lágrimas. Me atrevo a decir que era la más afectada de las dos, pues nunca se había enfrentado a algo similar.

¿Tanto miedo, por una simple mujer? Cuestionó la parte razonable de mi mente, pero en seguida me respondí que aún desconocemos de lo que es capaz. Si ella era el titiritero ¿quiénes hacían de marionetas en el mórbido acto puesto en escena? ¿Seriamos nosotros? ¿Cuáles eran aquellos resultados que ella ansiaba esperar y que tenía que ver con esa reliquia familiar? ¿Por qué algo en mi interior creía que aquellas amenazas no eran superficiales? No pude responder con certeza esas preguntas, sólo deducir lo peor.

Un milagro podría salvarnos de esta y debamos ser realistas, nuestra suerte no es tan buena. Mi corazón dio un vuelco y Pilar no pudo evitar soltar un jadeo, cuando la perilla comenzó a girarse. Cerré mis ojos y...

— Blondbob, creo que tenemos compañía...— la voz de Matt nos salvó por el momento.

Recapacité al respecto, ¿compañía? ¿Se refería a nosotras? ¿Acaso nos descubrieron? Una fuerte puntada me obligó a inclinarme hacia adelante y fue gracias a los rápidos reflejos de mi hermana, que el sonido de un quejido fuese suprimido antes de que este quebrajara el silencio que nos agazapaba. Con fuerza buscó oprimir mi garganta contra la palma de su mano.

— Tranquila — susurró a mi oído con voz temblorosa

Solo pude virar el rostro en su dirección y asentir. Pero las ganas de vomitar querían hacer su entrada, mientras que una gran cantidad de lágrimas amenazaban por salir de mis ojos sin dignarse a pedir permiso.

Vaya apoyo moral que resulté.

Ella me devolvió el gesto y luego nos enfocamos en la puerta, entonces la perilla dejó de moverse, sin embargo, la puerta quedó abierta unos milímetros, provocando que las dos tuviéramos que huir de la luz. Nos concentramos tanto en nuestra infundada crisis de pánico, que no nos percatamos de que la esposa de papá había enfocado su atención en otra cosa.

— Ya llegó — escuchamos por lo bajo de ella.

¿Quién llego? ¿Qué sucede?

— Bien, ve a recibirlo como se merece, mujer — ordenó el chico denotando burla.

Luego escuchamos como se reía y se alejaba el osado primo de la última Brouchard, casi podía deducir que aquella reacción fue una respuesta mecánica ante la mirada asesina de su interlocutora. Posteriormente los pasos de nuestra ficticia victimaria se alejaron concluyendo en el portazo que indicaba que ella se había marchado. Fue un leve estruendo, pero a la vez melodía celestial para nuestros oídos.

Sin poder preverlo, una vez en la seguridad que nos brindaba la soledad, nuestras piernas flaquearon en automático, como si hubiésemos corrido un interminable y extenuante maratón. Nos dejamos caer sentadas sobre nuestros tobillos, abrazadas sufriendo los efectos del estrés y la ansiedad de un solo golpe. La llegada de ese alguien nos había salvado la vida, y con ello el alma me volvió al cuerpo.

Malditium Gem (La Gema Maldita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora