Sigma Inicua - Acto III

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III. Fragmentos de realidad

            Desesperado por la fuerza de la lluvia sobre él y los demás, y temeroso por su compañero de trabajo, Marlon le dirigió la palabra en un intento de hacerlo reaccionar –No te quedes ahí parado, José ¡Di algo! ¿Qué es lo que ves allí dentro?- le susurró, mientras que José salía de su ligero trance, tartamudeando un poco antes de responder –Delta...Kara...Kara realmente lo tiene...- fue lo poco que pudo vociferar en ese momento –No sé cómo, pero Kara consiguió hacerlo ceder...- agregó. Al escuchar esto, Marlon pensó pronto en una idea drástica –Bueno, ¿Qué esperas entonces? ¡Entremos a de una vez a frenarlo! ¡Estoy muriéndome de frío aquí!- le contestó. José no se sentía muy conforme ante aquella idea, pero al ver que el pobre de Anthony estaba tiritando súbitamente por la lluvia, decidió arriesgarse y abrir aún más la puerta. El sonido que esta hizo al moverse fue ligero pero audible; no obstante, Karccero se mantenía concentrado en el ritual que estaba haciendo, reacio a atender los ruidos y distracciones externas, y no se molestó en voltearse un poco para ver qué sucedía tras él.

            Con mucho sigilo, el grupo se metió en el templo y se quedaron en un rincón, cuando, de buenas a primeras, uno de los espíritus guardianes del templo los vio, y rápido se fue contra ellos. Ante el terror de verse acorralados por el ser malevolente, todos se cubrieron a sí mismos en un intento vano de evitar ser dañados –excepto Anthony, que, ya con algo de calor recobrado en su cuerpo, tomó aire y -como si de un lanzallamas se tratase- expulsó un intenso fogonazo de su boca, desconcertando –mas no dañando- a la criatura incorpórea. Aprovechando los pocos segundos de confusión en el demonio, él y el resto del grupo corrieron hacia donde estaba Karccero, pero más de los espíritus de los alrededores se les vinieron encima, amenazando con atacar –precisamente- a José (Alpha) y a Marlon (Omega). Y aunque tuviesen relaciones –fuesen biológicas o sociales- con los tres presentes (A, D y W), Anthony y Marcus no estaban "oficialmente" conectados con el mundo subconsciente, y por ende eran invisibles para los guardias del templo.

            Marlon y José, aunque esquivaran a los seres incorpóreos que se iban contra ellos lo mejor que podían, de igual manera salían (ligeramente) lesionados a nivel superficial. Marlon se llevó un par de cortadas en el lado derecho de su rostro que quebraron parcialmente su piel y revelaron una brillante capa azul marino debajo de esta, mientras que José pasaba por una situación similar, solo que, en vez de ser unas meras cortadas, lo que recibió fue un certero golpe que lo impactó en el costado derecho de su cara, el cual, si bien no le rompió el cristal de sus lentes, sí le "quebró" medianamente fuerte la mejilla, revelando una capa escarlata ligeramente oscura bajo su piel. Esto, de por sí, ya era mala señal, pues romper la línea dimensional que había entre su mundo y el cosmos era algo arriesgado, y las consecuencias para ellos podrían ser fatales, por lo que, antes de que las cosas se les fueran de las manos para ambos, el detective sacó aquel reloj que su difunto abuelo le había dado, e imponiendo su energía Alpha sobre el tiempo y espacio, abrió el reloj, tomó las dos manecillas de este (la de los minutos y la de las horas) y las adelanto al 12 –aunque con la de los minutos un minuto –valga la redundancia- antes de la de las horas; y cuando la manecilla de los segundos llegó al mismo punto (al mismo tiempo que la de los minutos se acomodaba adecuadamente en la 'hora pico'), a las tres las 'congeló' ahí con un solo toque de su dedo índice, para luego quitar los mismos de ahí y cerrar el reloj. En ese mismo momento, una fuerza rotunda se desprendió de su ser, la cual, al hacer contacto con los demonios, los aturdió (y en cierto modo los dañó) severamente, dejándolos tumbados en el suelo (e incluso aterrizando sobre algunos de los calderos, pero al ser seres intangibles en esta realidad, no tiraron alguno de estos siquiera). Pero además de a los mismos espíritus, la fuerza de Alpha también aturdió –mas no dañó- a Karccero, quien dio con la boca al suelo –aunque sin tocar el círculo dibujado ahí- al sentir el empujón, y perdió toda su concentración en lo que estuvo haciendo desde hace ya un buen rato. Apenas recobró el sentido, el Drakka manipulado sacudió su cabeza un poco para luego levantarse de su posición, y al darse vuelta sutilmente –aprovechando que el grupo entero estaba distraído con lo que acababa de suceder- le rasguñó fuertemente al detective en la espalda en un movimiento rápido, tumbándolo al suelo y botándole los lentes, mientras que este soltaba un alarido angustioso en el proceso y se agarraba el costado en donde sentía más fuerte el dolor de la rajada. Todos se sobresaltaron ante esto, mientras que Omega se iba hacia él con miedo para revisar que la lesión no hubiera sido muy fuerte. Pero dentro del grupo ahí presente, el que realmente sintió el frío del miedo recorrerle la espalda fue Anthony, quien, al ver el realmente cambiado rostro de su hermano, con aquellas marcas negruzcas que corrompieron sus marcas natales representantes de su especie elemental, y aquel color blanco que había usurpado el morado de sus irises, supo que lo que se vendría más adelante sería algo fuerte.

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