XXV. Venganza

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Su habitación todavía era la misma. La cama estaba perfectamente hecha, colocada junto a la pared en el fondo de la habitación innecesariamente grande. Habían almohadas lujosas y alfombras por doquier. No había ni el más mínimo vestigio de personalidad en la decoración y parecía que nadie nunca había puesto un pie en la habitación. Todo era lo mismo, nada había cambiado adentro.

Salvo por Louis, quien nunca se había sentido tan fuera de lugar como en ese momento. Sus padres lo habían encerrado allí después de que Harry se fue junto a su tripulación, quienes, Louis había escuchado, no habían estado de acuerdo con el plan de dejarlo atrás. Tres de sus hombres habían muerto intentando llegar a Louis, y era desgarrador saber que su lealtad había sido realmente inquebrantable.

"Ya estás en casa," su madre dijo, pero Louis no había estado de acuerdo (y todavía no lo estaba), porque su hogar ya no era un lugar, sino una persona.

Ni siquiera tuvo tiempo para acomodarse porque tan solo minutos después de que su madre lo había dejado solo, una criada entró. "Le hemos preparado un baño, su Alteza," dijo, tenía las manos unidas frente a ella.

"¿Un baño?" Louis preguntó desde donde estaba sentado al borde de la cama.

"Sí, su Alteza."

"Dáselo a mis hermanas, no necesito que me limpien," Louis murmuró, ignorando la mirada sorprendida que recibió ante su vocabulario. "De todos modos, ¿quién te dijo que hicieras eso?"

"Su padre el Rey, su Alteza," la criada dijo, moviendo sus pies de manera nerviosa.

"Mi padre el Rey," Louis se burló, levantándose. "Bueno, puedes decirle a mi padre el Rey que si quiere que haga algo, puede pedírmelo personalmente en lugar de enviar a un sirviente cada tres malditos segundos."

La chica asintió, tenía sus ojos muy abiertos ante la palabrota y su descarada falta de respeto. "Su Alteza," ella dijo en voz baja, haciendo una pequeña reverencia e inclinando su cabeza antes de salir deprisa de la habitación. Louis se sintió un poco culpable por ser tan grosero con ella, pero necesitaba hacerle ver a todos que odiaba estar aquí. Ni un solo segundo en el que Louis iba a pasar aquí, iba a sonreír, a reírse o a verse feliz: odiaba el palacio y casi a todos los que vivían allí.

Casi a todos. Su madre y sus hermanas (y ahora, su sobrino) eran las personas más dulces y amables que conocía, y nunca haría nada para lastimarlas. Merecían ser felices. Disfrutar de sus vidas. Cuando se trataba de su padre, Louis finalmente se vengaría. Ya se había infiltrado en el palacio, llegaría a su padre para terminar con su vida de una vez por todas, iba a ser fácil. Sospechaba que solo le tomaría una semana averiguar cuándo y dónde su padre estaría solo. Le quitaría la vida, dejaría el castillo y nunca regresaría, con suerte encontraría la Odisea Maldita poco después.

Era un plan simple. Ahora solo necesitaba llevarlo a cabo.

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Louis debería haber sabido que nunca hubiera sido tan simple. Fue despojado de todas sus armas y lo mantenían alejado de todas las armerías. También le habían quitado casi todos sus privilegios: no tenía permitido salir, ni caminar solo en ninguna habitación, y fue forzado a llevar un guardia a absolutamente todos lados y casi siempre era obligado a estar en su habitación. Apenas veía a su padre. O su padre lo estaba evitando o simplemente no soportaba estar cerca de Louis: Louis estaba bien con cualquiera, si no podía matarlo, no quería estar cerca de él.

Esto continuó durante un mes completo.

En todo el mes, Louis fue absolutamente miserable. El hecho de que no podía estar físicamente con Harry le daba un dolor en el pecho que nunca se iba, resultado de su vínculo. Louis sabía que Harry también lo sentía, donde sea que estuviera ahora.

A sea without water, a compass without directionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora