♥ Capítulo 2 ♥

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Salí a trotes por la puerta posterior del bar. Cantaba animadamente una canción de Sia que se escuchaba al fondo, haciendo escándalo en el interior del establecimiento. Eran las cuatro de la mañana. La noche había terminado para mí y estaba tan agotada que no tenía ánimo alguno de marcharme con ningún sujeto que hubiera conocido esa ocasión.
Heather me seguía los pasos de cerca, contactando en su celular el número de Raúl.
Me coloqué la chaqueta de cuero rosa eléctrico y fumé un cigarrillo mientras esperaba nuestro transporte.
A lo largo de esa avenida repleta de antros y bares, las últimas personas salían con aspecto de muertos vivientes, pero todos ellos tenían sonrisas en el rostro.
Un reflector a un costado del antro Monet, iba y venía de un lado a otro para iluminar parte del cielo.
Una combinación de sonidos se reproducía por doquier. El embotellamiento de esa calle tan popular que no paraba hasta las seis de la mañana, el barullo de voces aquí y allá y la música de toda clase con distintos decibeles.
También habían variados aromas.
Por un momento pensé en comparar una hamburguesa en uno de los puestos callejeros, pero me distraje con el par de ojos que me acechaban ocasionalmente, entre un grupo de personas a entradas del bar.
Era ese chico de nuevo, Sebastián Mior. Estaba mirándome y apenas me daba cuenta de eso.
Sonreí sin mirarlo, podía ser una chica fácil aunque también me gustaba darme a desear algunas veces.

-¿Conociste al primo de Mike?— pregunté sin mover mucho los labios, temiendo que él tuviera el talento de leerlos.
-¿Sebastián? Hace algunos años que lo conozco. Solía venir mucho de vacaciones por aquí. Supe que ahora se ha mudado permanentemente— murmuró la chica sin quitar su atención del celular que brillaba entre sus manos.
Solo dios sabría con quién diablos podría estarse mensajeando a esas altas horas.
Siempre he pensado que el mundo podría estarse acabando al frente de esa chica y ella estaría más preocupada por lo que ocurre en su celular que por cualquier otra cosa.
Para mi suerte, ella era de las personas que podían estar sumidas en el celular y aun así, prestar atención a mi conversación. Eso me mantenía tranquila.
-¿Si? Bueno. Está mirando hacia aquí. No ha dejado de verme toda la noche— musité y finalmente la curiosidad mató al gato— ¡No lo mires!— la regañé con un gruñido cuando ella levanto bruscamente la cabeza para verlo.
¡Maldición! Heather nunca era discreta.
Rodeé los ojos al verla sonreír y saludar despreocupadamente, moviendo la mano al aire para hacerle notar al tal Sebastián Mior que estaba viéndolo.
-Ahora sabrá que estamos hablando de él, genial— refunfuñé.
-Tranquila, ese sujeto es pan comido... oh... dios, viene hacia aquí— me advirtió con una risita y tuve que mirar para asegurarme de que esa no era otra de sus bromas.
¡Carajo! No lo era.
Suspiré, arrojando el cigarrillo al suelo. No me gustaba fumar al frente de los hombres, me parecía de mal gusto para una chica. Aunque no me importaba moverles el trasero al frente de la cara. Vaya yo y mi doble moral.
-Hola, hola— la voz de Mike se aproximó primero, seguida por la de sus acompañantes que nos miraban como si fuéramos un par de bocadillos en exposición.
Halagaron nuestro baile, nuestro atuendo y todo lo demás.
-¿Estarán aquí mañana?— preguntó uno de los interesados, dedicando una enorme sonrisa a mi amiga.
-Mañana es nuestro día de descanso— bromeó la chica y reí disimuladamente.
-Eso es una lástima ¿Qué otras cosas hacen para divertirse?— preguntó el mismo sujeto y Heather removió su cabello entre sus dedos delgados y enjoyados.
Cuando hacia eso, estaba aplicando la seducción.
-Depende de a qué tipo de diversión te refieras— continuó mofándose y carcajeé junto con ella.
Esa tan solo era una faceta. En realidad no solíamos ser tan descaradas en nuestro día a día, sin embargo el saber que esos chicos no nos conocían y probablemente no lo harían nunca, nos permitía ser atrevidas.
-La que tú prefieras, cariño— sonrió el chico y resoplé, volviendo accidentalmente la mirada al par de ojos verdes que continuaban observándome con casi nada de discreción.
Arqueé una ceja al notar que Sebastián le echaba un vistazo a mi cuerpo. Lo había sorprendido en el acto y cuando levantó la cabeza, se encontró con mi mirada acusatoria.
Se relamió los labios y desvió el rostro de inmediato.
«Vamos, tan solo háblame.» pensé.

Continué mirándolo sin desistir. Quería obtener su atención, quería que se acercara un poco pero tan solo conseguía incomodarlo.
Lo vi tragar pesadamente y mi ego me hizo suponer que se debía a mí.
Luego llevó una mano a su nuca, frotando un par de veces y me parecieron atractivos los anillos que utilizaba y el tatuaje de una rosa en su dorso (Ruel que yo sepa no tiene tatuajes, pero en mi historia este Ruel alias Sebastián tiene algunos).Un chico con tatuajes. Eso me gustaba.

Finalmente sus ojos volvieron a mí y así comenzamos con un pequeño duelo de miradas, mientras el resto de nuestros acompañantes hablaban sin que yo escuchara la más mínima cosa.
Había seriedad, arrebato y deseo en su mirada. Me daba la sensación de que quería comerme viva, ahí mismo. Me hacía sentir intimidada pero también curiosa. Quería descubrir cuáles eran sus verdaderos pensamientos.
Le dediqué una diminuta sonrisa inocente y él me imitó, antes de que la mano fría de mi compañera me hiciera salir del trance en que me perdí por completo durante el último minuto.
-Vamos Alissa— me dijo con un grito para obtener mi atención.
Sacudí la cabeza desorientada y fui arrastrada contra mi propia voluntad en dirección al taxi que llegó por nosotras.
-Nos veremos mañana— dijo Mike un segundo antes de que entráramos al vehículo y este se pusiera en marcha.
-¿Los veremos mañana?— pregunté con torpeza.
-¿No escuchaste nada de lo que dijimos?— me preguntó con una risita.
-Estaba viendo a Sebastián. Creo que ese tipo está loco. Me mira como si fuera algo comestible— expliqué, pero para Heather siempre era más sencillo contradecirme.
-O quizá tú lo miras de esa forma— me responsabilizó de todo y callé.
Pensé detenidamente en eso. Tal vez todo estaba en mi cabeza... de ninguna manera, ese sujeto me miraba demasiado. Necesitaba saber que cruzaba por su mente, no podría estar tranquila hasta saberlo.
«¿De qué rayos estás hablando? Olvídalo. Solo un sujeto medio loco» Intervino mi conciencia y asentí para mí misma.
Necesitaba tiempo para relajarme.

Al llegar a casa, noté que papá había ordenado sushi para la cena y dejó un poco en la mesa para mí.
Nunca era tarde para la cena, así que tomé la bandeja de sushi y me marché a mi habitación. Devoré todo mientras me desmaquillaba y veía con pesar la uña de acrílico que se me había perdido en uno de mis dedos.
Me costaba mantener esas cosas, porque mis uñas originales eran demasiado cortas debido a que me las mordía constantemente. Casi siempre las tenía incompletas. Mis manos no eran la parte más agraciada de mí.

Después de tragar las últimas sobras de sushi me recosté en la cama, intentando conciliar el sueño, pero el ruido de la música continuaba en mi cabeza y las imágenes se movían rápidamente, causándome insomnio.
Entonces recordé lo que había olvidado.
¡Maldición! Suspiré pesadamente y me puse en pie, deshaciendo el capullo en el que me había sumergido durante los últimos segundos.
Arrastré los pies hasta las escaleras y encendí las luces de la cocina.
En la alacena sobre el microondas estaba la caja de «Lorazepam». Tabletas ansiolíticas que ingería para dormir bien por las noches.
Aunque en ese caso, ya no era oficialmente de noche.
Desde el ventanal de la sala, tenía una espléndida vista del jardín posterior, custodiado por palmeras y a lo lejos la costa, cuyo oleaje se escuchaba ligeramente si me quedaba en silencio. Los rayos del amanecer comenzaban a teñir los cielos obscuros y por la mente me cruzo la loca idea de darme un chapuzón, aún pese a que no era la hora indicada para eso.
Me senté en el sofá a observar esas sombras obscurecidas entre el camino de palmeras y conforme los minutos pasaban la pastilla hacia efecto en mí. Estaba adormeciéndome pero me resistía a cerrar los ojos porque me sentía observada.
Estaba plenamente segura de que había un hombre de pie, mirándome a mitad del jardín. Era la silueta de un hombre inmóvil a quien no podía verle el rostro, sin embargo, apostaba a que lo había visto antes.
Aquella presencia misteriosa solía pasearse alrededor de mi casa en madrugada. Lo había visto durante los últimos meses y algunas veces me asustaba, porque no tenía la más remota idea de quién se trataba e incluso, comenzaba a pensar que no era humano.
Cuando él estaba cerca, tenía la sensación de que podía escuchar mis pensamientos y eso me atormentaba.
Lleve las manos a los oídos, como si de esa forma pudiera impedir que me leyera la mente.
En cualquier otra circunstancia habría corrido a la planta alta y me habría refugiado bajo las sábanas de mi cama, o quizá intentaría despertar a papá, pero como dije antes, las pastillas surtían efecto en pocos minutos y me sentía noqueada.
Imagine que ese misterioso-hombre-no-humano, podría acercarse y llevarme a su planeta o a la dimensión de la que provenía, pero no lo hizo y tan solo se quedó mirándome sin mover ni un músculo hasta que los ojos se me cerraron y caí en un profundo sueño. Un sueño que aquel hombre espiaba y controlaba, para enseñarme la manera en que podría morir en un vecindario abandonado, donde ni una sola alma escucharía mis lamentos mientras intentaba escapar de ese hombre que me seguía con un filoso cuchillo en la mano.
¿Dónde estaba? No podía reconocer nada de lo que veía.
Llegué hasta un complejo de departamentos y comencé a golpear puerta a puerta, pidiendo auxilio, pero nadie respondía.
Temí por mi vida y grité desesperada sabiendo que mi asesino se acercaba más y más, pero antes de que su filosa arma pudiera cortarme el cuello abrí los ojos de un salto y todos mis sentidos enloquecieron ante el resplandor, el sonido y el aroma que me rodeaban.
Miré de un lado a otro, percatándome de que me había quedado dormida en el sofá de la sala.
A través del ventanal, las luces del día brillaban en todo su esplendor y el aroma del almuerzo me hacía suponer que me perdí el desayuno.

-Volviste a quedarte dormida en la sala— la voz aguda de una mujer joven se hizo escuchar por toda la planta baja.
Respondí con un quejido somnoliento y después trate de recuperar la voz para hablar.
-¿Qué hora es?— pregunté.
-3:30— dijo mientras yo me estiraba como un perezoso en mi lugar— ¿Dormiste bien? ¿Qué tal te fue anoche?— me interrogó para sonsacar como siempre los chismes.
Nicole, la novia de mi padre, era una glamorosa mujer de bienes raíces que había estado viviendo con nosotros durante varios años. Nueve para ser exactos. Pero hasta ahora, nunca se habló acerca de ninguna boda. Tal vez mi padre quedó escarmentado tras su fracaso matrimonial con mi madre. Pero yo me sentía cómoda viendo a la novia de papá como a una hermana mayor.
Era demasiado exótica y entrometida, pero tenía un excelente gusto por la moda y un buen sentido del humor. Sin mencionar su talento envidiable para la cocina.
Imaginaba que papá enloquecería si ella se marchara porque él adoraba sus postres todos los días, aunque le habían hecho aumentar un par de kilos.
-Todo estuvo bien— limité mi respuesta. No planeaba dar detalles acerca del hombre que había visto de nuevo en el jardín, aunque sí me vinieron fuertes ganas de hablar del chico que conocí en el bar. Sebastián Mior.
-De hecho, conocí a un sujeto muy extraño pero muy atractivo— me lancé ansiosa por relatárselo.
Me puse en pie y golpee los pies descalzos contra el suelo de madera, dirigiéndome a trotes hasta la cocina donde Nicole terminaba de servir la comida.
Lucia despampanante y supuse que tenía planes.
-Todos los chicos son así— se mofó.
-¿Irás a algún lado?— pregunté con curiosidad por lo que llevaba puesto.
-Iré de compras en un rato, si quieres puedes venir conmigo, puedo comprarte algo para que uses esta noche— sonrió.
Nicole siempre alcahueteaba mis caprichos. Quizá porque nunca tuvo la posibilidad de tener hijos, así que me consideraba su única oportunidad y durante los últimos años me trató como a su propia hija, aunque no lo fuera.
-Suena bien— acepté mientras le clavaba el diente a lo que preparó para esa tarde. Medallones de salmón en salsa de champiñones.
Yo no era amante de la comida marina, pero cuando ella lo preparaba, me resultaba delicioso.
-Entonces ¿Quién es el chico?— preguntó con curiosidad, dejando una porción de comida en el horno, para cuando mi padre volviera del trabajo.
-Se llama Sebastián Mior— sonreí estúpidamente por mencionar su nombre. ¿Qué estaba ocurriéndome? Debía relajarme— es muy atractivo, aunque algo lento. Es probable que lo vea esta noche— alardeé, guardando en secreto una pequeña esperanza.
-Oh, entonces será mejor que compremos algo muy lindo para que uses— festejó entusiasmada y reí.
No quise aplastar sus ilusiones pero apostaba a que no importaba demasiado lo que utilizará, ese sujeto continuaría mirándome como un depredador desesperado.

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No hay fotos de Ruel con tatuajes pero es lo que encontré jajaja.

Imaginense a Ruel como tiene harry los tatuajes ah 

- Señales del tiempo- [Ruel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora