♥ Capítulo 10 ♥

69 4 10
                                    

Bailé sola por un momento en la sala al ritmo de «Don't look down» de Usher y luego me reposé de la barra del comedor, desorientada pero aún de pie. Nada podría tumbarme.
-¡Hey!— carcajeó el castaño que me miraba divertido desde un sofá— ¡Hermosa!— me llamaba entre adorables risitas y decidí no hacerle esperar mucho.
Caminé hasta él con desatino y me senté en sus piernas.
El chico suspiró ampliamente, como si le hubiera quitado un peso de encima, en lugar de haberme convertido en el peso que cargaba en su regazo. Eso no parecía interesarle ni un poco.
Cantó conmigo la canción y me sacaba fuertes risotadas cuando imitaba las notas agudas de Usher.
Tomé sus mejillas ruborizadas por el calor, el alcohol, o qué sé yo. Lo besé apasionadamente en los labios y el chico volvió a suspirar entre besos.
Nos quedamos ahí por un rato, tan solo besándonos y mandando al rayo a todas las personas que iban y venían por el departamento.
En otro sofá, Heather se divertía con un chico que esa noche conoció y eso me hacía sentir segura de mis acciones.
Éramos un par de locas, pero eso a nadie le importaba.

-Llévame a tu habitación— susurré contra los labios rojos de Sebastian y este resopló, pensándolo por un segundo.
Miró de un lado a otro, pero sabía que esa invitación no era algo a lo que se negaría fácilmente, sin importar quién diablos estaba ahí para escucharnos.

Tomó mi mano y me llevó consigo como un fantasma. Sin ser visto por nadie excepto por su primo.
-¿A dónde van, guapos?— preguntó con un tono cómico y Sebastian guiño un ojo antes de entrar conmigo a la habitación al final del corredor, cerró la puerta y respiré hondo.
El suelo se movía ligeramente pero aún tenía la capacidad de hacer muchas cosas.

Observé ese lugar con gran curiosidad. Todo parecía haber salido de un personaje interesante en una novela misteriosa.
Cada detalle era diferente y nuevo para mí.
No era un caos pero tampoco era muy ordenado.
-Que lindo lugar— dije y me senté al borde de la cama.
Sebastian asintió sin dejar de verme y se quedó de pie por un momento, mirándome sin estar seguro de lo que ocurriría a continuación.

Tuvimos un contacto visual profundo y travieso. Sonreí ligeramente para él y deslicé las manos en las sábanas, aguardando su acercamiento que tuvo lugar unos segundos después cuando la intriga se desvaneció y ahora no restaba nada más que el deseo.

La forma en que Sebastian me miraba era con un ardiente deseo que nunca vi en los ojos de nadie más. Eso me hacía sentir segura, bastante deseada y con la delantera en la situación.
Solté una risita cuando se inclinó, apoyo las manos a cada lado de mí y me besó lentamente en los labios, empujándome con suavidad hasta recostarme y subir como un león sobre su presa.
Nuestro beso se desarrolló y aumentó de ritmo con el paso de los minutos.
Su lengua entraba a mi boca sin rodeos y la fricción eléctrica entre nuestros cuerpos despertaba una sensación única de placer y ansias por sentir mucho más.

Estaba deseosa de tenerlo y mis manos acariciaban su cabello mientras mis piernas se acomodaban sobre su cadera, ancha, fuerte.
Suspiré aliviada, experimentando las mejores sensaciones cuando el chico bajo a besos a mi cuello y levantaba mi blusa a lo largo de mi torso mientras yo desabrochaba cada botón de su camisa.
Cuando está estuvo abierto ante mí, eleve las manos y le permití deshacerse de mi prenda superior.

Miró con ojos brillantes mi cuerpo semidesnudo, cubierto por el sostén de encaje rojo y los pantalones de cuero que desabrochaba y tiraba firmemente, sacándome un par de pequeños jadeos.
Elevé las piernas mientras él se deshacía de mis pantalones y luego besó mis muslos y bajo a mis tobillos, levantando mis piernas en alto sin dejar de sostenerme la mirada de esa manera candente que él conocía.
Un primer gemido salió de mis labios y Sebastian volvió a besarme imperioso, ayudándome a desabrochar sus pantalones y a descenderlos hasta sus pies.
Antes de arrojarlos al suelo, tomó de ahí su billetera y saco un par de preservativos que contenían nuestro destino para esa noche.

Respiré hondo cuando los dejo a un lado por un momento y se dedicó a comerme a besos por cada rincón que iba descubriendo paso a paso, despojándome del sostén y las bragas.

(si alguien no quiere leer esta parte, se la puede saltar, yo voy a marcar desde donde empieza y termina)

-Carajo, eres un ángel— gruñó, mordiendo, lamiendo y succionando mi piel mientras todo lo que yo podía hacer era ahogar el placer entre ruidosos gemidos.
-Sebastián— escuchamos una risa y un golpeteo en la puerta y reí mientras él castaño se quitaba los pantalones— ¿amigo, por qué se fueron?— preguntó uno de los chicos que nos interrumpía a propósito.
-Váyanse a la mierda— gritó enojado y yo carcajeaba.
Al mismo tiempo me tomaba un segundo para mirar con curiosidad el miembro entre sus piernas.
¡Vaya! Era grande, bastante intimidante. Aunque me halagaba verlo tan duro.
-Inmaduros, enfermos— refunfuñó y resoplé.
-No les prestes atención, cariño. Déjalos que escuchen— ronroneé, girando para montarlo.
Tomé uno de los preservativos y lo abrí para él.
Sebastian se sentó y asintió agitado, dejando un par de besos en mis labios mientras le colocaba la protección con manos expertas y un diminuto gemido adorable salió de su boca, tan cerca de la mía.
-Jamás en mi puta vida estuve tan excitado. Me estás volviendo loco, muñeca— susurró momentos antes de que diera inicio.
Me acomodé en su regazo y le di paso dentro de mí, ahogando junto con él un lento gemido que liberó una descarga de adrenalina que corrió a lo largo de nuestros cuerpos.
-Ah, cielos, es tan grande— susurré a su oído, causando un fuerte estremecimiento en su piel.
Sebastian tragó con dureza, hundió el rostro en mi pecho y tomó mi cintura entre sus manos para sentir mis primeros movimientos que lo arrastraban directo al cielo conmigo.
Las voces al otro lado de la puerta dejaron de escucharse después de un rato y nosotros emprendíamos un encuentro único, sumamente comprometedor.
Su cuerpo era excitante. Fuerte, caliente, perfumado. Tenía varios tatuajes a lo largo de su torso, era fascinante.

Gemí contra sus labios unos minutos después cuando nos acercábamos a un primer desenlace y Sebastian tiró la cabeza atrás y gruñó como una bestia.
Alargó un atractivo gemido que me hizo vibrar de pies a cabeza junto con él y después me derribaba a la cama, sin desear esperar nada.
Tomó mis piernas en su cintura y embistió con fuerza, arrebatándome un par de alaridos agudos.
-Eso es nena, vamos, quiero escucharte— rogó con esa voz distorsionada y yo accedía, gimiendo alborotada a su oído sin importarme un rayo quien más podría estar escuchando.
Sus labios se fundían contra los míos, mis manos eran aferradas por las suyas encima de mi cabeza y mis pies se enredaban tras su espalda, acoplándome a su ritmo desesperado y salvaje. (el relato termina aquí)
¿Quien lo habría pensado? Aquel chico tan tímido era un lunático en la cama y me hacía el amor de formas tan diferentes, que podría quedarme ahí la noche entera.
Gemimos a la par, yendo por más y más sin ser conscientes del tiempo. Lo único que nos importaba era el calor que transpirábamos.
La luz de la luna iluminaba con un rayo apenas visible de luz a través de su ventana y nosotros en la cama, dábamos vueltas sin parar como un par de siluetas bajo los hechizos del enamoramiento.

-----------------------

Ahora Alissa y Seba hicieron el delicioso ah

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 18, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

- Señales del tiempo- [Ruel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora