Capítulo I

5.1K 385 257
                                    

——————▪︎○▪︎——————

Tamaki estaba perdido en su mundo, como casi todos los días.

Sus dedos se deslizaban alrededor del borde del vaso de cristal que sostenía entre sus manos temblorosas y su mirada estaba fija en algún punto muerto de la pequeña mesa de centro. Un tornado de pensamientos se arremolinaba dentro de él, arrastrando su mente fuera de sí mismo y llevándola lejos a quién sabe dónde. Pensaba demasiado, una y otra vez, era tan abrumador. Quería detenerse, pero su cabeza no cedía. Sin embargo, tenía un remedio simple para encontrar algún tipo de paz momentánea; era hora de su medicina.

Tomó un pequeño tubo de plástico de su bolsillo y removió la tapa. Ahí estaban las dos últimas tabletas restantes, sus reservas se habían terminado. Lanzando una maldición por lo bajo y con la idea en mente de salir a conseguir más, se empinó el envase en la boca: las pastillas tenían un amargo sabor que se impregnó rápidamente en su lengua, lo que le hizo sorber de inmediato el agua contenida en el vaso. Tuvo la sensación de haber ingerido rocas, tragando con dificultad. Le dolía, más no lo suficiente como su deprimente estado en ese momento.

Dejó el vaso sobre la mesa y recostó su cabeza sobre el respaldo del sofá. Cerró sus ojos y dejó que las pastillas hicieran efecto. Sin embargo, aquella sensación de tranquilidad estaba tardando demasiado en llegar. Sus manos seguían temblando, ¿por qué seguían temblando? Deseaba tanto dejar de sentirse así, pero ya no tenía píldoras para unas cuantas dosis más.

Necesitaba más.

No quería tener que depender de esas cosas, pero cuanto más tiempo pasaba su cuerpo se lo pedía una y otra vez. Y no, claro que no era un drogadicto, pero temía que en poco tiempo lograra convertirse en uno. Se sentía patético.

El sonido de la puerta desbloqueándose sacó a Tamaki de su trance. Miró al reloj de la pared: eran las cinco en punto. ¿Tan pronto había pasado el tiempo? Adoptó una postura rígida, como casi siempre, más seguía preguntándose por qué. No tenía por qué sentirse así, no era un ladrón quien entraba, sino...

—Mirio, regresaste —sus labios se apretaron en una fina línea en un intento de sonreír cuando vio al rubio entrar. Aquel quien había sido el protagonista de sus pensamientos en las horas previas arrastraba los pies al ingresar al apartamento. Éste lucía cansado, igual que todos los días. Por más que el pelinegro lo deseó, el aura tan depresiva no cambió en ningún instante; incluso se atrevía a decir que ahora era mucho peor—. ¿Qué tal el trabajo?

—Igual que siempre —respondió sin más, con monotonía. Como si el pronunciar una sola palabra le fuese agotador. Dejó sus llaves sobre la barra de la cocina y se sirvió un vaso con agua.

—E-entiendo, pero... T-tuvo que haber algo bueno ¿no? —añadió. De verdad quería tener una plática que abarcara más de dos oraciones. Era muy consciente de que era pésimo iniciando conversaciones; no solía hacerlo a menudo, al menos no desde hace un tiempo, pero anhelaba tener una charla de verdad con su pareja de nuevo.

Mirio dejó el vaso medio vacío sobre la barra para luego recargar sus brazos en ésta.

—Pues, Midoriya y yo almorzamos en una cafetería bastante agradable esta mañana, creo que eso fue lo único bueno del día —respondió. Y sonrió, muy sutilmente, pero Tamaki lo percibió de inmediato. Se arrepintió instantáneamente el haber querido indagar un poco más en los asuntos de Togata, pues sea como sea, terminaba hablando de lo mismo—. A pesar de haber entrado hace unas cuantas semanas, debo decir que es bastante bueno en su trabajo y un gran asistente —añadió.

Punto de Quiebre •[MiriTama]•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora