Capítulo III

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Tamaki salió del edifico hecho un torbellino de emociones. El aire frío golpeaba su rostro con fuerza, coloreando en tonos rojizos su nariz, sus mejillas y las puntas de sus orejas. Su cabello aún húmedo le dio escalofríos en el cuello y el viento se filtraba a través de los poros de su suéter, adhiriéndose a su piel, pero estaba demasiado conmocionado como para prestarle atención a eso, aunque inconscientemente se abrazó a sí mismo en busca de calor, de una mísera pizca de consuelo. Sus pasos eran rápidos, pero desorientados. Caminaba sin rumbo mientras su mente giraba tan rápido como una rueda de hámster, rebobinando una y otra vez lo anteriormente sucedido. Cruzaba las calles sin prestar realmente atención, pero es que no podía concentrarse en otra cosa más que en aquello que le atormentaba.

Ni siquiera sabía cómo describir lo que estaba sintiendo en ese momento; emociones como la tristeza, el enojo y la impotencia se quedaban muy cortas en comparación al terremoto interno que arrasaba con todo su ser. La gran nube negra que se fue formando por encima de su cabeza le recordó la ausencia de luz que le había hecho falta los meses anteriores, y ahora, esa misma nube parecía estar lloviendo cuchillas sobre su débil corazón, haciéndolo sangrar.

Mirio nunca le había gritado; Tamaki nunca lo había hecho tampoco. Y ahora que lo pensaba, ésta había sido la primera pelea fuerte entre ellos dos. Por lo general, sus anteriores "discusiones" involucraban cosas tan triviales que terminaban riendo de lo absurdas que eran. En ninguna de esas ocasiones hubo gritos y lágrimas de por medio. Hasta ahora.

Tamaki se cubrió la boca al darse cuenta de que seguía gimoteando, y agachó la cabeza en un intento de esconderse ante la mirada curiosa que la gente le dirigía al pasar por su lado en la acera. Odiaba que las personas lo miraran, pues siempre parecían estar juzgándolo; como deseó tener una capucha ahora para esconder su desastroso y lloroso rostro, o que la tierra se lo tragara en el mejor de los casos. Se encogió un poco más y avanzó tan rápido como pudo para alejarse de la gente, aunque podía sentir sus miradas clavadas en su espalda; al menos eso era lo que su estado ansioso le hacía sentir. Estúpida ansiedad.

El cielo ya estaba oscureciendo y él seguía sin saber a dónde ir. Pensó en llamar a alguien, pero luego recordó el percance. No faltaba decir que su billetera también la había olvidado. Estaba solo, sin teléfono, sin dinero, sin opciones. Aunque, pensándolo bien... tampoco quería incomodar a nadie con sus problemas de pareja y de salud mental...

—Dejaría de ser una molestia para todosmurmuró para sí mismo, repitiendo aquellas  duras palabras. Casi podía escuchar de nuevo la voz de Mirio, resonando en su cabeza como un martillo contra una pared.

De todas las cosas que pensó que el mayor podría decir, esa fue la que menos esperó, aunque no era para menos si Tamaki lo había dicho también. Pero fue ahí donde a Tamaki lo golpeó la realidad, y su principal miedo se cumplió: Mirio estaba harto de él. Se había cansado finalmente de tener que lidiar con el bulto de problemas que él representaba. No era de extrañar que se haya decidido por encontrar a otra persona pues, de algún modo u otro, sabía que esto pasaría. Pero aún cuando ya se había mentalizado desde hace mucho tiempo eso no impidió que le doliera. Santo cielo, esto dolía demasiado.

Punto de Quiebre •[MiriTama]•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora