capitulo 2

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                 Cartas a Candy
En los días que siguieron a la partida de Candy, Albert tuvo que enfrentar la dura tarea de comunicar a su familia las malas noticias. Después de mucho pensarlo finalmente se resolvió a llamar a sus parientes más cercanos, incluyendo a los Leagan y a Annie para hacerles saber lo que había pasado.
Cuando él entro a su oficina de la inmensa mansión de Chicago todos estaban ya esperándolo. Latía abuela Elroy estaba sentada en un refinado sillón de piel, el cual era su poltrona favorita en aquel cuarto. Cerca de ella, sentados en un lujoso canapé azul índigo, se encontraban Archie y Annie. Eliza y su madre estaban sentadas una al lado de la otra en un gran sofá que hacía juego con el resto del mobiliario, colocado cerca de una gran ventana cubierta con pesadas cortinas deseda. Mr. Leagan y Neil se encontraban de pie cerca de las dos mujeres; la impaciencia se dibujaba en el padre mientras que el hijo tenía la mirada perdida en la nada de los vidrios del ventanal. Eliza estaba ocupada arreglándose el cabello y mirándose en el espejo de su polvera; después de todo una chica no debe perder la oportunidad de impresionar favorablemente al máspoderoso de los Andley, quien era por cierto un hombre muy apuesto también.
Me complace verlos a todos – comenzó Albert mientras decía una secreta oración para sí mismo.
Bueno, déjame decirte que cancelé una cita muy importante, así que espero que esta junta valga la pena – concluyó el Sr. Leagan.
Trataré de ser breve, entonces – replicó Albert a su tío.
Pero primero me gustaría saber por qué Candy no fue invitada a la junta – preguntó Archie con un ligero dejo de irritación en su voz, - tú sabes bien que ella es parte de la familia.
Sólo en términos legales – subrayó Eliza despreocupadamente.
Bueno – dijo Albert ignorando los comentarios de la muchacha – Hay una razón muy poderosa por la cual Candy no está hoy con nosotros. De hecho, esta junta ee para informarles algo relacionado con ella.
En ese momento Neil volvió repentinamente de donde sea que estaba vagando su mente y enfocó sus ojos claros en Albert con especial atención. Albert se sentó en su propio sillón detrás de un gran escritorio de madera e invitó a los hombres que estaban de pie a tomar asiento. Luego, hizo una pausa por unos segundos pidiendo a Dios el coraje para comenzar.
El hecho es que – comenzó finalmente – Candy no estará viviendo en Chicago por un tiempo
¿Qué? – preguntó Annie, abriendo su boca por primera vez en la tarde – ella nunca me dijo nada acerca de mudarse de la ciudad.
Ay Dios, Dios, parece que nuestra Candy está llena de sorpresas – añadió Eliza con una sonrisa socarrona.
Una vez más Albert ignoró la ironía en la voz de ella y continuó su discurso.
La verdad es que Candy no dijo nada a nadie sobre esto, incluyéndome a mi.
¿Pero por qué haría ella algo así? – preguntó Archie con preocupación reflejada en su cara.
Apreciaría mucho que todos ustedes mantuvieran la calma frente a todas las cosas que estoy por comunicarles – dijo Albert serenamente.
¿Por qué tenemos que guardar la calma William Albert? – demandó la Sra. Leagan hablando por primera vez - ¿Es acaso tan serio que Candy se halla mudado?
Verá usted tía, amigos, . . . Candy dejó Chicago porque decidió ofrecerse como voluntaria en el ejército.
Un mudo jadeo salió de la boca de Annie y Albert se detuvo nuevamente para recobrar fuerzas.
Para estas horas Candy debe ya de estar en camino a Francia.
Albert se detuvo para ver la reacción de todos, secretamente agradecido de que ya había logrado decir la peor parte de la nuevas.
¿Qué quieres decir con eso? – dijo Neil con tono irritado y apretando los puños con fuerza
– ¿nos estás diciendo que ella está en camino a su muerte justo como Stear?
Cállate Neil – interrumpió el Sr. Leagan cuando se dio cuenta del enojo de su hijo.
No padre, no voy a callarme – dijo el joven y luego, volviendo a dirigirse a Albert añadió – ¿Cómo fue que no hiciste nada para detener esta tontería? ¿No se supone que eres el tutor y protector de Candy?
Y lo soy – contestó Albert con todo el dominio propio de que disponía – pero ella no mencionó sus planes a nadie. Se puede mover muy rápido cuando quiere.
¡Eres un fracaso William Albert! ¡No se cómo puedes estar a cargo de la familia! – contestó Neil con gran frustración y casi listo para golpear a Albert y seguramente lo habría hecho si su padre y el ligero estado de embriaguez en el que se encontraba no se lo hubiesen impedido.
El silencio reinó en la habitación por unos segundos que parecieron interminables. Solamente se podían oír los callados sollozos de Annie. Ella había escondido su cara entre sus manos
mientras Archie, totalmente abstraído a todo su alrededor, se encontraba inmóvil y atónito sin
poder consolar a su novia.
Esta muchacha es una maldición para nuestra familia – dijo la tía abuela rompiendo el silencio.
Eso no es cierto tía abuela – replicó Albert con firmeza – No estoy avergonzado de la decisió de Candy, sino absolutamente orgulloso de su valor y nobleza. Ella ha actuado como la gran mujer que ya es y aunque nos duela profundamente tenemos que aceptar su decisión. Los llamé porque pensé que tenían derecho a saber acerca de esto y porque quiero dejar las cosas en claro: Candy está en camino a Francia por el bienestar de nuestros hombres en el frente y si la prensa o cualquiera me pregunta sobre el asunto hablaré de ello con orgullo. Si ustedes se sienten avergonzados eso solamente habla de cuán ciegos están ante la virtud misma.
No seguiré escuchándote – dijo Neil – si tu no tratas de detenerla lo haré yo.
El joven, moviéndose tan rápido como su embriaguez se lo permitía, dejó entonces el cuarto
azotando la puerta con fuerza.
¡Neil! – llamó la señora Leagan visiblemente enojada - ¡Regresa acá inmediatamente!
Es demasiado tarde tía, él no podrá hacer nada. Yo ya traté por mi cuenta – dijo Albert –pronto él también se dará cuenta de que estamos maniatados en este asunto, déjelo ir.
La Sra. Leagan suspiró resignada y buscó instintivamente los ojos de su marido para encontrar
apoyo.
Ahora les agradecería si me dejaran solos con Archie y Annie – pidió Albert dirigiéndose a la tía abuela Elroy y a los Leagan.
Por supuesto querido, no hay problema – replicó Eliza con una extraña expresión en su cara.
" ¿Está . . . algo . . . feliz?" – se preguntó Albert para sus adentros. Porque ciertamente, la cara
de la joven se había iluminado desde el momento en que se había enterado de que su antigua
rival había partido a tierras lejanas. En su obscuro corazón Eliza Leagan estaba feliz.
"¡ Qué afortunada soy!" – pensaba ella – "Con un poco más de suerte una bala perdida me
librará de la maldición de su presencia para siempre"
Los Leagan y la Sra. Elroy salieron del cuarto silenciosamente. Entonces, cuando los tres amigos que quedaban en la habitación se encontraron completamente solos, y sólo entonces, Archie descargó finalmente lo que había guardado en su corazón.
¿Qué vamos a hacer Albert? – dijo el joven con voz iracunda, reflejándose la
desesperación en cada una de sus palabras – ¿Te das cuenta de lo que esto podría
significar? ¿No sabes las terribles cosas que la gente sufre en la guerra? Cosas que me hacen temblar de miedo de sólo pensar . . .
Lo sé muy bien. Ya estuve ahí. ¿Te olvidas de eso? – contestó Albert con vehemencia, ya
sin poder mantener el control.
¡Pero ella es mujer! ¿Te das cuenta que ella podría ser. . .? – Archie se detuvo en seco horrorizado ante la infame escena que se había formado en sus pensamientos. Llevándose una mano a la cara se restregó la frente con nerviosismo por unos momentos y después de una pausa añadió – ¡Oh Dios mío, la sola idea me hiela la sangre! – masculló.
¡Basta, Archie, por favor! – gritó Annie dejando salir los sollozos libremente de su garganta con toda la pena que tenía en el corazón – Oh Albert, todo esto es mi culpa, mi culpa – dijo entre lágrimas.
¿Qué quieres decir Annie? – preguntó Albert con el corazón lleno de compasión frente al evidente dolor en la frágil alma de la joven.
Yo soy su mejor amiga . . . Yo le fallé al no conocer sus intenciones, debí haberlo leído en sus ojos, en la forma en que me miró y abrazó fuertemente la última vez que la vi . . . Pero estaba muy ciega. . . . Yo. . . Yo pude haberla detenido entonces.
¡Tonterías, Annie! – gritó Archie dirigiéndose a la joven con inusual irritación – Nunca nada ha podido detener a esa chica tonta. Nada ni nadie. ¿Dime, pudiste acaso detenerla cuando abandonó el colegio San Pablo? ¿Te dijo algo acerca de sus planes? ¡No, por supuesto que no, no lo hizo, y aunque lo hubiese hecho no hubiera servido de nada porque ninguno de nosotros jamás ha tenido poder para persuadirla!
¡Archie! – gritó Annie con sollozos aún más fuertes.
¡Ya es suficiente Archie! – dijo Albert con firmeza, internamente admirado de la reacción del joven.
Es obvio que ninguno de nosotros podría jamás hacer algo así – continuó Archie frenéticamente e ignorando las súplicas de Albert - ¿Sabes por qué Annie? Bueno, porque en todo este maldito planeta solamente han existido dos personas capaces de detener a Candy de hacer esa clase de estupideces, pero desgraciadamente querida Annie, una de esas personas ha estado muerta por más de siete años y la otra . . .¡Dios sabe!. . . El bastardo esta sano y salvo en Nueva York sin importarle un bledo lo que le pase a Candy, mientras que a otros. . . !
¡Basta he dicho!- gritó Albert.
Archie se detuvo asustado de sus propias palabras y dejó la habitación sin decir más. Annie, quien había estado de pie por un momento, se arrojó en el sofá llorando con los más amargos sollozos que Albert había escuchado jamás.
El joven rubio se acercó a la frágil morena y puso su tibia mano en el hombro de ella.
Por favor Annie, no llores más – susurró él – Archie no quiso decir todas esas cosas, él solamente está muy aturdido por toda esta situación. Estoy seguro de que está pensando en Stear. Archie debe imaginarse que la misma cosa sucederá con Candy pero yo no estoy de acuerdo con él. La situación de Candy es diferente, ella es enfermera, no soldado.
Pero las enfermeras militares también mueren – logró decir Annie llorando calladamente.
Ya he tomado mis precauciones para su seguridad – dijo Albert.
¿En serio? ¿Qué quieres decir? – preguntó ella intrigada.
Te diré en un minuto cuando Archie regrese. Ahora déjame ir a buscarlo.
Y Albert salió de la habitación dejando a la joven llorando sola. Encontró a Archie en el balcóndel cuarto contiguo. El joven tenía la mirada perdida en el horizonte lejano.
¿Archie?
Albert – repuso el interpelado visiblemente avergonzado por su comportamiento – Yo, . . . lo siento. No se lo que me pasó. Es sólo que todo esto es tan difícil de afrontar. – balbuceó Archie amargamente.
¿No piensas que es también difícil para mí? – preguntó Albert dejando salir un poco de su propia desesperación – Candy es mi protegida y la amo profundamente. Ella se ha convertido en la persona más cercana a mi a través de todos estos años. Desde que mi hermana murió no recuerdo a nadie que fuese tan importante para mi.
Estoy seguro de eso. Se bien lo que Candy significa para ti. . .. Pero, Albert, lo que yo siento es diferente . . . Yo...'
¡Shhh! – dijo Albert tocándose los labios con uno de sus dedos y bajando la voz hasta que
se convirtió en un susurro que solamente Archie podía oír – Lo se. Hay sentimientos que un hombre de honor tiene que guardar en lo profundo de su corazón para nunca dejarlos salir, ni siquiera confesárselos a sí mismo porque solamente harían las cosas más difíciles. Esas cosas que le dijiste a Annie allá en mi oficina nunca debían haber sido dichas.
¿Tú crees que Annie...? – preguntó Archie
No, no te preocupes. Ella está demasiado ocupada culpándose por la partida de Candy
como para darse cuenta de lo que te pasa. Ahora entra a esa habitación y vuelve a ser el prometido cariñoso que siempre has sido. Annie te necesita más que nunca antes. Esas es la forma en que a Candy le gustaría que fueran las cosas.
Los dos jóvenes regresaron a la oficina en silencio, todos los temores de sus corazones colgaban de sus hombros pesadamente. Una vez que estuvieron los tres reunidos Albert explicó a sus amigos cuáles eras las nuevas precauciones que el había tomado para proteger a Candy aún en la distancia.
Durante su estancia en África, Albert había conocido a un joven oficial francés de su misma
edad. Habían llegado a ser buenos amigos al tener muchas cosas en común. Años después,
cuando Albert hubo recobrado su memoria, trató de contactar a su antiguo amigo y sus intentos
habían sido recompensados con el éxito. De hecho, ambos hombres mantenían una comunicaciónregular. El joven oficial resultó ser sobrino de una persona muy importante en Francia, el mismísimo Mariscal Ferdinand Foch, un hombre que jugaría un papel decisivo en la guerra. Asípues, Albert había ya contactado a su amigo para pedirle usara la influencia de su tío con el fin de evitar que Candy participase en cualquier equipo médico comisionado para trabajar en lavanguardia. El amigo de Albert había respondido de inmediato con la formal promesa de que la Srta. Candice White Andley sería siempre mantenida como parte del personal médico de un hospital en París, pero que nunca se le enviaría a ningún tipo de misión en el frente. Con esta esperanza Annie y Archie sintieron un poco de alivio y reunieron el valor necesario para leer lacarta de despedida que había dejado Candy.
Ellos no podían imaginarse entonces que ni las relaciones de Albert ni la influencia del Mariscal Foch iban a impedirle a Candy encontrarse con su destino.

*****

Dos meses después de la escena que acabamos de presenciar Albert recibió la primera carta de
Candy.
Junio 29 de 1917
Querido Albert:
Finalmente llegamos a París. Esta es la primera carta que puedo enviar desde que dejé América. Estoy segura de que has pasado muchos problemas por mi causa. No debió haber sido fácil decirle a todos acerca de mi decisión. Siento mucho haber dejado esa responsabilidad en tus hombros pero no pude encontrar otra persona que fuese capaz de realizar esa tarea mejor que tú.
Espero que entiendas mis motivos aunque se bien que me extrañarás tanto como yo a ti y a todos mis queridos amigos. ¿Recuerdas cuando fuiste a África? Era algo que habías soñado desde siempre. Algo que tenías que hacer para poder continuar con tu vida. La decisión de venir a Francia es un asunto de la misma naturaleza. Yo tenía que estar aquí. Es como si hubiese nacido para una ocasión como esta. No quiero decir que estoy haciendo cosas extraordinarias aquí pero creo que este es lugar en que debo estar. Ya he encontrado muchas razones para estar aquí ¿Sabes?
Por otra parte, no es tan horrible como la gente dice. Todos han sido muy amables conmigo. Sí, el trabajo es duro pero todos están tan conmovidos por el dolor en el hospital que la mayor parte de los buenos sentimientos salen a flote fácilmente en el corazón de todos. Trabajamos duro porque el personal no es suficiente para cuidar de todos los heridos que llegan todos los días del Frente Occidental, pero también somos recompensados cuando nos damos cuanta de que hemos logrado salvar una vida.
Hay solamente algo que me molesta profundamente, la frecuencia con la que se llevan acabo amputaciones. Algunas veces creo que los doctores deciden cortar una pierna o un brazo demasiado pronto. Es tan triste ver a esos hombres, algunos de ellos muy jóvenes, sufrir horriblemente cuando se dan cuenta de que han cortado uno de sus miembros. Recuerdo que el año pasado fui a una convención médica en el hospital Johns Hopkins, y algunos doctores estaban probando un nuevo proceso llamado irrigación para salvar un miembro de una amputación inminente. Ellos reportaron buenos resultados allá y yo solamente estoy esperando la oportunidad para sugerir el uso del tratamiento por irrigación aquí. Pero no va a ser fácil porque los doctores nunca confían en las enfermeras para diagnosticar tratamientos.
En asuntos más agradables debo decirte que me he reencontrado con una vieja compañera. ¿Recuerdas a Flammy, my condiscípula en la Escuela de Enfermería? Ella está aquí, y adivina qué. ¡Es la enfermera en jefe! ¿Puedes creerlo? Se que una vez te dije que nunca nos llevamos muy bien pero estoy segura de que nuestra relación mejorará ahora. Estoy consciente de que ella es un alma solitaria y a mi me gustaría mucho ser su amiga. Mantén los dedos cruzados por mi.
Por favor, dile a Annie que París es todo lo que ella me dijo una vez. La ciudad es tan preciosa como para quitar el aliento. Por supuesto, no tengo mucho tiempo para conocer la ciudad pero cada dos semanas tengo un día libre, bueno, solamente diez horas. Usaré ese tiempo para ver todo y como van las cosas por aquí, parece que esta guerra tomará todavía un rato para terminar. Así que tengo la oportunidad de conocer bien París.
Como estoy muy ocupada aquí no creo que tenga tiempo para escribir muy seguido. Mi siguiente carta será para Annie, después le escribiré a Archie y después a la Señorita Pony y a la Hermana María, y finalmente de nuevo a ti, así que se paciente y todos ustedes cuéntense lo que digo en mis cartas. Pero por favor no le digas a Annie lo de las amputaciones que te conté. No quiero que se sienta triste por eso.
Con amor
Candy
P.D.
Cumplí 19 años el mes pasado durante el viaje. Así que no te olvides de comprarme algo como regalo de cumpleaños y guárdalo bien envuelto para mi regreso.

*****

Agosto 6 de 1917
Querida Annie:
Esta es una carta que no se cómo comenzar. Albert me dijo cómo te sentiste cuando supiste de mi partida. ¡Annie! No hay motivos para que tu te sientas culpable por eso!
Esta era una decisión que no podías haber cambiado por medio de la razón o la fuerza. Es algo que tenía que hacer y no me arrepiento ni un ápice, aunque no me gustaría que sufrieras por esto.
Hay muchas cosas buenas aquí, más de las que puedes imaginarte, créeme. Estoy conociendo a gente muy linda por todos lados. Hay una chica muy agradable llamada Julienne, estamos compartiendo cuarto. Ella es más grande que tú y yo, tal vez unos nueve o diez años y ya estácasada, imagínate. Su esposo está peleando en el frente y ella decidió ofrecerse como voluntaria, y de hecho es muy buena enfermera. Julienne ha sido muy dulce conmigo todo el tiempo, tiene un gran sentido del humor y está haciendo su mejor esfuerzo por aprender inglés solamente para hablar conmigo. ¿No te parece dulce de su parte? Yo estoy aprendiendo un poco de Francés también pero me temo que no soy muy buena pronunciándolo.
Hay también un muchacho muy agradable que conocí hace unos días, un joven doctor de estehospital. Su nombre es Yves, es un chico muy dulce, ¿Sabes? Lo conocí por accidente en la calle, su perro estaba corriendo detrás de un gato y me tumbó, fue una situación muy cómicaahora que la recuerdo. Es extraño que no había visto a Yves antes de entonces, aunque trabajamos en el mismo hospital. Después de ese accidente lo he visto muy seguido, ya hemostrabajado juntos haciéndonos cargo de un par de pacientes. Es realmente un buen doctor . . .Ahhh, por cierto, sólo en el caso de que tu cabecita esté imaginándose cosas románticas tengo que decirte que Yves es muy agradable y todo eso pero NO ESTOY INTERESADA EN ÉL, así que olvida cualquier cosa que pudiese haber venido a tu mente.
Me tengo que ir ahora porque mi turno empieza pronto y Flammy se enojará conmigo si no llego a tiempo. Mandaré esta carta mañana. Por favor lee la siguiente carta que le escribiré a Archie.
Te quiere mucho
Candy

*****

Septiembre 24 de 1917
Querido Archie,
Enfermera Candice White Andley, orgulloso miembro de la FEA – es decir, Fuerza
Expedicionaria Americana – se complace en informarle, Señor, que se encuentra viva y
coleando.
¿Soné muy formal? Espero que no porque nunca he sido formal y no quedaría muy bien con mi personalidad.
La verdad es que las cosas parecen ir un poco mejor para los aliados recientemente. Pero debes de saberlo ya por los periódicos. Cuando acababa de llegar aquí se inició una gran ofensiva para recobrar Flandes, o Flandres como le dicen aquí en Francés. Miles de heridos han sido traídos a nuestro hospital desde entonces. Más aún, parte del personal del hospital ha sido designado en una expedición para cuidar de los heridos en los campos de batalla. A pesar de los esfuerzos de los británicos y los franceses la región aun se encuentra bajo el control de los alemanes, pero mucha gente cree que los Aliados están juntando fuerzas para intentar un gran ataque en el mismo punto. Todos esperamos que eso hará retroceder al ejército alemán y finalmente liberará la región.
Nuestros muchachos, quiero decir nuestros soldados, no han realmente entrado en acción
todavía, solamente han dado cierto apoyo en Belfort. Sin embargo, conforme el tiempo pasa más y más de nuestros hombres están llegando y entrenando aquí. Así que París, donde yo estoy, está muy bien cuidado. Con la ayuda de Dios esto terminará más pronto de lo creo y estaré de regreso en caso, ya verás. Por lo tanto, no hay razones para preocuparse por mi.
Por el contrario, debes concentrar todos tus fuerzas en apoyar a Annie. Ella tiene un espíritudelicado y te necesita a su lado más que nunca. Cuando regrese todos bromearemos sobre estos días y yo les contaré todos los sucesos graciosos que me están pasando aquí.
Sólo una cosa, recuerda que la Navidad es en tres meses. Por favor, pide a Albert algo de dinero para comprarle algo a Annie de mi parte. Consigue algo bello y lujoso, pero siempre elegante. . .
Bueno, confío en tu buen gusto.
Con cariño,
Candy.
*****
Octubre 1 de 1917
Queridas Señorita Pony y Hemana María:
Esta es la primera carta que les escribo desde que dejé América hace seis meses. Se que no esjusto escribir tan poco pero mis deberes aquí no me permiten hacerlo más seguido. Ustedes me enseñaron que el servicio a los que están en necesidad debe siempre ir primero, y aquí hay tanta gente que necesita de consuelo y ayuda que simplemente no puedo detenerme.
No quiero que se preocupen por mí. Estoy realmente muy bien, pero por favor recen por todaesta gente que muere cada día en mis brazos. Algunas veces no puedo hacer nada por ellos sino rezar las oraciones que ustedes me enseñaron y llorar en silenciosa frustración. Ustedes, que siempre han estado cerca de Dios, pídanle que detenga esta locura. Simplemente no puedo entender cómo es que las personas pueden lastimarse las unos a las otros de un modo tan horrible. ¡Es indignante!
Algunas veces siento deseos de correr y regresar a casa, a América con ustedes. Pero entiendo que este es mi lugar ahora. La gente me necesita del mismo modo en que los niños del hogar las necesitan a ustedes. No le he contado a nadie como me siento por todo ese dolor que crece y crece a mi alrededor con cada paciente que conozco. Una vez más, no se preocupen por mi, y no le digan a nadie sobre estas cosas tan tristes, pero recen, recen por ellos.
Muchos creen que un gran ataque está a punto de efectuarse en el Norte, muchos camiones con jóvenes soldados han estado pasando por la ciudad en dirección a la frontera norte con Bélgica. Cuando piensen en mi, piensen también en todos esos jóvenes, quienes tal vez no regresen a casa. Pero yo prometo que regresaré. Algo en mi interior está muy seguro de ello.
Supe que Patty está de regreso en Chicago desde el verano. Por favor díganle a Annie que le de un gran abrazo de mi parte. Esa chica tan considerada está allá solamente para acompañar a Annie, estoy segura.. Patty tiene un gran corazón. ¿Podrían invitar a todos a la fiesta de Navidad en el Hogar para celebrar con Annie como en los viejos tiempos? Eso seguramente les animará mucho a todos, especialmente a Annie. Ya le envié instrucciones a Albert para que les ayuda a proveer todo lo que sea necesario para la fiesta y juguetes para los niños.
Con todo mi amor,
Candy.
Mi dulce niña – dijo la señorita Pony enjugándose las lágrimas después de terminar de leer la carta – ella está allá lejos trabajando día y noche, sufriendo no se qué carencias que no confiesa, pero no puede evitar pensar en los demás. Sobre cenas de Navidad y regalos para los demás.
Es la misma Candy de siempre, pero cada vez mejor, más fuerte y cariñosa – replicó la monja cerca de la señorita Pony con una mezcla de orgullo y tristeza.
Sí, debemos de estar muy orgullosas de ella.
Señorita Pony – preguntó la hermana María mientras una sombra cruzaba sus ojos claros –¿No siente usted algo raro en el aire?
¿Qué quiere decir hermana?
La señorita Pony y la hermana María habían pasado tantos años trabajando juntas como equipo y habían pasado tantas penurias juntas que ambas conocían cada cambio en el humor de la otra. El tono en la voz de la monja estaba cargado de un temor que no le gustó para nada a la señoritaPony.
Tal vez sea mi imaginación, pero cuando estaba usted leyendo la parte de la carta donde Candy nos pide que recemos por sus pacientes. Yo . . . .– comenzó la monja y entonces su voz se redujo a casi un susurro – . . . . sentí algo en mi corazón diciéndome que en realidad debemos de orar, pero orar por ella.
¡Hermana María!
Nuestra Candy está en gran peligro señorita Pony. Puedo sentirlo como solamente una madre podría hacerlo – dijo la buena mujer llorando en silencio.
El gélido viento otoñal entró al cuarto moviendo las hojas del calendario. Era el primero de
noviembre. En el escritorio de la señorita Pony las páginas de una revista se movieron también
con la repentina ráfaga. En una de las páginas se podía leer un encabezado : "Una estrella
marcha para luchar por la patria en el Frente Francés."

La señorita rubiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora