Capitulo 37

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En el patio de la escuela, en el Campamento de caballería, se oían oleadas de estruendosos aplausos. Una mujer joven con una sonrisa despreocupada estaba en el centro del patio, disparando siete flechas a la vez, golpeando la diana en los objetivos que estaban a cien pies de distancia.

—¡Instructora Chu! —Desde lejos, un caballo de guerra galopó apuradamente hacia ella. El joven soldado en él vestía una armadura color caqui. Mientras jadeaba, dijo—: Ha venido alguien a verla.

—¿A mí? —Chu Qiao estaba atónita mientras bajaba el arco y saltó de la plataforma de disparo—. ¿Quién?

—¡Instructora Chu! —Un hombre corpulento con una sonrisa cordial gritó mientras agitaba su arco—: ¿Aun quiere competir?

—Ya has perdido tu túnica. No sabes cuándo detenerte. ¡Tarde o temprano, no tendrás que ponerte! —La chica se giró y gritó crispada. Las otras tropas a su alrededor rugieron de risas mientras se burlaban del hombre que quiso competir con ella.

El mensajero se rió con la multitud, mostrando sus blancos dientes mientras sonreía. Dijo:

—No estoy seguro. Parece venir desde el departamento ceremonial. Hay un montón de gente.

Chu Qiao frunció el ceño. ¿Quién vendría a buscarla? ¿No le informara Yan Xun que el tema de que golpeara al Príncipe Tang ya se había solucionado? ¿Por qué había tanta gente buscando a una mesa instructora de arquería como ella?

—Vamos a echar un vistazo. —Chu Qiao saltó en otro caballo y siguió al mensajero, galopando hacia la tienda principal del campamento.

Mirando desde lejos, el campamento de caballería parecía extraordinariamente ocupado hoy, con banderas de dorados dragones ondeando al viento, oficiales de ceremonia alrededor, hermosas mujeres cargando con enormes bandejas doradas en sus brazos. Los supervisores de los departamentos ceremoniales iban vestidos con sus mejores atuendos, siguiendo respetuosamente a la comitiva. Las filas de cajas brillantes se colocaron frente a la tienda; Nadie sabía qué tesoros había dentro.

Zhao Qi frunció su ceño mientras murmuraba al Vice-General Cheng:

—¿Dónde está Su Séptima Alteza Real? ¿Por qué aun no ha llegado?

El Vice-General Cheng estaba surcado de sudor pues también estaba inseguro sobre lo que sucedía. En voz baja respondió:

—Va a venir, ya le enviado un mensajero.

—Bueno, todo parece ir bien. Parece que hay un montón de cosas que ver entre estos barracones. — Una voz perezosa sonó a un lado.

Tan pronto como Zhao Qi lo oyó, su cabeza empezó a doler cuando se giró y dijo:

—Mi Príncipe, ¿podría preguntar por qué vino hasta el campamento del Séptimo Hermano?

—Lo sabrás pronto. —Li Ce iba vestido de rojo brillante con fénix y dragones tejidos al final de la túnica. Era brillante e increíblemente fragrante. Un abrigo de piel de zorro rojo lo cubría, sus ojos centelleantes y coquetos. Era un día frío, pero insistió en que alguien debía abanicarlo. Todos lo miraron con los dientes apretados.

Zhao Qi juró que no lo soportaría más. Durante dos días enteros, había seguido a este hombre a donde fuera. Primero, se quejó de que el aire era demasiado cargado para dormir en el Palacio de Sheng Jin. Tras una noche ocupada, el palacio fue finalmente ventilado. Pero entonces, se quejó de que era demasiado frío. A primera hora de la mañana, se quejó de que las doncellas de palacio eran feas y que no estaba dispuesto a desayunar. Tras dar con una belleza que le sirviera el desayuno, se quejó de nuevo de que ella no sabía recitar poesía. Cada vez que comía, él era extremadamente quisquilloso, quejándose de que las hojas de té no eran frescas, y que las botas de las tropas estaban anticuadas, despertándolo de su siesta cuando estos iban por la ciudad. En resumen, era capaz de venir con toda clase de quejas, haciendo la lista infinita.

Estaba torturando a Zhao Qi. Zhao Qi sintió que las disputas entre los hermanos parecían ser más fáciles de enfrentar en comparación con el Príncipe Tang. Todavía no tenía idea de por qué el Príncipe los había traído hasta este campamento. Antes de esto, incluso había sospechado que el Príncipe era una persona astuta, que solo pretendía ser un tonto. Pero ahora, estaba 100% seguro de que era simplemente pervertido e irrazonable.

—¡Aiya! ¡Están aquí! —Los ojos de Li Ce se iluminaron. Antes de que Zhao Qi pudiera ver claramente, Li Ce lo apartó mientras nerviosamente preguntó—: ¿Cómo me veo hoy? ¿Cómo huelo? ¿Me veo crudo? Mira mis botas, me las dio el rey Mo Han del noroeste. ¿Son lo suficientemente buenas?

Zhao Qi suspiró impotente mientras asentía.

—Sí, son geniales.

Una vez que entró en la tienda, Chu Qiao vio a las tropas del Ejército Verde de Zhao Qi. Frunció la frente mientras hacía una nota mental para permanecer cautelosa. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué Zhao Qi vino a buscarla? ¿Yan Xun reveló algo?

En ese momento, ella se estaba acercando a la multitud, mirando a los funcionarios del departamento ceremonial frunciendo el ceño hacia ella; parecían confundidos acerca de lo que estaba pasando también. Su corazón se había aliviado. Si el plan de Yan Xun hubiera fallado, Zhao Qi traería a su Ejército Verde. ¿Por qué traería el departamento ceremonial? Las cosas no eran tan severas como ella pensaba.

—El general Chu Qiao saluda a Su Tercera...

—¡Jaja! ¡Vamos a ver dónde puedes escapar esta vez! —Una figura de color rojo brillante saltó hacia ella desde atrás, tirándola con fuerza hacia sus brazos. Todos se sorprendieron por lo que vieron.

Antes de que pudieran reaccionar, la joven reaccionó como si un depredador la atacara. Saltó en el aire a la velocidad del rayo, liberándose de su agarre con un barrido. Se escuchó un crujido cuando ella giró su brazo en un candado, sujetando al atacante en el suelo en segundos.

—¿Quién es? —Dijo Chu Qiao en un tono frío.

El amado hijo del Emperador Tang luchó mientras levantaba la cabeza, todavía sonriendo con una mirada lujuriosa. Dijo alegremente:

—Qué dura. Soy yo, ¿no te acuerdas?

Los oficiales del Imperio Xia quedaron atónitos mientras miraban al Príncipe Tang que estaba inmovilizado en el suelo. Luego se giraron para mirar a Zhao Qi, el Tercer Príncipe. Después de lo cual, volvieron su mirada hacia la confusa muchacha, Chu Qiao. Todos estaban estupefactos; nadie sabía qué decir. El enviado de embajadores del Imperio Tang tenía expresiones de dolor, como si hubieran predicho que esto sucedería.

Zhao Qi fue el primero en calmar sus nervios cuando dio un paso adelante y le dijo a Chu Qiao:

—¡Cómo te atreves! ¿Cómo puedes ser tan grosera con el Príncipe Tang? ¡Esto es un crimen!

Chu Qiao estaba atónita y la soltó de una vez. Cuando quería pedir perdón, Li Ce de repente se arrastró mientras le gritaba severamente a Zhao Qi:

—¡Tú eres el escandaloso! Me gustaría casarme con ella. Incluso traje la dote para la boda. ¡Venga, traedlos! —Cientos de cajas gigantes fueron traídas. Al revelarse, estaban llenos de tesoros de oro y plata, brillando dentro de las cajas. Todos exclamaron en shock.

Chu Qiao se quedó paralizada en su lugar mientras miraba todo en estado de shock. Ella frunció el ceño porque estaba perdida por la emoción. ¿Quién podría decirle lo que realmente estaba pasando? 

LIBRO PRINCESS AGENTS - PRINCESA VALIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora