Despedida familiar

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Es el día, 3 de Julio. He llegado con tiempo de más a Londres, por lo que pudiera pasar, y ahora me hallo sola, entre miles de funcionarios que corren de un lado hacia otro frenéticamente.

Estoy sentada leyendo El Profeta y esperando a mis compeñeros de selección. Pero sobre todo, y mientras mis ojos pasan por encima de los artículos y fotos con movimientos, me estoy mentalizando en que voy a tener que compartir equipo con mi enemigo acérrimo número uno y con mi ex novio. Y llego a la conclusión de que no estoy preparada, o estaba a medio camino cuando alguien me saca de mis pensamientos.

— Bird, qué bien que ya hayas llegado.— se trata de la seleccionadora Potter.

Es un sueño cumplido estar bajo su mando, cualquier fan del Quiddich de mi generación pegaría lo que fuera por estar en mi pellejo.

— Acompáñame.— me pide.

Cojo mi baúl a toda prisa y la sigo por un laberíntico pasillo entre redactores y oficinistas de equipos de las ligas. Llegamos a un despacho compartido en el que pone su nombre. Al entrar, la puerta choca con un montón gigantesco de papeles que acaba cayendo y se escucha un grito ahogado por los miles de papeles.

— ¡Jordan, le tengo dicho que no coloque sus pilas de informes tras la puerta! Que tengo que entrar de alguna manera.

El tal Jordan comienza a mascullar algo ineludible. De todas formas no le veo, está sepultado por la montaña de papeles caída. Ginny Potter se acerca a su mesa y coge unas cinco carpetas tochas.

— Cógeme esto, Bird.— me dice y ella coge un pequeño baúl, me sorprende que ahí le vaya a cupir todo.

Salimos de allí y la señora Potter ni siquiera se despide de su compañero de despacho.

— Está molesto conmigo porque tiene que compartir su espacio. Como si a mí me gustara compartir espacio con él.— se queja mientras salimos al rellano.

Conforme vamos saliendo vislumbro a gente esperando, que bromea. Solo uno de ellos esta de pie, con las menos dentro de los bolsillos de su túnica mirando con aire de pesadez a los más jóvenes. Aunque según me pareció leer, yo era la querubina de este equipo. Cuando llegamos al rellano todos paran sus conversaciones y se congregan entorno a Ginny y me dejan a mí detrás con todas las carpetas, sufriendo porque algo se me caiga.

— Bienvenidos a la selección inglesa de Quiddich. Soy Ginny Potter, vuestra seleccionadora y, a partir de hoy, vuestra peor pesadilla. Bird.— me llama y el círculo se gira a mirarme. Tierra trágame.— Dame mis carpetas.— me las arrebata y comienza a rebuscar hasta que encuentra lo que necesita.— Aquí tenéis unos planes dietéticos y deportivos hechos a medida de cada uno de vosotros.— mira el nombre del primero.— Axel.— llama a un chico muy atractivo, que me guiña un ojo al ir a por su plan. A pesar de sus esperanzas, no reacciono de ninguna manera y oigo como Ezra se ríe.— Peter.— dice y uno de los más mayores se acerca y tras dar las gracias se aleja.— Owen y John, tenéis que cogerme mucha fuerza y peso.— por aquello intuí que eran los golpeadores. Y qué golpeadores, grandes y fuertes como unos porteros de discoteca.— Y por último, Ezra.— mi ex se acerca con una sonrisa petulante, me contengo porque quiero escupirle en la cara.— Ambrose.— justo cuando se acerca, Ginny le aleja el papel.— Más vale que ustedes dos,— nos señala y mira de una manera que da miedo.— aprender a controlar su ira y arreglen sus diferencias porque aquí tenemos que remar todos juntos en un mismo sentido: la final. Y no voy a permitir que unos piques antideportivos me lo estropeen, ¿está claro?

Yo asiento nerviosa. Más nerviosa que en toda mi vida. Ambrose está prácticamente blanco y teniendo en cuenta que su color de piel es algo tostada, es algo preocupante.

— Así me gusta.— nos dice y nos entrega nuestros planes.— Demonos prisa, hay que llegar a las intalaciones cuanto antes. No tenemos tiempo que perder.

Comenzamos a subir hacia la superficie cuando nos encontramos cara a cara con la mismisima Ministra de Magia. Ginny le sonríe.

— Hermione.— le saluda, por su nombre de pila, ya que son cuñadas.

— Ginny.— le contesta ella a su vez.— Mucha suerte.

Para ir a las instalaciones, usamos una de las muchas chimeneas del ministerio. Cuando salimos, nos encontramos en un gran comedor. Miro por la ventana y no tengo claro donde nos ubicamos. Pero tras esperar que todos llegasemos, Ginny comienza a andar y a hablarnos.

— Las instalaciones interesantes, no están aquí. Esto es lo que llamamos La Casa. Realmente, y en sus inicios, fue un castillo de un señor muggle, pero tras una disputa con, él no lo sabía, un mago, fue encantada a mala idea. Ya no está encantada. Bueno, no tanto.

¿No tanto?

— En esta planta baja, encontramos el comedor, el salón, la cocina y un aseo.— nos señala desde el hall.— Subamos. Arriba, están dos baños completos y los aposentos. Las chicas usarán uno y los chicos usarán otro. Por favor, os lo ruego, si vais llevar a cabo alguna actividad... extraoficial, dos cosas. Primera, silenciad la estancia y segundo, usad protección.— suspiró, como si no fuera la primera vez que le pasa.— Ahora, las habitaciones.— dice y de otra carpeta saca un mapa, o más bien el plano de la planta.— Estas dos: John, izquierda. Peter, derecha.— ambos asienten y entran en sus habitaciones.— Siguientes. Owen, izquierda. Ezra, derecha.— ellos imitan a los primeros y entran con sus cosas en sus aposentos.— Seguimos. Ambrose, izquierda. Axel, derecha. Y tú, Heather. La última a la izquierda, enfrente de la mía.

Me acabo de dar cuenta, de que yo soy la única chica del equipo, sin contar a la entrenadora. Eso me deja el baño prácticamente para mí sola. Eso me gusta.

— Comemos en 15 min.— nos anuncia Ginny y cierra su puerta.

Yo me giro y entro en mi habitación. Es arcaica. Las paredes de piedra, pero, al ser verano, daban fresco. La cama grande y en el centro con dosel. Como en Hogwarts. Seguramente este castillo, mucho más pequeño, data de más o menos la misma época. Tengo una cómoda, decido utilizar mi varita para que todo se coloque más o menos a mi gusto. La ropa, en la cómoda, a excepción del pijama, que estará bajo la almohada. Los zapatos, delante del espejo. La escoba la dejé, junto con la de mis compañeros, en la entrada.

De pronto, oigo un ruido metálico. Por favor, solo pido que no sea ni un fantasma ni un poltergeist con cadenas. Pero no. Es un instrumento musical. Sigo el sonido y desde la planta superior veo a un elfo que ha hecho que se toque un triángulo.

— La comida está lista, señores.— anuncia.

 Entre QuafflesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora