Prólogo.

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A Jungkook siempre le había gustado la playa.

Disfrutaba de pararse en el delgado borde entre la arena seca y el oleaje mientras los primeros rayos de sol daban contra su cuerpo, reía en voz alta cuando la espuma blanca de las olas lo cubría hasta los tobillos, acariciando su pálida piel mientras la arena se metía entre sus dedos y podía pasar horas enteras escarbando entre la arena, buscando conchas de mar que luego utilizaría en alguno de sus proyectos artísticos.

Taehyung, por su lado, disfrutaba de observarlo.

Disfrutaba de observar su cabello oscuro revolverse por los vientos marítimos, de ver la forma en cómo caía sobre su frente y sus ojos entrecerrados, de las arrugas que se formaban en ellos y le indicaban lo feliz que Jungkook se sentía. Disfrutaba de su risa alta y algunas veces chillona, de la sonrisa que le dedicaba cada vez que encontraba una concha nueva y se la mostraba, esperando que le dijese lo bonita que era cuando él sólo podía mirar los pálidos colores contrastar con su piel y pensar en que era hermoso.

Porque todo sobre Jungkook era hermoso.

Jungkook hacía que las visitas a la playa fuesen espectaculares tan sólo con su figura recortando el amanecer, hacía que valiese cada minuto que Taehyung pasase a su lado, dejando que el agua le mojase hasta los tobillos cuando corrían sobre la arena en un absurdo juego del gato y el ratón que terminaba con ambos en el suelo, riéndose mientras trataban de recobrar tan sólo un poco del aire que habían perdido producto de la carrera.

Sin embargo, este amanecer en la playa es distinto.

Taehyung permanece sentado sobre la arena, aun con el elegante traje puesto mientras siente el frío de la madrugada calarle hasta los huesos. Ni siquiera tiene seguridad de cuántas horas manejo desde Seúl hasta esa playa, tan sólo sabe que siente todo su cuerpo entumecido por el cansancio y el dolor que parece consumirle el alma desde hace un tiempo. Su cabello cae sobre sus ojos, molestándole lo suficiente como para no ver con claridad cómo cambian los colores en el oscuro cielo sobre él.

Se deja envolver por el sonido suave que proviene de las olas, tan sólo cortado por su respiración pesada mientras trata de no vagar en los recuerdos de los múltiples amaneceres que vio nacer en ese mismo lugar, sentado donde está ahora y que fueron acompañados de la voz burbujeante o la risa dulce de Jungkook junto a él. Sin embargo, ahora es tan diferente.

No sólo es el primero que pasa sin Jungkook desde que se conocieron en el primer año de universidad y, sino que también es, el inicio de una vida sin él.

Taehyung sabe que ya nada volverá a ser lo mismo, que se acabaron los amaneceres compartidos en esta o cualquier playa, que ya no habrá más carreras que terminasen con él riendo contra su cuerpo o entre sus brazos, que ya no habrá más recuerdos de Jungkook a contraluz riendo para él o mostrándole una concha nueva mientras esperaba que le dijese lo bonita que era cuando para Taehyung no había nada más bonito que Jungkook.

Se acabaron los viajes a la playa improvisados la noche previa, cuando antes de dormir Jungkook le murmuraba lo mucho que deseaba ir a ver el amanecer y Taehyung podía conducir horas por él, tan sólo para verle sonreír con los rayos del sol acariciando su rostro en un nuevo día, en una nueva oportunidad.

Porque ya no habría más oportunidades, viajes ni amaneceres.

Porque se acabó.

Se acabó algo que nunca comenzó, algo que Taehyung siempre tuvo claro que no era más que un sueño unilateral porque era él quien se quedaba minutos enteros observando a Jungkook sonreír, era él quien cerraba los ojos como si la risa de quien era menor en edad fuese la mejor de las sinfonías; porque era él, Kim Taehyung, quien manejaba hacia la playa pensando que el amanecer le entregaría el corazón de Jeon Jungkook y eso nunca pasó.

Causa perdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora