Epílogo.-

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Sólo hay un tipo de amor que debe estar por sobre todo y todos: el amor por nosotros mismos.

Sus dedos se hunden en la arena húmeda al mismo tiempo que el viento marítimo revuelve su cabello, cubriendo sus ojos y dejando que el sonido de las olas llegando al inicio de la playa, que el graznido de las gaviotas sobrevolando lejos y el fuerte viento que trae el aroma del mar se mezclen con la risa tierna que se aleja cada vez un poco más de él.

Taehyung se permite caminar sin prisas, tan sólo disfrutando de la sensación cálida que le cubre por completo cuando piensa en cómo han cambiado las cosas desde aquella última noche que pasó sentado en algún lugar de la amplia playa. En aquel entonces, sumergido en el dolor, había contemplado el mar como un culpable que mortificaba su ya de por sí adolorido corazón, ahora... el mar y la playa son los contenedores de recuerdos lejanos y preciosos, pero que no perturban más su presente.

Había caminado por esa playa, había reído y contemplado el amor en ella.

Ahora, muchos años después de aquellos momentos de su juventud y tras regresar de Hong Kong, vuelve a caminar por ella, pero de una forma totalmente distinta. Los recuerdos no se borran ni lo harán nunca, pero la arena que brilla cristalizada bajo los rayos del sol es totalmente distinta, él es totalmente distinto.

Ahora camina escuchando las risas en el fondo, contemplando sonrisas sinceras que sólo van dirigidas a él y, más significativo que nunca, es testigo del amor en su máxima expresión.

.- ¡Papá! ¡Mira papá!

Faltan dos dientes en la sonrisa de su hijo, pero para Taehyung es la sonrisa más hermosa que existe.

.- ¡Papá! ¡No seas lento! ¡Ven, ven! – los brazos delgados del pequeño se mueven en el aire y él alcanza a distinguir que sostiene en una de sus manos una caracola de un rosa que contrasta con su pálida piel - ¡Muévete papi!

Taehyung no se apura, en cambio, se toma su tiempo para grabar en su memoria la imagen que representa la felicidad y el amor para él: el cabello oscuro de su hijo revuelto por el viento, sus ojos pequeños brillando por la emoción que sólo un niño como él podría desprender, su pálida y delgada figura contra el paisaje, con sus pies cubiertos por el agua mientras sus manos sostienen aún la caracola, esperando ansioso por él.

.- Papi, vamos...

Kim Jaehyung, su máximo orgullo.

Su alguien; quien llegó a su vida no para brindarle el amor de pareja que todos decían que merecía luego de tanto, sino el amor incondicional que se filtra en cada una de sus sonrisas o sus abrazos de oso al volver del trabajo, en cada una de las noches en que va a su cama, temeroso por alguna pesadilla y que busca refugio bajo las sábanas.

.- ¿Has comenzado a buscar en la arena sin mí, Jaehyung? ¿Cómo puedes traicionar así a tu padre? – pregunta con un fingido tono herido cuando al fin ha alcanzado a su hijo, que se agacha a escarbar en la arena con sus delgados dedos.

.- ¡Es que eles muy lento, papá! – replica su hijo, mirándole con una enorme sonrisa, al punto que pequeñas arrugas se forman alrededor de los ojos entrecerrados en uno de los gestos más dulces del pequeño - ¡Yo quise espelalte, de verdad!

.- Rompes mi corazón, Jae – niega con la cabeza, llevándose una mano al pecho para fingir que le duele justo ahí.

La sonrisa de Jaehyung desaparece, convirtiéndose en un gesto de absoluta preocupación cuando su padre hace una mueca de dolor: .- No, no, papi... ¡Sólo quelía encontlal algo pala ti! ¡Un legalo!

Una sonrisa se escapa inevitablemente de sus labios cuando su hijo extiende la caracola en su dirección, con sus ojos anhelantes de calmar el falso dolor en él. Sus brazos lo alzan entonces, dejando que los brazos de Jaehyung se cierren alrededor de su cuello, mientras él lo carga contra su costado, analizando los rasgos y el gesto de felicidad de quien es su mundo entero antes de que el mismo Jae se incline y deje un beso sobre su mejilla.

Causa perdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora