Capítulo 7.

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El lunes en la tarde, Flavio se encontraba en la habitación de su hermana platicándole todos los chismes que habían estado rumoreándose en su escuela, quejándose de que sus compañeros de clase eran muy fastidiosos, contándole el cuento muy interesante que había leído en clase de literatura, en fin, la estaba poniendo al corriente de todo, pues ya tenía días en que prácticamente solo se hablaban para saludarse a la hora del desayuno. Valeria lo escuchaba por intervalos y fingía que estaba atenta a todo. Dejó de fingir cuando comenzó a maquillarse, pues su atención se enfocó en la imagen que ofrecía su espejo, pero a pesar de su completo desinterés, Flavio siguió parloteando como merolico.

—¿Puedes creer que se atreviera a hacer eso? ¡Cómo odio a la zorra aquella! Y la estúpida nada más se cree un buen porque tiene un trasero enorme, pero está horrible de cara, parece un simio... —Eso sí lo escuchó su hermana.

—No insultes a los pobres simios —dijo mientras se ponía rímel.

—Tienes razón, pobres simios... Pero aun así yo no sé qué le ven a la idiota... tal vez si se pusiera una bolsa de papel en la cara sí la armaría, pero únicamente así.

Valeria comenzó a reír con fuerza.

—No la odies tanto, no vale la pena.

—Claro que sí la odio, a la babosa esa. —Frunció el entrecejo—. Nunca se me va a olvidar la vez que hizo que me bajaran un punto en clase de química.

—¿Y la vez que empezó a salir con el chico que te gustaba?

—Esa tampoco... Ni la vez que hizo un comentario homofóbico en mi —recalcó— presencia, eso sólo te lo paso a ti o a mis amigos... —Valeria comenzó a pintarse los labios con un color rojo carmesí—. Bueno, ¿y tú a dónde vas tan guapa?

—Voy a salir con mis amigas... al cine...

—¿Y te arreglas tanto solo para ver a esas dos?

—No, también irá Diego. —Se ruborizó un poco—. Junto con unos amigos, creo.

—Ay, mi niño —hizo como que suspiró, a lo que su hermana rodó los ojos—; ¿qué te ha dicho?

—La verdad no he hablado con él desde la fiesta... Espero que no se encuentre muy molesto.

—¿Por qué habría de estarlo? No fue tu culpa.

—Técnicamente... sí fue —susurró.

—Bueno, sí, pero no puede estar más molesto de lo que estuvo Vicente.

—Es cierto.

La chica se dirigió a su tocador y comenzó a peinarse.

—¿Y crees que si Diego fuera homosexual se fijaría en mí? —Bromeó de repente.

Valeria lo volteó a ver con el ceño fruncido.

—No es gay pero... Tú eres muy guapo —aceptó. Y era cierto, el chico tenía el cabello castaño, al igual que ella, ojos color azul fuerte y rasgos varoniles—. Yo creo que sí le gustarías. —Relajó su expresión y rio un poco.

—¿Y a Vicente?

—¿Por qué la pregunta? ¿Te gusta? —Alzó una ceja.

—¡Ay, no! Solo lo dije de broma. Ese es tuyo.

Valeria lo ignoró y siguió peinándose. Hubo un ratito de silencio hasta que Flavio le prestó atención a la ropa que llevaba su hermana.

—Oye, ese pantalón te queda muy bien, pero deberías usar tu minifalda nueva. Digo, porque va a ir Diego.

—Me gusta este pantalón. —Lo señaló. Era negro y ajustado.

—Se ve bien pero a ti te quedan mejor las faldas, ya sabes, porque tienes bonitas piernas.

¿Amor o codicia? ©  |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora