La Esmeralda

45 6 16
                                    

Por Laurus Somnia





-¡Miren, encontré una esmeralda!

Quien gritó eso había sido Omar, un joven estudiante de enfermería bastante popular en la vecindad, quien la había visto lanzando destellos entre la tierra mientras caminaba de regreso a casa.

-¿En serio? ¡Quiero ver! –exclamó Jazmin emocionada, al tiempo que dejaba su puesto de flores para acercarse a inspeccionar lo que su vecino había encontrado.

-¿Seguro que no es una simple piedra pintada que hallaste en el camino? –inquirió Don Mario, levantándose de la banca del parque al notar la conmoción. Pidió permiso para echarle un vistazo al extraño objeto, antes de devolverlo y añadir con interés poco disimulado–. Pues sí, sí parece una esmeralda genuina.

-¿Valdrá mucho? –preguntó Jazmin, que observaba el translúcido y limpio cuerpo de la gema, al tiempo que se retorcía las manos.

-¿Acaso piensas venderla, muchacho? –cuestionó Don Mario, sin apartar los ojos de la joya.

-Pues realmente no lo había pensado –confesó Omar, ligeramente apenado, mientras jugueteaba con la pequeña piedra verde–. En realidad la tomé solo porque la vi bonita.

-Si crees que solo así se ve bonita, imagínatela incrustada en una bella pieza de joyería –indicó Jazmin en un tono fantasioso.

-Pues, en realidad aun no sé qué hacer con ella...

-¡Puedes dármela a mí! –soltó la joven entusiasmada. No fue hasta que se encontró con las dos miradas confundidas de sus compañeros que se contuvo a sí misma para añadir–: Digo, solo si tú quieres. ¿Sabías que las esmeraldas tienen propiedades curativas? ¡A mí y a mis plantas nos vendría de maravilla!

-Sí, sí –interrumpió Don Mario–. Todos sabemos que a las esmeraldas se le atribuyen esa clase de características porque son verdes, igual que las plantas; pero ¿sabían ustedes que las esmeraldas también tienen grandes beneficios para la psique humana? Dicen que portar contigo una esmeralda ayuda a calmar la mente, equilibrar el espíritu y aumentar la percepción de los sentidos. Como pueden ver soy un hombre ya mayor, no soy quien solía ser en mis años mozos, y por lo tanto creo que esta esmeralda a mí me vendría literalmente como anillo al dedo.

-Bueno –añadió Omar dando un paso al frente y apretando la gema en su mano–. Yo recuerdo que leí en algún lado que las esmeraldas ayudan a fortalecer la memoria, y yo sí que necesito eso, sobre todo porque pronto entraré a parciales. Yo la necesito más.

Justo cuando se giraba para marcharse, Jazmin también dio un paso al frente, cortándole la marcha al muchacho.

-Pues en realidad creo que yo la necesitaría más. Las esmeraldas también ayudan a combatir problemas como el pánico y la ansiedad, y eso sí que lo necesito. ¡Solo miren como tiemblan mis manos y rodillas en este momento!

-También se dice que ayuda a curar ciertas enfermedades, como la epilepsia y el envenenamiento. ¡Imagina cómo podría ayudar eso a los pacientes! –añadió Omar, alejando la piedra del alcance de la chica.

-Jóvenes, jóvenes... –interrumpió Don Mario con voz calma y un brillo enigmático en sus pupilas–. Sí, tienen razón en todo lo que dicen, pero aún si cualquiera de los dos se queda con esa esmeralda por alguna de sus variadas propiedades, jamás serán capaces de alcanzar su verdadero potencial.

Ambos jóvenes lo observaron con interrogantes dibujadas en el rostro. El hombre aprovechó el momento para a su vez tomar la esmeralda y sopesarla tranquilamente, antes de continuar:

-Sí, así como me oyeron. Cuentan viejas leyendas que las esmeraldas son piedras capaces de guardar todo el conocimiento del mundo, tanto del bien como del mal, y que aquellos que saben usar su poder pueden incluso ser capaces de predecir el futuro.

Todos estaban boquiabiertos y estupefactos por la explicación, fascinados al descubrir la cantidad de atributos increíbles que poseía algo tan pequeño como aquella esmeralda.

-Bueno –dijo Omar, al tiempo que volvía a tomar la gema entre sus manos–. Creo que entonces me llevaré esto y me iré antes de que se haga más tarde...

-¡Hey! –soltó Jazmin con molestia–. ¿Y qué hay sobre mis propiedades curativas?

-¡O mi posibilidad de expandir las capacidades de la mente humana! –añadió Don Mario, cruzándose de brazos.

-¡Es mía, yo la encontré! –sentenció Omar, sin siquiera intentar disimular el rastro de hostilidad escapándole por la voz–. ¡Yo haré lo que quiera con ella...!

Sin siquiera dejarlo terminar, el joven se vio arrojado al suelo en el momento en el que tanto la florista como el viejo hombre se abalanzaron sobre él para arrebatarle la brillante y valiosa piedra, al tiempo que entre los tres se lanzaban empujones, insultos y más de algún golpe. Como si de pronto hubieran perdido completamente la razón, consumidos por sus propios intereses.

Y es que, de la misma manera que las esmeraldas eran capaces de aumentar la vida, salud, y capacidades mentales y espirituales de las personas, todas cualidades de noble naturaleza, a su vez eran capaces de acrecentar los defectos de los mismos, y en este caso, la ambición y egoísmo de estos tres personajes parecía haberse salido de control.

-¡Es mía!

-¡No, yo la necesito más!

-¡Dénmela a mí!

Forcejearon durante varios minutos ante la mirada atónita de los peatones que transitaban por la zona, hasta que, en uno de tantos movimientos arrebatados por hacerse con la esmeralda, la piedra se deslizó de los dedos de uno de ellos y, así como si las mismas estrellas lo hubieran predestinado, cayó justo dentro del agujero del alcantarillado, a un costado de la cuneta.

Las tres personas que peleaban de inmediato se detuvieron, como juguetes a los que se les había acabado la cuerda. Segundos después se levantaron, sacudieron sus ropas, y se pararon quietos y silenciosos, hombro con hombro, con los ojos pegados en el lugar exacto en el que el brillo verde de la piedra preciosa desapareció bajo la superficie de cemento.

La esmeralda se había ido.

El sol ya había avanzado en el firmamento, trazando un arco y alargando las sombras de los tres figuras que yacían estupefactos sobre la acera. Omar sobó suavemente su codo, en el lugar en el que impactó al caer al suelo, antes de retroceder lentamente y retomar su camino a casa. Jazmin dio pasos lentos de regreso a su puesto de flores, mientras se pasaba los dedos por el desordenado cabello, ocultándose tras el mostrador. Y Don Mario, como en medio de un trance, solo regresó su cuerpo a la banca del parque en la que horas antes había estado sentado y observando el tiempo pasar.

En los pensamientos de los tres se desdibujaban como trazos de pintura verde, sus diferentes ilusiones de utilizar la esmeralda para sus propios beneficios, aquella que al recordarla ahora, parecía ser más una ilusión en la memoria que un recuerdo reciente.

Y es que algo se les había escapado, y es que las esmeraldas también son piedras muy astutas, que pueden desencadenar el karma para aquellos que les dan un mal uso.

Así fue como la esmeralda se marchó, tal vez a brindarle ayuda a alguien, tal vez a tentar su destino, mientras en los corazones de aquellos que tuvieron la fortuna (o el infortunio) de encontrarla, soñaban esa noche con increíbles poderes que le atribuían a una pequeña y peculiar piedra de color verde que un día, simplemente, vieron brillar desde la oscura tierra.

Mucho tiempo después, Clara, una joven bailarina que acababa de salir de su ensayo, con los pies adoloridos y la frente cubierta de perlitas, se detuvo al observar algo brillando entre la hierba mientras salía del teatro. Agachándose para observarlo mejor, tomó aquel objeto misterioso entre sus dedos al tiempo que una sonrisa le iluminaba el rostro mientras decía:

-¡Miren, encontré una esmeralda!


Cuentos AscendentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora