Oh, terrible destino

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Por LadyDelamort


La pureza del inmaculado líquido era cruelmente mancillado por la escarlata sustancia que descendía de su herida. Su cuerpo rodeado poco a poco por rojo en lugar del platinado tono natural del agua.

Movió su cuerpo lo más rápido que pudo, obviando el hecho de que debía guardar silencio y compostura en la situación, dando grandes pasos que emitían ruidos por los chapoteos. Tenía que esconderse, debía evitar a toda costa que él se le pusiera enfrente de nuevo o lo lamentaría para siempre.

¿Por qué estaba pasando esto?

Hace apenas una semana estaban durmiendo juntos con todo el aprecio y cariño que se tenían, podía escuchar su escandalosa risa retumbar en la pared y a ella misma quejándose por ello al tener unos oídos muy sensibles, pero lo disfrutaba, la sonrisa de su pareja era en verdad hermosa pese a lo desproporcionada que podía presentarse por su dentadura irregular y colmilluda. Podía sentir el tacto cálido fantasmal sobre su ahora gélida herida latente, ardiendo como un agrio recuerdo.

Pero no era una remembranza, era su realidad.

Apoyo su espalda en el tronco de un árbol lo suficientemente grueso para ocultar su delgado cuerpo, usando su arco para darse soporte y no hacer ningún movimiento brusco, si bien, su herida del brazo era algo horripilante de ver, no era la única laceración que poseía. A lo mucho podía intuir que más de alguna de sus costillas se encontraban rotas y múltiples cortes de distintos tamaños por todo su cuerpo, al menos sus piernas estaban bien, pero cargar todo su cuerpo lesionado estaba provocando que se volvieran cada vez más lentas. Y eso era peligroso.

¿Por qué?

Apretó su arma con rabia recordando como su amante le había encarado como toda una bestia salvaje carente de su raciocinio de lealtad, atacándola a ella y a todo su escuadrón. Oh, por las diosas, su escuadrón.

Hizo ademán de levantarse cuando sintió un punzante dolor en su estómago obligándola a volver a sentarse con brusquedad, estampando con rudeza su espalda contra la madera. ¿Qué había pasado con su capitán? ¿Con sus compañeros?

¿Tritón... había sido capaz de...?

No, imposible. Eran casi como su familia, él sería incapaz de hacer algo que sabría que le provocarían un profundo dolor a ella. Llevo su mano libre a su estómago como si la sangre brotando de ella fuera más que suficiente para negar sus creencias, y aun así, no podía creerlo.

―Tritón...

Su pareja siempre había sido un hombre explosivo y hasta idiota cuando actuaba dotado de su natural impulsividad, pero nunca era capaz de dañar a alguien que había jurado proteger. Aquel sujeto que se interpuso en su camino para llegar al castillo de la familia Tenebris no era su amado Tritón.

Lucía como él, esa larga melena bermejón ondeándose con libertad orgullo, esos ojos dorados observándole con la oscuridad de su semblante, provocando que diera la impresión que sus orbes desprendían un peligroso brillo, aquella sonrisa arrogante digna de alguien que es capaz de tumbar incluso al rey de su nación. Ese no podía ser Titrón, no podía, no podía, no debía serlo...

¿Uno de los hombres más leales del rey se había levantado de la noche a la mañana y había decidido traicionar a su gente? ¿Desertar en todo lo que creía? ¿Su amado en verdad había intentado matarla con tal de evitar su avanzar? ¿Qué ganaba con eso?

―S-Su majestad...

El horror inundo su rostro al instante que dejaba caer su arma para taparse su boca ante la impresión desoladora que le había llegado al visualizar una razón para el comportamiento tan agresivo de su pareja.

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