Adiós y hasta nunca

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Cinco meses después de aquel beso pasaron, y Marta y yo comenzamos una relación.

Estaba en mi casa preparándome para salir hacia el instituto cuando me llegó un mensaje anónimo. Era un sobre pequeño y, al parecer, cerrado con el hechizo de "aire a presión". Logré abrirlo y leí la carta.

"Reúnete conmigo después del instituto, en la explanada de la unidad de tierra"

Y tiré el sobre a la basura, extrañado por el mensaje.

Pasé las clases con la cabeza puesta en la carta, no tenía ni la menor idea de quien podía haberla escrito. Yo no tenía ningún enemigo, así que no me explicaba quién me podría hablar de manera anónima.

Kiara, que se sienta a mi lado, no paraba de mirarme, como indecisa. Le sonreí de lado, mirándola alegre.

— ¿En qué piensas? —le pregunté, entonces ella me sonrió nerviosa.

— Nada, ¿cómo estás?

— bien... —le respondí, entonces eché la mirada hacia la profesora, ella estaba haciendo un hechizo de fuego básico.

Kiara, que estudia la creación de agua, es una de mis mejores amigas. Los que estudian agua y fuego estudian juntos, ya que la una se anula a la otra. Así, si ocurre un incendio intentando hacer un hechizo, los de agua acuden al rescate. Al igual que si se produce una inundación, los que estudian fuego vaporizan el agua.

También estudian juntos los que estudian elementos de planta, viento y tierra —porque, básicamente, los tres elementos se podrían meter en la categoría "naturaleza"—.

Tocó el timbre final, y salí de el aula mientras muchos de mis compañeros aún apagaban su fuego o deshacían sus charcos de agua.

Al salir del instituto, fui hacia el área de la unidad de tierra —las unidad de tierra servía para que, los que estudiaran ese elemento, pudieran entrenar. También existen áreas de fuego, agua, viento, y planta —. Me dirigí al pasillo A;C, bajé hasta la planta baja, caminé hasta llegar a la unidad de tierra ya retirada.

No vi a nadie, entonces miré a mi alrededor.

— ¿Hola? —pregunté, oí la pregunta rebotar en la habitación.

Vi a Marta salir de entre unas enredaderas, y me quedé un poco descolocado.

— Mike. —me llamó. Se la notaba áspera, como entristecida.

— ¡Hombre! pero si eres tú —contesté sorprendido, no me esperé ver que Marta fuera la que me citó aquí.— ¿fuiste tu la que me mandó la carta anonima?

Suspiró, luego me miró seriamente.

— Sí. Tenía que...

— ¿Por qué no me lo pediste en vez de mandarme una carta? —le pregunté, cortando su habla al segundo.

Me miró molesta, como si pudiera hacer algo realmente importante y me lo reprochase a mí. Marta cogió aire.

— Como iba diciendo, tengo que contarte algo... —dijo, entonces dio unos pasos atrás.

— Dime, Marta. —le sonreí alegre, y ella me devolvió una mirada entristecida.

Ella suspiró nuevamente, entonces separó sus labios

— No creo que... podamos...

Ni siquiera podía decirlo, no era capaz. No sabía de qué estaba hablando, y tampoco porqué era tan difícil de decir..., pero fuera lo que fuera, estaba creando unas pequeñas enredaderas que le cubría rápidamente los pies y la dejaban inmóvil.

— Vamos, dilo de una vez. —dije, entonces me auto-abracé.

— Vale —por fin, y después de tanto esperar, soltó de golpe todo lo que tenía que decir. —, no creo que podamos volver a vernos más.

Y mi respiración se cortó durante unos segundos, los suficientes como para helarme el corazón y dejarme totalmente confundido.

— ¿Qué? ¿Por qué? —logré titubear, apreté mi auto-abrazo. — ¿Me estás... dejando?

— ¡No, no! —exclamó mientras agitaba las manos en signo de negación, como queriendo arreglar lo ya dicho. — Espero que esto no sea un... adiós..., sino un hasta luego.

Al finalizar, y sin darme tiempo a reaccionar, se dio media vuelta y se marchó creando una escalera de enredaderas, uno de los hechizos más básicos para los estudiantes del elemento planta.

Recordé que, al comenzar nuestra vida de estudiantes de elementos, nos enseñaron que todas las emociones que sentimos se representan de una forma dependiendo del elemento que escojamos. En mi caso, al sentirme tan confundido, enfadado, triste..., tan sólo logré crear llamas por cualquier lugar por el que pasaba al correr.

Necesitaba alejarme de ese lugar, y también necesitaba que aquellas lágrimas hirvientes que se me habían formado desaparecieran.

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