Aquel día estaba en mi habitación mirando al techo, aburrida pensando en que hacer. De repente me vino a la mente escribir un diario sobre setas. Así que me abrigué y salí a investigar al bosque que estaba detrás de mi casa. Ya casi era de noche, pero quería al menos ver una seta para empezar el diario. De repente vi un pequeño resplandor que salía de debajo de un tronco de árbol. La curiosidad pudo conmigo y miré. Me encontré con que lo que producía el resplandor era una seta de color morado pequeña pero hermosa. Me fijé en los alrededores de ese tronco de árbol para volver al día siguiente a tomar más datos. Al día siguiente fui a mirar y en vez de ser la seta morada de ayer, ¡era azul! Era algo totalmente desconocido y extraordinario. Eso también lo apunté en mi diario. Cuando volví el siguiente día, la seta había desaparecido. Miré varias veces, y cuando me iba a marchar vi otra vez ese mágico resplandor, ¡la seta se había convertido en una flor! Parecía magia. En un instante su resplandor se acabó y la flor desapareció. Me quedé asombrada. Todo volvió a ser igual.