La luz tenue de la farola iluminaba aquel rincón de la ciudad. El cielo se apagaba y todo se iba oscureciendo a medida que avanzaba el tiempo. Ya casi no había gente por la calle. Solo algunos jóvenes que salían de fiesta y poco más. Me quedé sola, sentada en un banco, pensando en nada. Sumida en mis pensamientos, no me di cuenta de que alguien se había sentado a mi lado. Al 3principio me invadió una sensación de miedo. El chico captó mi sensación y me tranquilizó. Luego empezamos a hablar y nos presentamos. Estuvimos hablando de nosotros un buen rato y después fuimos a dar un paseo por la ciudad. Después de conocerlo mejor, me di cuenta de que ya lo conocía de antes. Era un compañero de clase que se había tenido que marchar a otra ciudad. Nada más decírselo me reconoció y nos fundimos en un tierno abrazo. Al separarnos, los dos nos sentíamos con ganas de ser algo más, y lo fuimos. Nos besamos a la luz de la noche, bajo la Luna.