El sol aún no ha salido pero a la isla la invade una leve iluminación, tenue pero suficiente para hacer visible la costa. Ambos supervivientes se preparan, como todos los días, para salir de la casa a buscar recursos y comida para así subsistir un tiempo más.
Con los pies ágiles y el paso seguro se mueven raudos sobre la arena y entre las piedras de la costa, van recogiendo todo lo que consideren útil: trozos de madera, hojas secas de palma, pequeños crustáceos, bayas, ramas secas y piedras de peculiares formas.
Cuando el sol ya empieza a volverse una molestia en la piel deciden detenerse a reposar. De una bolsa hecha con retazos de fibras entretejidas sacan un puñado de bayas silvestres que serán la merienda esta mañana. Van dando bocanadas pequeñas junto con un lento masticar, hasta que el usual barullo de los animales e insectos de la selva se ve de pronto interrumpido por un particular quejido más agudo que el resto.
Los supervivientes sienten curiosidad por dicho grito, suena más a alguien en problemas que a un depredador rondando. Ambos intercambian miradas y se deciden por investigar sin decir una sola palabra.
Al acercarse al origen del sonido, un hediondo olor a carne podrida llena los pulmones de ambos. Encuentran el gigantesco cadáver a medio comer de un triceratops que ha perdido la batalla contra algún carnívoro más grande, varias hilachas de carne verdosa le cuelgan del lado derecho del cuerpo dejando a la vista la vacía cavidad en la que alguna vez estuvieron los órganos de la criatura.
—La carne ya está podrida... no nos serviría. — Concluye uno de los supervivientes con intención de irse.Mas antes de que se marchen aquel agudo quejido vuelve a llamar su atención.
—Viene del otro lado. — Señala el otro.
Ambos rodean el cuerpo lentamente para, al final, darse cuenta que su temor era injustificado. El origen del llanto es una cría de triceratops, no más grande que un perro, que grita asustada junto al cadáver de lo que alguna vez fue su madre.
El ser humano es un ser sociable por naturaleza, siglos de evolución nos ha dotado con algo llamado empatía y esta, a veces, se extiende incluso más allá de nuestra especie.
Ambos acordaron no comerse a la cría, tal vez su pérdida los convenció de ayudarla o tal vez ninguno de los dos tuvo el valor de sacrificarla.
Ya camino a casa, la pequeña criatura caminaba siguiendo el puño de uno de los supervivientes el cual estaba atiborrado de dulces bayas. Ambos la observaban con una mezcla de ternura y tristeza mientras ella corría alegre intentando alcanzar los frutos.
El sol empezaba a caer pintando todo de un cálido tono naranjo. Fue entonces que sobre el cielo una estela de color azul se extendió por sobre sus cabezas como las pequeñas olas de un charco de agua, a la primera le siguió una segunda y luego otra y otra más, el cielo entero parecía un lago azotado por un repentino aguacero.
Ambos no hicieron más que contemplar tan peculiar y hermoso espectáculo desde su impotencia, no sabían qué estaba pasando... pero lo harían.
Al disiparse la última onda empezó un baño de luces que caían del cielo, rayos blancos y bien definidos unían las nubes con la tierra, el sol se terminaba de ocultar dejando en la isla un gran espectáculo que marcaba el inicio de esta, su historia... mi historia.
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ARK La Isla (borrador)
AdventureEn este mundo no solo hará falta voluntad para mantener a tus seres queridos cerca, pero es un buen inicio.