El sol pega con fuerza sobre su piel descubierta. La intensa luz le ciega y le hace llevarse una mano a la cara para taparse los ojos. Lentamente empieza a tomar consciencia de sí mismo, nota el dolor que le produce la arena al rozar con su espalda y la resequedad de su garganta que le impide pronunciar palabra alguna. Tras apoyarse en la arena empieza a recorrer sus brazos con la mirada, es él quien los controla pero le parecen ajenos, se topa con algo anormal a la altura de la muñeca, una pequeña pieza metálica con forma de diamante está incrustada en su brazo izquierdo. « ¿Qué...?» piensa.
Las frías aguas del mar chocan contra sus pies exaltándolo y haciéndole despabilar como sacándolo de su letargo. Poco a poco su vista se va acostumbrando a la luz y por fin puede vislumbrar un vago boceto del paisaje que le rodea. En frente suyo el mar se traga el horizonte y por detrás la maleza no le deja ver que hay después de los primeros árboles. Él está en medio, recostado en una playa que empieza a calentarse con el sol de la mañana.
"Agua" ordena su mente e instantáneamente su cuerpo se inclina hacia la costa para poder tomar un trago. Saciado vuelve a recostarse para después caer en cuenta de lo ilógico de la situación. Decide ignorarlo y vuelve su atención al implante que lleva en el brazo, lo observa como esperando que pase algo, desea tocarlo pero duda.
Algo lo observa desde la espesa selva, es bípedo pero no es humano, ni siquiera es un mamífero. Tres cazadores le observan en busca de comida.
Casi sin quererlo el hombre toca el implante y ante él se despliega un pequeño holograma no más grande que la palma de su mano, en él se puede leer una breve descripción de su persona.
—Sexo... edad... — Murmura para él mismo. — Nombre...
Hace una pausa tras ver que no hay nada escrito en ese espacio. « ¿Cuál es mi...»
Los pacientes ojos, ansiosos y hambrientos han decidido que el momento de saltar sobre su presa ha llegado. De entre la maleza una bestia escamosa salta en dirección del superviviente seguida de dos criaturas igualmente feroces. Con poco pero suficiente tiempo el superviviente logra esquivar el primer zarpazo para luego echar a correr entre las piedras de la costa.
— ¡Qué!
No hay tiempo para las palabras, debe mover sus piernas tan rápido como le sea posible para lograr evitar ser presa de los velocirraptores que le persiguen. Tras cruzar algunas rocas y helechos se da cuenta de que no le persiguen, ya no. Tal vez sea porque los velociraptores son inteligentes y saben que la más peligrosa de las presas es el ser humano. El hombre se detiene a tomar aliento pero ellos no le van a dejar en paz. Gruñen, gritan y patalean intentando atemorizar a su presa, mientras que el superviviente no puede hacer más que correr, detenerse a tomar aliento y seguir corriendo en dirección opuesta a los rugidos. Tras varios minutos de ese macabro juego él ya no puede mantener el ritmo, entonces se sienta escondido entre un par de rocas solo para darse cuenta de que ha caído en la trampa de los velocirraptores. Rodeado por rocas y altos árboles, se ha metido en la boca del lobo o, lo que en esta situación es lo mismo, en la boca de un desfiladero de rocas que no le van a permitir escapar.
Desde abajo puede ver como pequeñas piedras caen al ser empujadas por los dinosaurios que desde arriba le observan. Las bestias se comunican entre ellas con graznidos similares a los de un ave, indecisos sobre quién atacará primero. El de en medio parece tomar la iniciativa mientras que los otros dos se disponen a bloquear la única salida. Cuidadosamente el raptor se desliza utilizando pequeños salientes para apoyarse, nuestro superviviente no puede hacer más que retroceder hasta quedar contra un risco demasiado alto para trepar.
Las largas garras del animal se muestran impacientes y hacen movimientos nerviosos ansiosas por cortar la carne.
Antes de cerrar los ojos para aceptar su destino escucha el chasquido de un látigo y luego un alarido de dolor por parte del raptor. Al abrir los ojos se encuentra con el raptor tirado en el suelo retorciéndose y chillando sin poder pararse, gira la cabeza y ve detrás de él un gigantesco diplodocus cuya cola había sido el origen del ruido. Un territorial macho había salvado la vida de nuestro superviviente pero no era porque le agradasen los humanos, era solo porque odiaba más a los raptores. Rápidamente volvió a azotar su cola esta vez muy cerca del hombre quien trataba de esquivar los arañazos de raptor que aún se revolcaba en frente de él.
Los otros dos velociraptores habían dejado la zona con el primer chasquido y ahora la salida estaba libre, era momento de escapar hacia la costa en donde le sería más fácil protegerse de las emboscadas.
Esperó a que el coloso azotara su cola una vez más contra el raptor para después salir corriendo a través del desfiladero, casi lo consigue pero como dije al diplodocus él tampoco le agradaba. Antes de cruzar la entrada un potente azote le da de lleno en la espalda dejándolo sin aliento e incapaz de respirar. El impacto es tal que le desgarra la piel y le hace sangrar pero debe continuar, debe salir de la jungla si quiere sobrevivir. Espera unos instantes a que el diplodocus se tranquilice, este azota el suelo alrededor del hombre y del raptor que probablemente esté muerto; «Debo salir, o uno de esos golpes podría darme.» piensa y dándose valor a sí mismo se arrastra poco a poco a través del húmedo suelo de la jungla. Al salir del rango del diplodocus aún no puede ponerse de pie por lo que va gateando hasta finalmente salir de la jungla y llegar a la cálida arena que ahora quema más que antes.
Su espalda continúa sangrando y se le hace muy difícil el respirar, no llegará muy lejos en ese estado.
Un olor llama su atención, uno poco usual en medio de una isla tropical. ¿Podrá ser? ¿Es acaso? Sí, puede sentir el leve aroma del humo y donde hay humo seguro que hay fuego y personas que le pueden ayudar.
Con un increíble esfuerzo se levanta ayudado de una gruesa rama que encuentra tirada en la costa. Cada paso, aunque apoyado por el bastón, le provoca un increíble dolor. Le tienta el rendirse pero su instinto de supervivencia es más fuerte, sus ganas de vivir lo arrastran cada vez más cerca del origen del fuego. «Falta poc...» Sus expectativas bajan radicalmente cuando al fin puede divisar de dónde viene el humo. Parece ser una casucha abandonada en medio de la playa hecha con paja y madera, en frente está la hoguera casi apagada; no hay nadie alrededor.
«Continúa.» Le ordena su mente a sus piernas antes de que el bastón improvisado se quiebre por la mitad dejándolo tirado en la arena a unos metros de la chabola. «Un poco más.» Vuelve a ordenar pero sus piernas ya no se moverán. La conciencia lo abandona poco a poco y lo deja tirado ahí, a unos pasos de la cabaña, en medio de la playa, en una isla tropical gobernada por dinosaurios.
***
Humo... que olor tan peculiar y familiar, tal vez hemos desarrollado cierta predisposición a acercarnos a él ya que nos ha acompañado durante tanto tiempo que es casi inevitable ir en su dirección.
El hombre despierta en un pequeño cuarto de la cabaña que vio antes de desvanecerse. Se encuentra con que alguien le ha cubierto con pellejos rellenos de paja a modo de aislante. Usando un inmenso esfuerzo se levanta de su lecho con dirección a la puerta. Un vendaje simple atraviesa su espalda cubriendo la herida que el diplodocus dejó en él. Al salir de la habitación se encuentra con un cuarto más grande en el que hay colocadas varias cajas una después de otra; al otro extremo una mesa improvisada sujeta un mortero con un extraño polvo de color naranja dentro de él.
Empuja la otra puerta de la sala para salir a la playa. En la entrada se encuentra con un hombre sentado frente al fuego. Este se voltea para observarle, al principio serio pero luego de unos segundos muestra una amplia y amistosa sonrisa diciendo.
—Veo que ya despertaste. — Se pone de pie y le ofrece un cuenco tallado de madera con un trozo de carne cocida encima. — Ten, debes estar hambriento.
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ARK La Isla (borrador)
PertualanganEn este mundo no solo hará falta voluntad para mantener a tus seres queridos cerca, pero es un buen inicio.