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Para la rapidez con la que el vehículo se movía, en cualquier momento sabía que mis oportunidades de seguir con vida, cada segundo se reducían más.

Tomé mi teléfono y en marcación rápida escogí un número al azar. Era el de Liam. Mi mejor amigo.

 Contestó: 

<<—No hay tiempo—advertí antes de que hablara—Quiero que por favor, si miras a Antonella Bass, algún día, se que nunca te la presente, pero tú sabrás quien es. Solo... Solo dile a ella que la amo. Que nunca la olvidaré y que siempre estaré con ella, cuidándola y protegiéndola haya arriba>>

<< —¿Pero qué dices?>>

 <<—Has lo que te pido>>

<<—¿Cómo sabré quién es? No la conozco.>>

 <<—Lo harás>>

 Fin de la llamada. Y no solo de la llamada, fin de mi vida. 

El auto se estrelló contra otro, la fuerza que recibió fue más que suficiente para que volara por los aires y cayera quitándome algo más que tiempo a todos los demás autos.


Antonella entró en mi departamento. Pero yo no estaba ahí.
Me buscó en ambos pisos. Pero no me encontró. 
Se sentó en el sofá a esperar a esa persona que nunca más entraría por aquella puerta.


Un año después...


Pero como ah pasado el tiempo, que bella es la risa inocente de mi hijo. Sus coloradas mejillas y sus ojos miel. Igualitos a los míos. Antonella está paseando por el parque, acarreando la carriola del bebé. Hace un ruido estruendoso. Revisa que es lo que lo ocasiona, pero no encuentra el problema.

 Un chico se acerca a ella, le ofrece su ayuda y ella no duda. El chico es Liam. Remueve de una de las llantitas una pequeña piedra que se había atorado perversa. Antonella se pega leve en la frente. Se piensa que porqué no lo predijo. Liam ríe, se asoma un poco para ver a mi niño. Aquellos ojos tan parecidos a los míos los reconoce. La mira extrañado. Es ella. Lo sabe.

—¿Antonella? ¿Antonella Bass? —ella corresponde la confusa expresión
—Así es. ¿Te conozco?
—No, pero si conoces a mi amigo.
—¿A quién? —pregunta con una sonrisa tratando de deducir al posible candidato
—Niall—susurra. Ella empalidece. No quería volver a escuchar aquel nombre que le destrozó el corazón. Ella niega pero una lágrima se le escapa delatándola.
—No quiero saber de él—contesta despacio tomando nuevamente el mando de la carriola. Él la detiene
—¿Por qué?
—Tú amigo es un cobarde. Me dejo al enterarse de que esperaba a un hijo de él. Me mintió cuando decía amarme. Si me lo encontrará quizás lo mataría—responde adolorida. Revivir la angustia que sintió en aquel tiempo no le hacía bien. Pudo perder al bebé pero fue fuerte. No sabe cuán equivocada está su ideología.



Te amo. ¿Por qué no me escuchas? ¡Vez! Esto es un asco. Te puedo admirar pero no te puedo tocar, puedo acercarme a tus labios pero no los puedo besar. Que terrible condena estoy cumpliendo.


&quot;Solo Dile Que La Amo&quot;-Niall Horan (O.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora