Capitulo cuatro

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Pese a que en el aeropuerto ya habían tenido una recepción sonada, las calles que llevaban a palacio estaban flanqueadas de masas de gente que nos hacían llegar sus buenos deseos. La castaña deseó que la dejaran bajar las ventanillas para responderles.
Junto a Celeste, Anastassia miraba por las ventanillas, donde podía ver la gran cantidad de carteles con su nombre, que eran la mayoría.

Marlee estaba pletórica, mirando a través de la ventanilla, y el motivo era evidente. Su nombre figuraba en unos cuantos. El nombre de Ashley también se veía aquí y allá, casi tanto como el de Celeste, y mucho más que el mío. Ashley, siempre elegante, se tomó muy bien no ser la favorita. Celeste —era obvio— estaba molesta.

Los muros de palacio estaban cubiertos de yeso amarillo pálido y eran muy, muy altos. Había guardias apostados en lo alto, a ambos lados de la gran puerta que se abrió al acercarnos. Tras cruzarla, se encontraron en un largo camino de grava que rodeaba una fuente y que llevaba a la puerta principal, donde las esperaba un grupo de funcionarios. Con apenas un « hola» , dos mujeres la cogieron de los brazos y le hicieron entrar.

—Lamentamos mucho apremiarla, señorita, pero su grupo excepcionalmente tarde —dijo una.

—Vaya, me temo que es culpa mía. Me puse a hablar un poco en el aeropuerto, y en mi ceremonia de despedida.

—¿A hablar con la multitud?

—Por supuesto, todos son tan amables.

Intercambiaron una mirada, que entendió como aprobación. A continuación procedieron a
anunciar las estancias por las que íbamos pasando. El comedor estaba a la derecha, le dijeron; el Gran Salón, a la izquierda. A través de las puertas de vidrio pude entrever unos enormes jardines. Le empujaron a una enorme sala llena de gente muy ajetreada.

—¡Ahí están! —exclamó una mujer acercándosenos. Estaba claro que era la que mandaba—. Soy Silvia. Hemos hablado por teléfono -dijo, como presentación, e inmediatamente pasó al trabajo—. Lo primero es lo primero: necesitamos fotos del « antes» . Vengan aquí —ordenó, indicándonos una silla en una esquina, con un fondo artificial detrás—. No hagan caso de las cámaras, chicas. Vamos a hacer un programa especial sobre su transformación, ya que todas las chicas de Illéa querrán parecerse a ustedes cuando hayamos acabado.

Efectivamente, había un montón de gente con cámaras paseándose por la sala, haciendo primeros planos de los zapatos de las chicas y entrevistándolas. Cuando acabaron con las fotos, Silvia empezó a lanzar órdenes.

—Llévense a Lady Celeste a la estación cuatro, a Lady Ashley a la cinco..., y parece que en la diez y a han acabado: lleven allí a Lady Marlee, y a Lady Anastassia a la tres.

— ¡Mira nada más! —habló una mujer, sonriente. —Es un gusto volver a verte, Ana.

Le había tocado una mujer que ya conocía. Era la primera asistente del estilista predilecto de Anastassia, y una buena amiga de ella.

— ¿Que coincidencia, no? —preguntó Anastassia, divertida.

—Bueno, basta de charlas. —apresuró. -—Por obvias razones, tu estilo es perfecto. Pero me gustaría explotarlo aún más, ¿que te parece?

—Me dejo en tus manos.

— ¡Perfecto! —dio un par de palmadas, y se puso a trabajar.

No habían echo la gran cosa en ella, lavaron su cabello con champú, acondicionador, hidratante y suavizante, pero dejaron sus ondulaciones naturales. Recogieron un poco de la parte superior del cabello en lo que llamaban "trenzas de sirena" mientras dejaban libre la otra parte.  Una chica muy joven y amable la maquillo, mientras bromeaban.

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⏰ Última actualización: Jan 24, 2020 ⏰

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