Minji, se había quedado esa noche en casa de la rubia una vez más. Sus padres no lo habían tomado del todo bien, pues no solo había llegado tarde a casa luego de la fiesta del amigo de Namjoon, si no que la rubia últimamente estaba diferente. Era más voluntariosa, independiente y hacía lo que quería. No hacía lo que sus padres decían y eso les irritaba, sentían que alguien estaba cambiando a su hija y la intuición les hacía creer que era esa amistad que tenía con la peliroja.- Hija, ya estás despierta. Iré a la iglesia con tú padre. - su madre la rastreó con la mirada y luego saludo a Minji con un simple "Buenos días".
Una vez se fué, Minji tomó el cubo rubic que se encontraba sobre la mesa de noche y movió las fichas buscándole orden.
- Ayer no le habías dicho a tu padres que me iba a quedar. ¿Se lo habrán tomado a mal?
- La rubia suspiro y prefirió ver la forma en la que tomaba el cubo. Le gustaba mirar a Minji, la forma en como movía cada pieza y se concentraba. Algo tan simple como eso, sabía que la observaba con admiración, con deleite. Porque el simple hecho de estar juntas en ese simple momento era lo suficiente mágico como para sentirse satisfecha o dejar de sentirse preocupada por la opinión de sus padres.
Y le abrazo, le abrazo como si se aferrará a lo único bueno que le había traído el mundo, de alguna manera sabía porque sus padres estaban extraños. Enterró su cabeza en su cuello y pudo oler una fragancia similar al coco, dulce, tranquila y tan ella.
Adoraba la forma en la que hinchaba sus mejillas al no poder armar el cubo. Finalmente se rindió, jugar con los dedos de la rubia tomó su atención. Eso a Yoohyeon le encantaba, pues la ajena siempre los apretaba y hacía sonidos raros. Sus manos eran un poco más ligeras que las de ella, podía entrelazar sus dedos y sentir como encajaban de forma perfecta. Todo ello era especial, eran momentos simples, pero que la podían llenar más que cualquier otra cosa.
La adoraba de una forma que jamás pensó que podría adorar a alguien, ella era especial, diferente, nada parecido a lo que solía conocer o a lo que acostumbraba.
- Quiero que me cuentes de ti. Tu ya conoces a mis padres, mi mejor amigo y medianamente tienes idea de la vida que llevo.
- Bueno. - la peliroja puso algo de cabello tras su oreja antes de continuar.
- Por el momento sabes que estudio y trabajo, cuando vine a tu casa por primera vez, sentí algo de envidia. Vives en una casa tranquila y grande, estudias en una de las mejores facultades del país y no es que tengas muchas preocupaciones. Se podría decir que tienes la vida resuelta. Pero yo no soy así, Yoohyeon. Tu vida y la mía son muy distintas.
- Quiero saber que tan distintas. Algo me hace creer que has pasado por muchas cosas dolorosas. Y que tu puedes mostrarme un mundo nuevo, así como yo lo haré contigo. La última vez me preguntaste que quería de ti. Me hiciste sentir insegura, nunca nadie me había preguntado que era lo que yo quería. Pero resulta que yo no quiero nada de ti, quiero las cosas contigo.
- Minji sonrió ante sus palabras, esa sola sonrisa fue suficiente para transmitirle todos y cada uno de sus sentimientos. Y ahí supo que la amaba, que realmente la amaba, una parte de ella estaba aterrada.
Se sentía como estar encajonada con temor del futuro, pero de igual forma al amar la hacía libre. La hacía sentir que estaba dispuesta a todo, a entregarlo y sacrificarlo todo.
Yoohyeon nunca había tenido una relación estable y sus padres no sabían nada sobre su orientación. Nunca había tenido problemas frente a ello, porque nunca había amado lo suficientemente a alguien como para dar la noticia y presentar una pareja oficial.