7: Manada.

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Los ángeles difícilmente podían sentir dolor; eran criaturas casi indestructibles cuyas emociones, sensaciones y sentimientos se mantenían anclados a la casta de su recipiente y aún así resultar impunes; un golpe podría ser recibido por un ángel alfa, omega o beta y éste apenas iba a registrarlo, el golpe iba a sanarse mucho antes de que ellos lo notaran. Pocas cosas podían herirlos de verdad y hacerles sentir dolor.

Castiel había experimentado leve dolor antes, un ejemplo era la mordida de Dean, había dolido cuando fue hecha pero el dolor pronto pasó; en algunas peleas contra CROATOANES o demonios había salido herido y en su momento había dolido a pesar de que la herida se cerraba segundos después. Los ángeles eran de los seres más fuertes e indestructibles del universo.

Pero a Cass nadie le había dicho que el dolor de un parto iba a ser terrible, tampoco le dijeron lo difícil que podría ser dar a luz cuando él sólo quería que dejara de doler y buscaba el daño con su gracia para sanarlo mientras su vientre iba llenándose de luz, Cass podría compararse a sí mismo con una medusa, iba apreciando las venas de su recipiente conforme la luz las iluminaba y sentía que se transparentaba de manera alarmante.

La sensación era equiparable a quemarse con aceite sagrado, a Cass no se le ocurría otra cosa; hace unos años, lo que parecían bastantes, a su guarnición de ángeles los mandaron a una misión en Roma para encargarse de algunos demonios que usaban sangre santificada para cosas no permitidas e investigar la desaparición de varios ángeles omegas; Castiel recordaba haber ido a una bodega donde sentía la gracia emanar con más fervor que en cualquier otro lado, sus compañeros estaban investigando más adelante así que no sintió que hubiera problema en echar un vistazo a aquel lugar.

El fuego era lo que tenía más presente de ese recuerdo, el aroma a aceite quemado y los gritos de sus hermanos enjaulados llenaban sus oídos cada que lo recordaba; el calor, el ardor que había recorrido su piel cuando intentó acercarse demasiado, el temor de no poder sanarse después de eso; aquel ardor era lo mismo que sentía pero, en esa ocasión, iba de adentro hacia afuera. La gracia de los cachorros estaba ardiendo en su interior deseando salir por su cuenta y Castiel no sabía cómo manejarlo; entendía que en situaciones así se necesitaban omegas pero Cass sabía que cualquier omega que se le acercara en ese momento saldría lastimado.

La puerta de la habitación se abrió, Adán comenzó a ladrar enfurecido mostrando los colmillos y colocándose protectoramente entre el recién llegado y Castiel, el ángel se encontraba recostado en la cama con la luz dorada emanando de él, miró con alarma a quien entraba encontrando a Dean parado en la puerta intentando controlar a Adán que no parecía querer cooperar mientras que detrás de él se asomaban Sam, Crowley y Benny, incluso a Cass le parecía escuchar a Satanás por el pasillo.

Dean intentó dar un paso al frente pero Adán le mostró los colmillos y volvió a ladrar mientras que el calor que emanaba del pelinegro parecía arderle en la piel; el demonio miró cómo las venas de Cass dejaban de iluminarse de manera dorada y le sustituía el mismo tono rojizo que le recorría a él cuando su marca ardía.

—Ni se te ocurra entrar, Dean—amenazó Satanás tirando de él hacia el pasillo y cerrando las puertas—No podemos entrar ahí, sería catastrófico—declaró haciendo que los ojos de Dean se oscurecieran en amenaza y su aroma inundara el pasillo.

—Aquí vamos de nuevo—murmuró Crowley con fastidio.

—Mi omega está dando a luz, ¿por qué no puedo estar con él?—gruñó el alfa haciendo que los ojos de Satanás se pusieran amarillos.

—En primer lugar, te atreves a ponerte todo alfa conmigo y no conocerás a tus hijos—amenazó la omega haciendo a Dean gruñir—Y en segunda, cuando un omega da a luz sólo puede haber omegas en la habitación, su aroma hace más fácil el trabajo que un alterado alfa—ante eso Dean miró a Sam esperando confirmación.

I'm Not Your Angel.Where stories live. Discover now