Capitulo III

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Mientras dormía Rachel no dejó de soñar con el día de la muerte de su madre, después con Alan kreilovsky, pasó una noche terrible y al levantarse bañada en sudor y con los cabellos revueltos decidió que no dormiría más, se lavó la cara y acomodó su bata de satén blanco. Miró a su padre que dormía profundamente, así que, alegre de no haberlo despertado bajó a la cocina.

-Qué diablos haces aquí?, vuelve a la cama- Anabelle la reprendió al verla despierta desde tan temprano.

-No tengo sueño nana- caminó hasta uno de los taburetes y se sentó- para dónde vas?

-Iré al mercado, quieres que te preparé algo?- preguntó con dulzura

-Así estoy bien nana, que te vaya bien- Dejó caer la cabeza en el mesón y cerró los ojos.

-De acuerdo, trata de descansar- salió por la puerta de la cocina que daba al garaje donde uno de los choferes la estaba esperando.

Rachel pasó quince minutos pensando en una cosa y en la otra, Se levantó y caminó hasta el estudio de Gabriella, el cual llevaba cuatro meses sin abrirse, era el sitio donde pasaba la mayor parte del tiempo después de llegar al trabajo, su sitio preferido.

 tomó aire y entró a buscar algunos documentos de la empresa. Sabía que debía de ser fuerte y continuar con los negocios que su madre había empezado.

Abrió la caja fuerte y rebuscó en las distintas carpetas que contenía. Sacó una carpeta con el nombre de la constructora y salió rápidamente del estudio.

En una de las habitaciones Alan dormía profundamente, hasta que el sonido de un nuevo mensaje lo despertó, tomó su Iphone y observó la hora, eran las 6:15 y Andrew ya estaba fastidiando

*Es hora de levantarse*

*por dios, qué quieres*  mandó el mensaje mientras se paraba de la cama.

*Tenemos reunión a las tres*

*lo sé, te veo más tarde*

*ESPERAA!, cómo es la hija de Eric?*

Hizo una mueca y respondió

*Normal, tal vez la veas hoy en la oficina, adiós hermanito*

Bajó las escaleras sin percatarse de que había olvidado la camisa de su pijama, cuando llegó a la cocina, donde para su sorpresa encontró a Rachel, descalza con una bata tan corta que escasamente le cubría los glúteos, pero la cual le enmarcaba todo el cuerpo, tenía el cabello suelto cayéndole como una cascada sobre la espalda.

Ella sin notar su presencia se inclino hacia adelante para hacer un arreglo en el plano. Alan la observó detenidamente, la espalda de esa mujer era toda una escultura, sus piernas eran perfectas y su trasero merecía que lo aseguraran.

-Se levanta usted temprano señorita Bourgois- sonrió de lado al verla brincar por el susto.

Ella se dio la vuelta con rapidez, e hizo rodar sus ojos al verlo sin camisa, caray, ese hombre tenía una estructura ósea perfecta

-Así es, pero por lo que veo usted también- se acomodó la bata haciendo un esfuerzo por cubrirse, no podía negar que él se veía perfecto a todas horas, y con aquel pantalón que le caía de una forma tan sexy sobre la cadera. Aún más.

Alan pasó una mano por los alborotados cabellos, enarcó una ceja mientras se dirigía a la mesa, al pasar junto a Rachel sus brazos medio se rozaron, él aparentó no haberle prestado atención a ese pequeño detalle sentándose con tranquilidad a su lado.

Tres son multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora