Capítulo 2: Mundo pequeño

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Joder, joder, joder ¿Por qué el mundo no es más grande? No puedo creer que el responsable de mi dolor de cadera sea el jefe del señor Hoffman, mi jefe, en ese momento preciso mis ganas de seguir mirando se desvanecieron tras salir prácticamente corriendo hasta mi oficina donde me encerré por alrededor de dos horas, normalmente no toma mucho tiempo recibir a los otros empresarios, por ello supuse que él se había ido de regreso a su empresa, me sentía nervioso, debía trabajar, pero no quería hacerlo por culpa de creer que él estaría con mi jefe, aunque cuando vi a mi jefe tomar un café de la máquina me sentí un poco más tranquilo, el señor Hoffman estaba solo así que supuse que el pelinegro se había ido.

Claro que me acerqué a mi jefe queriendo cerciorarme de que se había ido, el señor Hoffman me miró con una cálida sonrisa antes de indicarme que me acercara, no sabía cómo preguntar lo que realmente me interesaba, no obstante, mi jefe parecía más relajado así que me di por respondido, hablé un poco con él sobre su regalo y en cosa de minutos regresé a mi oficina en busca de mi Tablet para revisar la empresa piso por piso, creí que no me volvería a topar con él, no suelo ver otra vez a las personas con las cuales tengo sexo así que aquello me sorprendió y asustó al mismo tiempo, de todas formas hice cosas que no debía con el jefe de mi jefe.

Pensé en ello durante casi media hora, estaba en el quinto piso cuando la secretaria de mi jefe me mandó a llamar, yo sin preguntar caminé de regreso al décimo quinto piso enterándome de la odiosa noticia de que el jefe, el joven Patterson me estaba esperando en mi oficina, según lo que me dijeron estaba buscando hablar con todos los trabajadores por ello debía de ir a verle, no tenía escapatoria, con cada paso que daba mi corazón se subía a mi garganta viéndolo de pie cerca del ventanal observando la ciudad con las manos metidas en el bolsillo de su traje, no quería hablar con él, pero luego de obligarme a mí mismo que todo estaría bien, entré.

Fingí que entre él y yo no había pasado nada en la noche anterior, fingí que aquellos cosquilleos que sentía mi cuerpo no existían, sin embargo, cuando él se giró para verme su sorpresa fue casi tan grande como la mía cuando lo vi antes, la única diferencia es que él no corrió, más bien sonrió de forma divertida viéndome de pies a cabeza a medida que mordía su labio inferior.

–Que pequeño es el mundo...– susurró viéndome a los ojos– me sorprende que puedas caminar.

–Me dijeron que quería hacerme algunas preguntas– evité sus palabras con nerviosismo notando como su sonrisa se expandía.

–Sí, ven, ubícate a mi lado– dijo apoyándose en mi escritorio viendo otra vez hacia afuera, sólo que esta vez mantenía la sonrisa divertida en sus perfectos y seductores labios.

Yo con miedo me acerqué manteniendo la distancia, imité su posición en mi escritorio, sólo que no me ubiqué muy cerca de él, quería mantener la distancia, sabía que nada bueno saldría de todo esto, por ello me dediqué a esperar las preguntas que debía hacerme, parecía que estaba pensando detalladamente que quería preguntar, aunque me obligué a creer que sería profesional.

–¿Qué tal tu cumpleaños? –preguntó acercándose un poquito más a mí, yo cerré mis ojos, en ese momento preciso todos los recuerdos que antes estaban borrosos se volvieron visibles llenando a mi cabeza con aquellos recuerdos sexuales que lograron en mi un suspiro casi incontrolable.

–¿Le ha preguntado a todos lo mismo? –pregunté evitando contestar.

–No, pero soy el jefe, puedo hacer lo que quiera– dijo acercándose más a mí– responde– dijo fingiendo que tomaría apuntes en aquel teléfono inteligente en donde había un cuestionario bastante extenso.

–Bien...– respondí mirando nervioso mis manos, mi corazón latía muy deprisa, además su brazo rozaba el mío de lo tan cerca que estábamos.

Un chico especial/BL/GayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora