CAPITULO I

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Se encontraba recostado sobre la cama, acababa de despertar luego de una larga siesta, era raro porque era la primera vez que descansaba. El día era hermoso a decir verdad, los primero rayos del sol se filtraban atreves de la pequeña ventana de su alcoba.

Con cuidado se puso de pie y fue directo hacia el baño, lavo su cara con el agua mas fresca que esa mañana le podría ofrecer y una vez terminado de asearse, se dispuso a ir a su pequeño armario donde busco su atuendo del día.

Casi se vuelve loco al descubrir que no encontraba su corbatín de moñito rojo, él podía perder todo lo que tuviera, pero jamás en lo que le restaba de vida su moñito. Pero su alma volvió al cuerpo cuando recordó que el enfermero Byun lo había lavado la tarde anterior y cuando este se seco había sido colocado en su cajón.

Hay!! Ese moñito rojo, tantos recuerdo que le traía, y todos llevaban a la misma persona.

Su Jongin, el amor de su vida.

Salió del pequeño cuarto y se encamino rumbo al jardín, se sentó en su silla favorita y se dispuso a contemplar como el sol salía detrás de las montañas, era su pequeño momento de tranquilidad antes de que los enfermeros vinieran y lo sometiera a las actividades en las cuales no quería participar, pero lo hacía con tal de que en las tardes lo dejaran contemplar el atardecer y así poder tener otro momento a solas.

Su buen comportamiento le había costado los permisos para poder escuchar la vieja radio de casette, porque si, él se había encaprichado en que lo único que quería era esa radio, incluso si no podía salir a tomar aire fresco, de todas las cosas que él pudo pedir, solo necesita esa radio, misma que se encontraba en una mesa fuera del recinto al lado de la silla.

Pero ese día se sentía diferente a todos los demás, extrañamente sentía alivio en su alma pero las ganas de llorar seguían intactas desde aquel día. Solo un par de veces no se había acordado de su sufrimiento ya que el enfermero Byun lo distraía contándole alguna anécdota. El amable enfermero se había convertido en su confidente y le agradecía mucho que aligerara la carga en sus hombros que veía arrastrando desde hace bastante tiempo.

Una vez sentado prendió como de costumbre el pequeño radio viejo y se dispuso a poner sus canciones de siempre, nuevamente como todos los días los recuerdos empezaron a inundar su mente:

El loco de la Radio (KaiSoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora