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Elsa

Habían pasado meses desde la última vez que fui a jugar charadas con Anna, Kristoff y Olaf en Arendelle. Nunca había sido buena en ese juego así que no me molestaba en lo absoluto. Solo extrañaba verlos todos los días.

Sin embargo, mi querida Anna escribía seguido y sentirla cerca no era tan difícil.

Hoy había sido un día muy largo. Había caminado mucho resguardando los alrededores del bosque y, estando allí tirada con la mirada hacia el cielo, podía sentir cómo se me entrecerraban los ojos. Me resistía a dormir, sin embargo, el cielo estaba precioso y quería ver las estrellas un momento más. De la nada, Nokk salió precipitadamente de los árboles. Él era un caballo de agua (espíritu del agua).

—Shh, tranquilo—dije aunque creo que lo decía más para mí. El corazón me había saltado en el pecho al verlo.

No entendía lo que trataba de decirme. Estaba segura de que quería que lo monte, pero ¿para qué? y, ¿a esta hora?
Nunca había venido a mí de esa forma, ¿acaso algo estaba mal en Arendelle? Quizás los espíritus podrían haberse arrepentido de salvar a la villa. No quise esperar más. Lo monté apresuradamente antes de seguir imaginando situaciones. Ya me imaginaba al lado de Anna tratando de solucionar lo que sea que hubiera pasado cuando me di cuenta que el caballo tomaba una ruta extraña.

—Arendelle está del otro lado—le dije.

Moví las riendas para que pare, pero me ignoró. Después, me di cuenta de que me estaba llevando cerca al lugar donde estaba la embarcación naufragada de mis padres. Al acercarnos más, los restos de una canoa se hicieron más visibles a la distancia. Un mástil roto, velas rasgadas y el casco casi destrozado, denotaban mucho. Nos adentramos un poco más y el caballo se detuvo por fin cuando llegamos al pie de los restos. Incluso, me hizo un ademán con la cabeza para que bajase.

Sonreí inconscientemente. ¿Cómo me vería desafiando al espíritu del agua en caso decidiera no ver lo que pretende? No tenía ganas de saberlo. Ya había batallado con Nokk la primera vez que lo conocí.

Decidí acercarme ante la mirada sostenida de cierto animal. Nada fuera de lo común, había maderas y más maderas y...me quedé inmóvil. Había una persona inconsciente entre los escombros. No era una persona cualquiera, el color fuego en su cabello, su uniforme de marino, la forma definida de su nariz, sus pecas, todo me era muy familiar y no quería adivinar quién era. De verdad, no quería...¿podría ser quién creía?

Le aparté suavemente el mechón que no me permitía verlo con claridad y, una vez revelada y confirmada la identidad, un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Era él.

Estaba frente al hombre que había intentado matarme hace tres años. Sentí miedo. Sabía que mi magia me protegería pero aún así sentí miedo: él había logrado sacar a la luz mi lado más débil.

Sin embargo, el miedo se esfumó al ver cómo se encontraba. Estaba tan indefenso, tan vulnerable con las olas de la orilla golpeándolo suavemente. Me preguntaba si sería capaz de dejarlo allí y seguir con mi vida. Estaba segura de que alguien lo encontraría en algún momento. Me giré concentrándome en ese rechazo que sentía al verlo y, antes de dar el primer paso para alejarme, Nokk empezó a relinchar molesto, como si me estuviera diciendo "No te he traído acá por gusto".

—Está bien, necesita ayuda, lo entiendo—le contesté—. Voy a avisarles a los Northuldra.

Pero el caballo me seguía mirando.

—O yo puedo ayudar al hombre que casi me mata, porque eso es muy normal—dije regresando hasta donde estaba el pelirrojo. Nokk me dejó de mirar satisfecho—. Tan normal como hablar con un caballo.

¿Y si volvemos a empezar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora