Mi nombre es Cassandra Marie James hoy es mi cumpleaños número veintiuno y siento dentro de mi, que será diferente, vivo en una clínica desde los quince años, mis padres decidieron darme de regalo de cumpleaños una vida totalmente diferente y sinceramente, no se los agradezco.
Cada cumpleaños me es necesario escribir mi nombre al inicio de cada página de mi diario para no olvidar quien soy y explicar mi vida para buscarle un propósito.
Tengo dos hermanos Max y Mason James, de quince y cinco años respectivamente; aquí en la clínica o más bien en los laboratorios he hecho buenas amistades, (en realidad solo una) es David Harrison un chico unos años mayor que yo, nos conocimos porque cuando ingresamos el nos dió la bienvenida, él es hijo de uno de los colegas de mi padre, su madre murió por una enfermedad contagiosa, creo, y por eso decidieron traerlo aquí para analizarlo y que no tuviera lo mismo.
Bueno en estos laboratorios somos sometidos a experimentos para hacernos inmunes a distintos tipos de virus, somos unos tipos conejillos de indias o ratas blancas de laboratorio...
–Cassie, pequeña, vamos que es hora de trabajar. —dejo de escribir al escuchar la voz de mi padre, me pone eriza la piel al saber a lo que viene, inhaló profundamente y me levanto de mi cama, no sin antes guardar debajo de la almohada mi diario.
–Ya voy padre. —respondo en tono bajo pero seguro, finjo una sonrisa como de costumbre pero antes de salir de la habitación que me corresponde, disimuladamente miro abajo de la cama para observar si ahí sigue el pequeño bolso que desde hace años empaque, y sigo a mi padre.
Camino detras de él, aun no veo a los otros, cuando llegamos al cubículo en el que nos hacen el procedimiento observó a Max y David, por ningún lado a Mason y me preocupa un poco.
Les sonrió disimuladamente y me acerco a ellos, poniéndome en medio.
– Chicos sabéis ¿dónde se encuentra Mason?
– Escuche que lo llevaron con el Sargento Smith porque lo quieren ingresar a la base militar.— responde mi hermano Max
– ¿Que? Pero si es un niño. —aumento el volumen de mi voz y siento que me comienza el pánico.
– Silencio, y eso es algo que a vosotros no os corresponde, procurad seguir órdenes.—mi padre me lanza una mirada reprobatoria, hace un par de meses que no veo a mamá por aquí y eso me preocupa, ella se preocupaba un poco más por Masón que mi padre, sus palabras me ponen la sangre a hervir, nunca le hemos interesado pero él, joder, si es su hijo el más pequeño y eso me molesta demasiado, toda esta situación es su culpa, por ello hemos sido sometidos a locuras inexplicables.
Cuando ingresamos a la siguiente habitación se encuentran los otros ocho chicos que son sometidos a los tratamientos con nosotros.
Aunque somos una sociedad grande la que habita en esta clínica, solamente doce fuimos sometidos a experimentos o como ellos lo llaman "tratamientos evolutivos", ayer habían comenzado con Masón, pase por un fuerte enfrentamiento con el personal para que no le hiciesen nada, no sirvió de mucho, me tuvieron que sedar para que les dejará hacer con él lo que quisiesen, es por eso que en parte me alegro que no esté aquí.
Nos hacen el mismo procedimiento, ingieren el virus a nuestro cuerpo observan como nos ataca e invade nuestro sistema inmunologico y antes de que se vean reacciones mortales nos inyectan un antídoto y también observan nuestras reacciones; todos somos inmunes a varias enfermedades, de hecho a la gran mayoría de los virus descubiertos hasta el momento y en parte eso se agradece, porque nos han convertido en Wolverine.
Estamos todos muy agotados, ya terminamos el procedimiento de la semana, cuando en ese preciso momento comienza un alboroto y todo el personal va de prisa de un lado a otro e incluso unos comienzan a correr, nuestro instinto de supervivencia se activa, hasta nuestro sexto sentido despierta y aunque todos nos sentimos decaídos por el largo procedimiento y sin fuerzas, comenzamos a alterarnos y a seguir de prisa hacia la salida, todos nos preguntamos que esta ocurriendo.
– Ian, ¿que está sucediendo? —se escucha la voz de Róger el "general" al mando y todos nos giramos a verlo, está hablando por una radio con el "sargento Smith", que curiosamente es su hijo.
– Pa... padre... Róger, sacad a todos los chicos de aquí, traten de moveros a la zona trasera, les estaré esperando en el camión...— se escucha mucho ruido y de pronto se desconecta, pero en cuestión de segundos su voz vuelve a escucharse por el altavoz.— Róger escucha es el gobierno, ya están aquí, han desmantelado las zonas laterales y van a por la frontal, sacadlos. ¡Ya!
– Ya escucharon chicos, sigan las órdenes.
Todos comenzamos a correr a la zona de salida de emergencia en la parte trasera de la clínica central, pero, en ese momento recuerdo mi mochila y mi diario, corro hacia el pasillo de la izquierda antes de la salida y de inmediato llegó a mi habitación, tomo mis cosas debajo de la camilla y estoy buscando mi diario cuando me toman bruscamente del brazo y tiran de el con fuerza.
– Joder, Cassandra debiste seguir mis putas órdenes. — es Ian esta alterado me saca y comienza a correr conmigo a rastras.
– Espera que me he dejado algo importante en la camilla...
– Nada es más importante que nosotros, nos pueden atrapar y no salimos de aquí.
De pronto se me viene a la cabeza que está solo.— ¿Dónde está Mason?
– ¿Ahora si te preocupa? —trato de sacarme pero no me suelta, al contrario me sujeta con mas fuerza hasta que estamos de pie fuera del establecimiento y señala el camión camuflajeado. —En la parte del copiloto lo encontrarás...
Ya no lo escucho, simplemente corro hasta que llegó y tomo entre mis brazos al pequeño, ese hombrecito que siempre me roba el corazón, no me interesa que este respirando aire natural después de seis años que solo respiraba aire acondicionado, solo me importa tenerlo entre mis brazos, estar al aire libre pasa a segundo plano y me concentro en él.
–Hey Cassie, no digáis que me extrañaros porque yo estuve muy feliz jugando en el campo militar, y solo fueron unas horas. —escucharlo hablar, me reanima y provoca que lo suelte y le reparta besos en todo el rostro y le acaricie los mofletes.
– Yo siempre voy a extrañarte pequeño...
– Sube Cassandra. — me interrumpe el sargento Smith y la demanda con ese tono suyo hace que le obedezca.
– ¿Max y Harrison?
– Tranquila, están en la parte trasera..
Parece que mi mirada llena de alarma provoca que me dé una explicación..
– Tranquila, tiene ventilación, entra el aire por las rendijas y los espacios de la caja.
Asiento y me relajó un poco en el asiento con Mason en mis piernas.. trato de pensar en lo loco que a ido el día y de pronto recuerdo que olvidé mi diario en la habitación, solo espero nadie lo encuentre, ahí hay tantos secretos que como se descubriesen, nuestros padres están arruinados.
No preste atención a nada, decidí cerrar los ojos y acurrucarme.
No me intereso el cálido clima de otoño ni la brisa húmeda del aire, incluso el olor a manzana cubierta que corría por las calles concurridas de la ciudad.Tenía la esperanza de que todo cambiará y que las cosas resultarán mejor de lo que vivíamos.
***
-Este libro es un trabajo de ficción, hecho por y para mero entretenimiento y cualquier parecido con hechos reales, o personas, vivos o muertos, es una coincidencia.
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Aliados
RandomEstar encerrada no es malo, lo malo es estar prisionero de tu propio destino, que no sepas que rumbo tomara tu vida, que solo sea lo que los demás te digan que hacer, tener que estar en un laboratorio como conejillo de indias para servir de experime...