CAP 3

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El viento soplaba helando mi piel, al abrir mis ojos me di cuenta de que no estaba en mi habitación. Estaba tirada en el patio trasero de la casa, con mi pijama. Intenté levantarme, pero un dolor casi insoportable se extendió por todo mi cuerpo, al mirar mis manos me di cuenta de que estaban llenas de sangre, me asusté; pero mucho más al darme cuenta de que la sangre provenía de mí. Tenía una herida en el costado derecho de mi abdomen de la cuál no dejaba de salir sangre. Empecé a hiperventilar mientras mi mirada se perdía en la oscuridad de la noche. Pero en esa misma oscuridad distinguí una figura humana, casi imperceptible, al acercarse esa figura a mí no pude distinguir su rostro. Pero una sensación en mi cuerpo me hizo sentir que esa persona no estaba ahí precisamente para ayudarme.

Desperté con un inmenso dolor de cabeza, me intenté parar, pero al parecer mi cuerpo no quería reaccionar a mi orden. Decidí esperar un poco sentada en el piso para que mi cuerpo terminara de despertarse del todo. Cuando ya me fue posible pararme me di cuenta de que estaba apenas con una toalla cubriendo mi cuerpo; mi mente hizo clic y en tan solo un segundo recordé lo que había pasado. Me apresuré a mi habitación y me puse una sudadera, cogí unos tenis y agarré mi pelo en una coleta desordenada. Agarré mi celular y me di cuenta de que eran las 5:00. Tenía que apresurarme si quería alcanzar a ver a mi mamá en el hospital.
*Ya en el hospital *
Después de pasar por unas preguntas de rutina por parte del celador me apresuré a la recepción, donde una enfermera de turno estaba concentrada en su computadora.

- Margaret Lipton por favor- mi pecho subía y bajaba, intentando nivelar mi respiración. –
- ¿Eres familiar? - me contesto la enfermera
-Soy su hija
-2° piso habitación 207. Recuerda que en 20 minutos se acaba el tiempo de visita- anunció la enfermera. -
Salí corriendo hacia el ascensor, y oprimí el segundo piso. Apenas las puertas se abrieron salí a correr hasta la habitación correspondiente en                  la que estaba mi madre; antes de que pudiera llegar, una voz me freno

- ¿Puedo ayudarle? - frené, y al girarme me di cuenta de que era un enfermero
- Buscó a mi madre, Margaret Lipton. -
- Sígueme por favor... -Mientras caminaba, me di cuenta de los silencioso que estaba todo, mis ojos examinaban cada parte del hospital. Cuando llegamos el enfermero me hizo una seña con la mano para hacerme entender que esperara, asentí y esperé. Intenté asomarme por la puerta y me di cuenta de que el enfermero hablaba con un oficial de policía, al ver que se estaban acercando decidí volver a mi posición y hacer como si nada hubiera pasado.
- Soy yo
-Soy el oficial Homer. Había estado esperando su llegada, quisiera hacerle unas preguntas sobre su madre
- ¿Tiene que ser aquí?
-No, puede ver a su madre y yo estaré esperando aquí afuera para dirigirnos a la estación. ¿Está bien con eso?
-Supongo que si- El oficial asintió con la cabeza y se sentó en las sillas de espera. Al entrar a la habitación un olor a medicamentos me golpeó. Me acerqué lentamente a la camilla. Pero creo que jamás hubiera podido estar preparada para lo que vi. Mi madre tenía cubierta la cabeza con un vendaje, en su cara se encontraba esos aparatos que se les pone para respirar. Estaba pálida, bajo sus ojos se hallaba una línea violácea. Al alzar un poco la sábana me asusté y ahogué un grito al ver a mi madre, tenía una cortada que atravesaba todo el abdomen, alrededor había pequeños cortes y manchas pequeñas de sangre. Alcé un poco más la sábana y vi sus piernas, estaban llenas de moretones y cortadas, pero algo en especial llamó mi atención eran sus pies, tenían una marca que parecía ser de atadura. Mi corazón

empezó a acelerarse al ver que sus manos tenían esas mismas marcas. No sé lo que ocurrió con mamá, pero si de algo estoy segura es que esto no fue un accidente.
***
Al salir del hospital me traslade a la estación de policías con el oficial Homer. Al llegar había oficiales por todos lados, se movían rápidamente trasladando carpetas y alguna que otra persona esposada.
-Sígueme- Me dijo el oficial y yo obedientemente y sin refutar palabra lo seguí. Atravesamos unos pasillos y entramos por una puerta; me hizo tomar asiento, dijo que esperara un momento y salió. Me puse a pensar en mi mamá y en que todo esto se he hacía muy raro, no lo sé, me daba muy mala espina.
- ¿Briana Workman? - asentí con la cabeza-
-Soy el detective Ruíz, llevo el caso de tu madre
-Y bien…
-Señorita Workman voy a realizar algunas preguntas y usted me responderá con la verdad. Pero antes de proceder a ello, ¿es usted consciente de sus derechos?
-Si señor- respondí con un poco de cautela
- Bien, señorita. Podría usted decirme ¿cuándo fue la última vez que vio a su madre?
-El día de ayer, por la noche
- ¿De qué trató la última conversación que tuvieron?
- Bueno, fue como una pequeña discusión porque no contesté sus llamadas
- Tengo entendido que usted asistió el día de ayer a una cita con su psicólogo. ¿Estoy en lo correcto?
-Si, señor
- ¿Y por qué asiste usted al psicólogo?
-Lo siento oficial, pero no entiendo que tiene que ver esto respecto al caso de mi madre.
-Según el archivo su padre se suicidó y desde entonces es su madre quien se encarga de velar por usted, verdad?
-Si, señor…
- Y, si tampoco me equivoco sería hoy el aniversario de la muerte de su padre
-Si señor
-Bien, señorita Workman. Puede retirarse, un oficial la acompañará a casa.
- ¿Qué? Pero no hemos hablado de mi madre. Está usted dando a entender que mi mamá intentó…- Intenté terminar la oración, pero el solo hecho de pensarlo me helaba la sangre, Eso no podía ser así, mi mamá no es así.-Detective conozco a mi madre. Sé como es ella no haría eso. Se que esto es más que un accidente o intentos de ella por acabar con su vida. Y estoy en mis derechos de saber la verdad.
-Está es sus derechos señorita, eso es correcto. Pero lamentablemente para usted yo no estoy en autorización de hablar sobre ello. Ahora si me lo permite, que tenga una buena noche- Y se fue cerrando la puerta. Dejándome ver aún más patética, con miles de dudas y un enojo que comenzaba a expandirse por todo mi cuerpo.
Algo no cuadraba en todo esto. Pero de alguna forma me asustaba descubrir el qué.
- ¿Señorita Briana? Soy el oficial que la llevará a su casa.
-Bien- Ni siquiera me tomé la molestia de mirar al hombre.
Fuimos a un carro de patrulla, el oficial me abrió la puerta y seguí a dentro. Una vez dentro me dispuse a buscar más sobre aquella marca; de alguna u otra forma por algo debía empezar, y aunque aún no tuviera alguna prueba de que aquella marca tiene que ver con mi madre, me ayudaba a no sentirme tan inservible y pensar que estaba ayudando en algo. Levanté mi rostro y me di cuenta de que el oficial aún no había entrado, intenté abrir la puerta, pero no  se podía. Empecé a buscar por las ventanas por si alcanzaba a verlo. Me concentré en mirar la ventana que quedaba a mi lado derecho. Pero de un momento a otro escuché la puerta del conductor cerrarse.
-Que susto me pegó oficial- El oficial no se tomó la molestia de emitir algún sonido, simplemente acomodó el retrovisor y arrancó. Seguí con mi búsqueda, pero no encontraba algo en concreto. Así que decidí informarme más sobre el caso del joven que hallaron muerto. En un momento el carro giró en una curva y yo me fui de lado. Al acomodarme de nuevo en el asiento me di cuenta de que ese no era el camino para ir a mi casa, de hecho, estaba MUY lejos del camino a mi casa.
-Oficial, este no es el camino-silencio- ¿Oficial? - empecé a entrar en una especie de pánico al ver que él no respondía nada y cada vez nos alejábamos más del

camino a mi casa- ¡¿Oficial a donde piensa llevarme?! ¡OIGA! -Empecé a golpear la rejilla que me separaba del conductor y en un momento frené en seco, mi corazón empezó a acelerar su ritmo y empecé a sudar frio. Esa marca, en su cuello, era esa misma marca del joven asesinado, de lo jóvenes en la cafetería. Al pasar un poste, la luz pegó en el manubrio, y pude deslumbrar un líquido oscuro que goteaba de las manos del conductor. Al pasar otro poste pude ver con más claridad el líquido sobre las manos del conductor. Era sangre, el conductor tenía sangre en sus manos. Mi respiración se aceleró y sentía mi corazón martillar rápidamente contra mi pecho, empecé a golpear la ventana que estaba a mi lado intentando buscar ayuda. Al ver que no se encontraba nadie en el camino, empecé a jalar y a golpear la rejilla                                   que separaba los asientos traseros de los del conductor.
- ¡CÁLLATE!- me gritó el hombre enojado
Al pasar por otro poste de luz pude ver que un tornillo de la rejilla estaba suelto, empecé a jalar con más fuerza la rejilla y esta calló, el hombre volteó hacia mí para ver que había sucedido. Su mirada me asustó, era oscura, fría como si todo el odio del mundo se concentrara en sus ojos. Sacó una pistola de uno de sus bolsillos y apuntó a mí, por inercia me agaché en el asiento y el tiro dio en el cuero de la silla. Al levantarme me di cuenta de que lo que el hombre había disparado no era una bala, era un dardo; su intención no era matarme… Saqué el dardo que había quedado en el cuero del asiento y me di cuenta de que aún quedaba un poco de líquido. Un sonido se hizo presente y me di cuenta de que provenía de la radio.
- “Atención a todas las unidades, tenemos patrulla robada y al parecer con rehenes, se informa que se localiza en la carretera noroeste llegando a las afueras de la ciudad”-de repente el sonido se cortó y me di cuenta de que el hombre había apagado la radio y aceleró la velocidad del auto. Me abalancé al pequeño espacio en el que anteriormente se encontraba la rejilla. Intenté clavar el dardo en el cuello del hombre, pero empezamos un forcejeo, y en eso el hombre soltó un codazo pegándome en la nariz. Incluso pude escuchar el sonido de esta rompiéndose por aquel golpe, me retorcí del dolor y volví a mi forcejeo con el hombre, en un momento él aceleró más haciendo que mi cuerpo se fuera para atrás. Me volví hacia él con aún más fuerza y enterré el dardo en su cuello. El hombre agarró mi cuello por entre el pequeño hueco y empezó a apretarlo, mi respiración se iba y mi desespero crecía, por el rabillo de ojo vi la rejilla que estaba encima del sillón, intenté agarrarla, pero no lo alcanzaba. Me estiré lo más que pude y al alcanzarla le di al hombre en su brazo, al soltarme intenté nivelar mi respiración lo más que pude y pasé mi brazo por el pequeño hueco, empujé al hombre haciendo que el manubrio girara y por consiguiente que el auto perdiera el control, escuché el chillar de  las llantas y luego todo pasó muy rápido, todas las cosas volaron al techo del auto

y de un momento a otro caí sintiendo un dolor en mi cabeza. Me sentí perdida y mi cuerpo pesaba, al abrir mis ojos todo estaba de cabeza y me di cuenta de que el auto estaba volcado. Empecé a arrastrarme a través de lo que anteriormente era la ventana y en lo que ahora había un hueco, y en eso me corté. Al salir del auto intenté pararme y huir, pero el hombre salió en mi persecución y jaló de mis piernas, caí de cara y me quejé del dolor. Empezó a jalar de mí y yo no hallaba como soltarme, agarré un pedazo de vidrio y lo enterré en su mano, este bramó de dolor y arrancó el pedazo de vidrio de su mano. Me paré e intenté buscar una salida, pero estábamos en medio de la carretera y lo único que había a mi alrededor era un bosque espeso y oscuro. El hombre se paró y tomé mi única opción empezando a correr por el bosque. Cada miembro de mi cuerpo dolía y mis piernas rogaban porque parara. En un momento escuché un disparo y paré en seco; al mirar detrás mío el hombre estaba a unos metros atrás de mi apuntando con un arma, y esta vez, no eran dardos. Aceleré mi paso y el seguía disparando, en un momento otro disparo salió y caí gritando de dolor, miré mi pierna del cuál empezaba a salir bastante sangre, él me había disparado. Intenté arrastrarme mientras de mi boca salían quejidos de dolor, el hombre se acercó a mí y me tomó del pelo, me dio una bofetada que me sacudió y sentí mi mejilla arder. Empezó a arrastrarme por el pelo y empecé a patalear inmediatamente; aruñé sus manos lo más fuerte que pude, y el hombre me soltó. Logré pararme aún con el dolor desesperante de mi pierna. Agarré una piedra maso menos de la misma medida que mi mano y me arrojé contra el hombre, caímos al suelo y yo quedé ahorcajadas de él, le di con la piedra en la cabeza y el hombre gritó de dolor. Pegó un puño en mi estómago e intento levantarse, pero intenté hacer más peso sobre él y volví a pegarle en la cabeza. Lo que siguió no está muy claro en mi mente, solo recuerdo pegarle al hombre varias veces hasta que en un momento dejé de escuchar sus lamentos. Me levanté y lo siguiente que escuché fue bastante ruido, mi mente comenzó a aturdirse y empezaba a perder el conocimiento sobre el lugar en el que estaba, escuché la voz de alguien diciendo que me detuviera, intenté huir pensando que el hombre se había levantado, pero algo cayó en mi cuello. Caí al suelo y perdí por completo el conocimiento.

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