Capítulo 3

1.2K 73 21
                                    

June

Mis intentos de no quedarme dormida en clase no estaban resultando. Si cerraba los ojos, aunque sea para parpadear, me quedaría dormida y tendría problemas si el profesor se daba cuenta. Además, era notable por mi cara que no pude dormir. No dejaba de darle vueltas al asunto, sobre todo por lo que estuve por hacer.

—Tengo que decirte algo, Stella.

—¿Qué cosa, Junie?

Vamos June, díselo de una buena vez.

—Yo...

Maldición, no puedo.

—Necesito consejos de amor —. Stella me miró sorprendida.

—Acaso tu... —la interrumpí.

—No son para mí, sino para Alec.

—¿A Alec le gusta una chica? ¿Quién es?

—Nicolle Smith.

Stella se llevó las manos al rostro y su boca formo una 'o'

—¡No inventes! A tu padre le va a dar algo cuando se entere.

—Lo mismo dije.

—¿Y yo cómo podría ayudarlo?

—Primero, Alec quiere que convenza a mis padres sobre que nos dejen ir al cine sin un chaperón. Segundo, me imagino que quiere saber cómo debe de portarse en su primera cita.

—¿Tú irás a la cita con ellos?

Negué rápidamente.

—¡Claro que no! ¡Qué horror!

—Bien. Entonces te diré todo lo que Alec debe saber para su primera cita. Escucha atentamente, Junie.

No preste mucha atención a algunas cosas, pues, seguía pensando en lo que ella me había confesado. Stella había tomado una decisión muy importante en su vida, sin embargo, me ha incomodado bastante que me lo dijera. No sabía cómo verlos a ambos a la cara de ahora en adelante. Tenía pensado decirle a Logan que me llevara a casa. Incluso pensé en decírselo a Noah también.

—Junie.

Abrí los ojos.

—¿Qué pasa, Maddy?

—Te estas quedando dormida, June. Deberías salir a despejarte un momento.

—Tienes razón, ahora regreso.

Me levanté de la silla y me dispuse a salir. La ventaja de estar en la preparatoria era que ya no es tan necesario pedir permiso para salir al baño. Los profesores permiten que lo hagas, siempre y cuando vuelvas a la clase.

Me dirigí al baño para echarme un poco de agua en la cara y poder regresar un poco más fresca. Recordé que mamá me había dicho que un poco de azúcar podría despertarme, así que busqué una de las máquinas de comida más cercana y me dispuse a comprar un chocolate. Y como siempre, para mi mala suerte, la máquina se comió el dinero y me dejo sin mi deliciosa azúcar.

El maldito chocolate se había atorado. Comencé a golpearla levemente para que bajara de una buena vez, pero era inútil.

—¿Y ahora que voy hacer? —me dije a mi misma. Me puse las manos en la cara, intentando alejar la frustración. Cuando escuché un fuerte estruendo, quité las manos y busqué de dónde había venido aquel ruido.

Good BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora