un emmerdeur

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vi. un dolor en el culo

La bulla de sillas moviéndose y el constante murmuro de los alumnos hablando llenaba el comedor de la escuela a tempranas horas de la mañana. Era el primer receso y comúnmente el lugar solía estar vacío tan temprano porque los estudiantes solían preferir desayunar en los patios del establecimiento, y aunque el cielo había amanecido despejado las fuertes brisas que corrían parecían poder congelar huesos. 

HongJoong se hallaba mirando por una de las ventanas junto a la mesa mientras oía a sus amigos hablar. Las mañanas no solía tener ni energías ni apetito así que no hacía mucho más que estar presente en el lugar, además de que esa mañana se había despertado con un sentimiento de nostalgia bastante peculiar.

Pensaba. Octubre se acercaba y con ello el aniversario de la muerte de su padre. Aunque en la fecha exacta junto a su madre no hacían mucho más que visitar su sepultura y dejar algún tipo de recuerdo que durara más que un ramo de flores, lo extrañaba. Iban a ser ya cuatro años desde su partida y eran pocos los días en los que se dedicaba a pensar en lo que hubiesen sido esos años junto a él. Tendía evitar concentrarse demasiado en sus sentimientos porque cuando lo hacía sus emociones solían ser bastante intensas.

—Seguramente está teniendo algo parecido a una proyección astral. ¿Deberíamos hacer algo?

—No creo que debamos, ¿qué sucede si lo matamos?

—¿Tienes alguna idea de viajes astrales?

—¿De qué demonios están hablando?

San y JongHo se giraron hacia el azabache que ahora los miraba con el ceño fruncido y a la vez una pequeña sonrisa.

—Parecías bastante ido y JongHo dijo que quizás tenías un viaje astral —habló el rubio.

—Si pudiera tener cualquier clase de viaje estaría en Bora Bora, no con amigos que hablan de mal de mí en frente mío.

—Vamos, Joong. Exageras —rió JongHo para luego beber un poco del café que tenía en la mano.

—Dicen que los verdaderos amigos apuñalan de frente.

Los tres muchachos dirigieron sus miradas al chico de pie junto a su mesa. Hebras color lavanda combinaban con un desordenado uniforme azul y una juguetona sonrisa.

JongHo no tardó en reaccionar a su presencia. —¡WooYoung!

—Hey —no le importó si a cualquiera me molestaba, tomó la silla junto a San y se sentó en ella—. Hace ya bastante tiempo no hablábamos, JongHo. HongJoong.

Los ojos de WooYoung pasaron del castaño a HongJoong, quien no tardó en poner los ojos en blanco.

—Joder, tenías que volver a aparecer.

—¡Por supuesto! Los extrañé —sonrió divertido y relajado se acomodó en la silla—. Además noté que hay un chico nuevo con ustedes.

Los ojos azules de San se abrieron sorprendido y dejó de masticar las galletas en su boca cuando su mirada se encontró con los oscuros orbes del chico que no conocía.

—Ah, hola —saludó de vuelta después de tragar. El pelinegro no apartaba su vista del invasor en la mesa, tampoco de San que parecía bastante desconcertado—. Soy San.

—WooYoung —el de coloridos cabellos estrechó la mano que el rubio le tendía sin dejar de mirarlo a los ojos—. Es un placer.

HongJoong notó el extraño brillo en los ojos y la ya conocida sonrisa de que se comenzaba a formar en el rostro de WooYoung. —Que ni se te ocurra —advirtió apuntándolo.

éternelle ○ seongjoong [성중]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora