Capítulo 2.
El sol brillaba en lo alto, tan abrumador como cualquier verano. Los soldados imperiales luchaban los unos contra los otros en medio de la práctica, el comandante había ordenado estar en forma y alertas en caso de que otro ataque de los llamados "Red Moon" ocurriera.
Muy poca gente tenía información de este grupo de rebeldes que apareció de la nada y atacó el imperio en cinco ocasiones, todas ellas detenidas por el General Jung y su tropa. La gente aún especulaba la razón por la que el capaz y galardonado General no puede conseguir más allá de un par de prisioneros por ataque, quienes terminan suicidándose en las mazmorras del castillo.
A pesar de todo esto, el Emperador no les ha dado la suficiente importancia como para enfrentarlos él mismo. Todo el imperio conoce de sus victorias, saben que el monarca solo pelea guerras y conquista reinos, y esto hace que los rebeldes tengan ventaja mientras no está, ya que la reputación sanguinaria de él no permitiría que huyan o se mantengan con vida.
El sonido de lucha predominaba a su alrededor, espadas chocando contra espadas, carne siendo golpeada por carne y en el centro del campo de entrenamiento, encerrado por un circulo sobre la arena se encontraba el cruel Emperador.
El gruñido animal del soberano resonó mientras sus contrincantes caían, uno seguido del otro. Una risa resonó en la arena mientras los aplausos se hicieron escuchar, recostado en el poste estaba el General Jung con una sonrisa burlona.
— Muy bien, su Majestad imperial. Rompió su marca de 7 minutos a 5 minutos con 37 segundos — informó mientras se alejaba del poste, se acercó los pobres soldados y los ayudaba a ponerse de pie. — Vayan a que el Dr. Kang trate sus heridas — ordenó el superior y estos obedecieron de inmediato.
El monarca lo miró con aburrimiento, mientras desataba las vendas alrededor de sus nudillos y se secaba el sudor de la frente, al tiempo que trabaja de regular su respiración que agitaba su pecho desnudo — Cuando era joven podía derribarlos con mayor eficiencia — Gruñó tomando su camisa y se dirigió a los interiores del palacio.
El General vio su espalda perderse entre la multitud de soldados entrenando y simplemente puso los ojos en blanco. El Emperador hablaba de su edad como si fuera un anciano ceñil y amargado. Apenas estaba empezando sus 30 y era menor por poco tiempo que el emperador, quien a pesar de su constante humor taciturno y amargo, apenas tenía 32 años.
El apuesto General simplemente negó un par de veces, soltó un cansado suspiro y se retiró a observar el entrenamiento de sus subordinados.
No muy lejos, bajo el árbol de cerezo que se hallaba junto a las paredes del centro de entrenamiento, otro suspiro hizo eco, mas este no era de cansancio sino de "admiración". Un quejido de dolor resonó antes de que alguien gruñera.
— ¿Puedes dejar de suspirar como doncella enamorada? ¡Es tan vergonzoso para mí escuchar esto! — Resonó una voz molesta mientras un par de niños luchaban entre si sobre el gran árbol. — ¿Qué harás si ellos te descubren? Te van a golpear hasta la muerte y debes manejar esto antes de que entres a la guardia porque realmente no quiero que me involucren contigo si te encuentran. — Soltó de forma venenosa el niño mientras el otro le clavaba dagas con la mirada.
— ¡Te dije ya que es admiración! No soy una estúpida doncella, cierra la boca San — Se defendió el otro niño, más bajo de estatura — Al menos, no soy yo quien quiere probarse con su padre ausente. — Contraatacó antes de que se diera cuenta.
Golpe bajo, San saltó del árbol totalmente furioso y emprendió su camino hasta la tienda del anciano Kim, ignorando por completo los quejidos y disculpas del otro niño.
En cuanto llegaron a la tienda de antigüedades, el anciano que había estado ordenando alguno de los jarrones los vio entrar y rápidamente comprendió la atmósfera. Suspirando, se acercó hasta donde estaban ambos y miró a su nieto.
— HongJoong-ah ¿Me puedes decir por qué San está tan enojado? — preguntó el anciano mientras el niño de 15 años se retorcía ante la mirada severa de su abuelo.
— Dije algo mal y se enojó. Abuelo, lastime los sentimientos de San, yo lo siento mucho — murmuró con un puchero en sus labios y ojos llorosos, sintiendo la culpa carcomiendo. — Me disculpé, pero él no me escucha. — Miró detrás de él a San, quien ahora ocupaba su lugar ordenando los dichosos jarrones.
El anciano metió una mano a su bolsillo y de ahí saco un billete y se lo entregó a su nieto mientras decía — Vayan por un helado, cómprale el que más le guste y hazlo feliz. —
20 minutos después con un helado de fresa y otro de menta, ambos niños iban caminando por las calles concurridas de la capital imperial, cuando HongJoong es tacleado al suelo por otro niño un par de años menor.
Otro niño, aún más pequeño pero de contextura más gruesa apareció tras él mientras ayudaba a levantar a quien lo había tirado, mientras tanto, San ayudaba a levantarlo. — Lo siento mucho, él estaba corriendo y no los vió, pido disculpas en su nombre. — Rogó el menor de todos mientras sacudía el polvo de su compañero, el cual se veía muy enojado.
— ¿Por qué te disculpas con ellos? ¡Arruinaron mi ropa favorita! ¿Ahora qué voy a hacer? — Enrojeció el muchacho, mientras levantaba un berrinche por sus prendas.
Entonces San explotó. — ¿Estas llorando por tu bonita ropa? ¡Se nota que apestas a dinero! ¿Crees que es el fin del mundo? Oye principito, aquí hay problemas reales, podrías haber asesinado a mi amigo durante la caída y... ¿Te preocupa tu ropa? Vete por donde viniste, no salgas de tu torre si no quieres un poco de polvo. — gruñó mientras tomaba la mano de Hongjoong y se fueron, dejando a los dos niños aturdidos.
— Cuando me enliste, les daré una lección a esos niños, alcanzaré un rango muy alto y nadie me va a gritar así de vuelta. — San refunfuñaba mientras arrastraba a un lloroso Hongjoong quien se lamentaba haber perdido su delicioso helado.
San, al darse cuenta de ello lo mira por un rato, luego mira su helado y él sabe que su amigo ama las cosas heladas así que tiende el helado que apenas ha comenzado a comer y sonríe felinamente. — Ya no quiero, esos niños me dañaron el apetito, puedes tenerlo. — lo puso en sus manos y luego siguió caminando por delante de su mejor amigo, quien ahora estaba de mejor ánimo.
Más tarde esa noche, HongJoong yacía en la ventana de su habitación mientras su mirada se perdía en la noche, en sus manos el collar de rubí perteneciente a su familia brillaba de forma opaca.
— San — llamó a su mejor amigo en voz baja, quien esa noche decidió quedarse a dormir en su casa. — ¿Crees que podamos hacerlo bien en el ejército? Eres bueno con la espada, pero sinceramente yo apenas y puesto levantar una. — murmuró con preocupación mientras se abrazaba a sí mismo.
El menor lo miró por un largo rato antes de responder con tranquilidad — La espada no es lo único necesario en el ejército imperial. Y si eres demasiado malo, puedes ir con el Dr. Kang y aprender de él. — Añadió San como opción antes de continuar — será cómodo, lo conoces desde que eras un bebé y es bueno contigo. —
HongJoong asintió antes de sonreír de forma brillante, algo muy común en él. — Aún tengo tres meses antes de perder la fé. — finalizó saltando del alféizar de la ventana, apagó las luces y se metió a la cama junto a su mejor amigo. — Buenas noches. — Murmurando ambos al mismo tiempo y luego rieron, antes de ser regañados por el abuelo.
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SCUM!
FanfictionLas leyendas son escalofriantes, pues de una u otra manera siempre se cumplen. "20 inviernos después de que el infierno se desató en la tierra, el elegido perdido en las tinieblas se alzará desde las entrañas de la maldad y se enfrentará cara a cara...