CAPÍTULO 1

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-¿Tienes todo, entonces? ¿Podemos irnos?­- pregunta mi madre, ansiosa. Intenta esconderlo, pero su tono de voz la delata. Está igual de nerviosa que yo. Quizá más. Revisamos que no dejemos nada importante, subimos todos los bártulos al coche y emprendemos el trayecto. Mi madre odia conducir, pero tenia claro que quería ver como me subia al avión. Yo no sé si eso la vendría bien o mal, ver cómo su hija emprende un viaje sola, sin su compañía... Pero no me gustaba contradecirla. Es más, siendo egoísta me gustaba que me acompañara.

Teníamos una hora y media de viaje hasta allí. El tiempo acompañaba. En Nueva Jersey el verano dura hasta mediados de Octubre, por lo que no bajábamos de los 25º. Esta era una de las cosas que más iba a extrañar en Seattle. En Nueva Jersey hace mucho más calor que en Seattle. Es una de mis cosas favoritas de vivir donde vivo. O vivía. Sin embargo, desde que empecé el instituto tenía claro que quería vivir algún dia en el Estado de Washington. Me imaginaba con mi propio despacho, rellenando formularios, leyendo manuscritos... Siempre he sido muy fantasiosa, romántica. Creo que por eso también estudio literatura inglesa, ¿no? Es algo que siempre he llevado en las venas.

Continuo el viaje sumergida en mis pensamientos. Se me pasan muchas cosas por la cabeza. Desde cómo llevará mi madre la vida sin mí, si yo echaría de menos la vida que he llevado hasta el día de hoy, o si, al contrario, me decantaría por quedarme definitivamente en Seattle. Es un lugar que reúne todo lo que necesito. Lo que me gustaría para ser feliz. Y creo que esta es una buena oportunidad para empezar una vida nueva, conocerme más a mí misma.

El vuelo a Seattle salía mañana a mediodía. Pero, antes, pasaríamos una tarde en Nueva York con Sarah y mi padre. Ambos se mudaron hace unos años a Nueva York por trabajo. A mi padre le salió una muy buena oferta como periodista deportivo. Todo un sueño para él. Justo empezaba bachillerato por aquel entonces. Y, aunque se tomó mucho tiempo para pensar qué decisión tomar, creo que fue de lo más acertado irse. Nunca lo había visto tan feliz. Sus ojos brillaban cuando venía en Navidad a Nueva Jersey y nos contaba sus próximos proyectos. Se podía contemplar la ilusión en su rostro. Ojalá yo pueda hablar de la misma manera de mi trabajo en unos años. Además, aunque estuvieran separados, mis padres mantenían una relación espléndida. Muy admirable. Así que accedimos a la invitación de Sarah de quedarnos una noche en su casa. Conoceríamos más la ciudad, además de que disfrutaría mucho de mi familia antes de sumergirme en esta extraña aventura de la Universidad. Tenía muchos miedos porque no tenía del todo controlada la situación. Un lugar nuevo, gente nueva. Me gustaba supervisar todo lo que me rodeaba para que no existieran en mi vida (o no del todo) los llamados imprevistos que arruinaban los planes. Por eso estaba tan nerviosa. En algunas obras clásicas leí este verano que al entrar en la Universidad te sumerges en una aventura que hace que tu vida cambie totalmente. No sé si quería que sucediera eso. La vida que llevaba ahora me hacía feliz. O eso creía. Me acomodé a una vida tranquila, relajada. Todo lo controlaba yo, no había cambios porque no me gustaban. Me sentía bien así.

-Bueno, pues creo que hemos llegado, señorita. Mira en tu móvil la dirección que te mandó tu padre. No quiero que nos perdamos de nuevo en esta "fantástica" ciudad.- Lo cierto es que mi madre odia Nueva York. Nunca le gustó. Creo que lo suyo no funcionó porque son infinitamente distintos. Pero se guardan un amor y un respeto infinito. Eso me gusta de ellos. Es muy dulce. Corroboro la dirección que me mandó mi padre hace unos días, ya que la primera vez que vinimos a visitarlo tuvieron que venir a buscarnos a un barrio de pescadores en las afueras de la ciudad. Nueva York era inmensamente grande y no es que estuviese muy bien direccionado precisamente. Guío a mi madre por las diferentes calles. Es increíble que aún no sea ni mediodía y las calles estén repletas de gente con bolsas, prisa... Hasta que llegamos a un cartel que nos dirije a la First Avenue. Giramos y vemos plantado en la mitad del asfalto a un hombre alto, delgado, perfectamente engominado desde primera hora de la mañana.

Papá.

HILO ROJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora