Dos mundos.

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Un hecho que nadie puede negar, ni debatir es lo difícil que resulta una mudanza: mudarse de casa, de ciudad, y mudarnos de país es sumamente difícil; ¿pero ¿quién realmente puede imaginar cuán difícil es cambiar de mundo?

Kayla trataba día con día de asimilar todo lo que este nuevo mundo ofrecía para ella, mientras trataba de aparentar frente a los demás su verdadero origen.

La mayoría de la falsa historia que presentaba a los demás se la debía a Lucy. había sido la más joven de los Pevensie la que tuvo la idea de decir que Kayla pertenecía a una familia de judíos, que ella y su familia habían tenido que ocultarse por muchos años, pero lamentablemente solo la pelinegra había sobrevivido, perdiendo así todos sus bienes materiales, documentos y registros anteriores (totalmente acorde a la realidad de Kayla). Por suerte sus padres, quienes sabían de antemano todas las familias y hogares que la guerra había destruido, no dudaron en recibirla en su casa, con la idea que Kayla se había hecho muy cercana a Lucy (que no era del todo mentira). Había sido sumamente fácil y beneficioso que muchas de las cosas de Susan seguían en casa.

Desde un inicio, Kayla había tenido problemas en utilizar las cosas de su cuñada, no quería que los señores Pevensie pensaran que ella se estaba aprovechando de la situación y tomando el lugar de Susan, o peor aún que ellos mismos la empezaran a ver como el reemplazo de su hija. Pero a Kayla no le tomo mucho tiempo darse cuenta del cariño eterno e inexplicable que los señores Pevensie tenían por su hija mayor, siempre la recordarían como su adorada e inteligente Susan y hasta el final de sus días mantendrían abierta su puerta y su corazón para el día que ella volviera.

Aun cuando encontrar un lugar no había sido un problema, había muchas otras cosas que Kayla debía enfrentar, muchas cosas nuevas que conocer y muchas más que debía aprender. Edmund y Lucy se habían esforzado en explicarle cosas simples, a utilizar la televisión o la cocina; hasta llegar a cosas más complejas como la terrible guerra que el mundo enfrentaba.

Kayla había logrado aprender lo básico de la vida en Londres, aunque aún le faltaba mucho por saber. Aun así, había ciertas cosas de este mundo que no paraban de fascinarle, y probablemente, la principal de ella era los viajes en trenes. Por eso se encontraba, en esos momentos, casi colgada del brazo de Edmund esperando el momento en que abordaran el tren.

-Oye- fueron las palabras que llamaron su atención. Volvió su mirada a Edmund quien ya la miraba atentamente-. Cuando estemos en Londres deberíamos ir al Festival de Luces ¿qué dices?

- ¿El festival de que?- cuestiono Kayla arrugando su ceño. Edmund solo sonrió al ver el gesto.

-Festival de Luces- repitió Edmund-. Es. . . bueno un festival. . . como una fiesta, pero muy grande, y en la calle; y hay ventas y más cosas así. Pero en este las calles están llenas de luces, velitas, luces navideñas. . . incluso hay algunas linternas con globos que flotan- trato de explicar, utilizando sus manos y ademanes para que Kayla comprendiera mejor, aunque ella solo se dedicaba a verla con ojos curiosos.

-Si, lo que digas está bien- rio y Edmund suspiro suponiendo que la chica no había entendido del todo la idea-. Tu eres el experto en este mundo.

-Ja, ¿y dime cuando vas a darme tu un tour por Narnia?- bromeo con una sonrisa sarcástica, mientras ella solo negaba con la cabeza escondiendo su sonrisa también.

El tren tardo unos minutos en aparecer. Subieron de prisa, pero debido a las épocas, no era extraño encontrarlos los trenes llenos a todas horas; apenas lograron encontrar una zona algo vacía en el tren y, con mucho esfuerzo, Lucy, Peter, Caroline y Zoe habían logrado entrar en un espacio para 2 en realidad; mientras Edmund se había sentado en un pequeño espacio sobrante justo frente a ellos y había hecho que Kayla se sentara en sus piernas. Aunque su viaje durara más de una hora, era algo que podían tolerar.

Las Crónicas de Narnia: La Última BatallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora